La paz siempre va adelante, jamás está detenida, “es
fecunda”, “comienza desde el alma y después vuelve al alma tras haber hecho
todo este camino de pacificación”
El Papa Francisco celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta (Vatican Media) |
El tiempo de Adviento sirve para construir la paz en
la propia alma, en la familia y en el mundo, sin buscar excusas para hacer la guerra.
Lo recordó Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Casa de
Santa Marta el primer martes de diciembre
Prepararse a la Navidad tratando de construir la paz
en la propia alma, en la familia y en el mundo. Es la exhortación del Santo
Padre en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de
Santa Marta. Hacer la paz – recordó – es un poco como imitar a Dios, haciéndose
humildes, sin hablar mal de los demás y sin herirlos. Su reflexión se articuló
a partir de la Primera Lectura (Isaías 11,1-10) y del Evangelio (Lucas 10,21-24)
de la Liturgia del día.
En las palabras de Isaías hay una promesa de cómo
serán los tiempos cuando vendrá el Señor: “El Señor hará la paz” y “todo estará
en paz”, recordó el Papa. Isaías lo describe con “imágenes un poco bucólicas”
pero bellas: “El lobo vivirá junto al cordero”, “el leopardo se echará junto al
cabrito” “y un niño pequeño los guiará”. Esto significa – explicó Francisco –
que Jesús trae una paz capaz de transformar la vida y la historia, razón por la
cual se lo llama el “Príncipe de la paz”, puesto que viene a ofrecernos esta
paz.
Pedir al
Príncipe de la paz que nos pacifique el alma
Por lo tanto, el tiempo de Adviento es, precisamente,
“un tiempo para prepararnos a esta venida del Príncipe de la paz. Es un tiempo
para pacificarse”, exhortó el Papa. Y dijo que se trata de una pacificación
ante todo “con nosotros mismos, pacificar el alma”. “Muchas veces nosotros no
estamos en paz” sino “con ansiedad”, “con angustia y sin esperanza”. Y la
pregunta que nos dirige el Señor es: “¿Cómo está tu alma hoy? ¿Está en paz?”.
Si no lo está, el Papa Bergoglio exhortó a pedir al Príncipe de la paz que la
pacifique para prepararse al encuentro con Él. “Nosotros estamos acostumbrados
a mirar el alma de los demás” pero – fue la invitación del Papa – “mira tu
alma”.
Pacificar la
familia: ¿hay puentes o murallas?
Después es necesario “pacificar la casa”, la familia.
“Hay tantas tristezas en las familias, tantas luchas, tantas pequeñas guerras,
tanta desunión a veces”, afirmó Francisco e invitó – también en este caso – a
preguntarse si la propia familia está en paz o en guerra, si uno está contra el
otro, si hay desunión, si hay puentes o “murallas que nos separan”.
Preguntar a los
niños: ¿intimidas o haces la paz?
El tercer ámbito que el Papa pide que se pacifique es
el mundo donde “hay más guerra que paz”, “hay tanta guerra, tanta desunión,
tanto odio, tanta explotación. No hay paz”:
¿Qué hago yo para ayudar la paz en el mundo? “Pero el
mundo está demasiado lejos, padre”. Pero, ¿qué hayo yo para ayudar la paz en el
barrio, en la escuela, en el lugar de trabajo? ¿Yo recurro siempre a alguna
excusa para entrar en guerra, para odiar, para hablar mal de los demás? ¡Esto
es hacer la guerra! ¿Soy manso? ¿Trato de construir puentes? ¿No condeno?
También preguntemos a los niños: “¿Qué haces en la escuela? Cuando hay un
compañero, una compañera que no te gusta, que es un poco odioso o es débil, ¿tú
intimidas o haces la paz? ¿Tratas de hacer la paz? ¿Perdono todo?”.
Constructores de la paz. Se necesita este tiempo de Adviento, de preparación a
la venida del Señor que es el Príncipe de la paz.
Hacer la paz es
un poco como imitar a Dios
La paz siempre va adelante, jamás está detenida, “es
fecunda”, “comienza desde el alma y después vuelve al alma tras haber hecho
todo este camino de pacificación”, evidenció el Papa Bergoglio y añadió:
Y hacer la paz es un poco imitar a Dios, cuando ha
querido hacer la paz con nosotros y nos ha perdonado, nos ha enviado a Su Hijo
para hacer la paz, para ser el Príncipe de la paz. Alguien puede decir: “Pero
padre, yo no he estudiado cómo se construye la paz, no soy una persona culta,
no sé, soy joven, no sé…”. Jesús en el Evangelio nos dice cuál debe ser la
actitud: “Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has revelado a los
pequeños”. Tú no has estudiado, no eres erudito… Hazte pequeño, hazte humilde,
hazte servidor de los demás. Hazte pequeño y el Señor te dará la capacidad de
comprender cómo se construye la paz y la fuerza para hacerla.
Detenerse ante
la posibilidad de una pequeña guerra
Por lo tanto, la oración de este tiempo de Adviento
debe ser aquella que “pacifica”, vivir con la paz en nuestra alma, en la
familia y en el barrio:
Y cada vez que nosotros vemos que existe la
posibilidad de una pequeña guerra, tanto en casa como en mi corazón, en la
escuela o en el trabajo y tratar de hacer la paz. Jamás, jamás herir al otro.
Jamás. “Y padre, ¿cómo puedo hacer para no herir al otro?” – “No hablar mal de
los demás, no tirar el primer cañonazo”. Si todos nosotros hiciéramos sólo esto
– no hablar de los demás – la paz avanzaría más. Que el Señor nos prepare el
corazón para la Navidad del Príncipe de la paz. Pero que nos prepare habiendo hecho
nosotros de todo, nuestra parte, para pacificar: pacificar mi corazón, mi alma,
pacificar a mi familia, la escuela, el barrio, y el lugar de trabajo. Hombres y
mujeres de paz.
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
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