Mística
en estado puro
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Durante
los Ejercicios Espirituales para la Profesión Solemne estuve escuchando unas
charlas. En una de ellas, el sacerdote abordó el tema de la oración.
-Claro,
-decía él- vamos a la oración, soltamos nuestro discurso, y nos marchamos tan
tranquilos. ¡Y al Señor no le hemos dejado decir ni palabra! Se nos olvida
fácilmente que la esencia de la oración es la escucha: ¡el Señor tiene algo que
decirte!
Cuando
terminó la charla, me fui directa a la capilla. Con determinada determinación,
me senté cerca del Sagrario.
-Tienes
razón, Señor -le dije- casi no te dejo hablar. Pero hoy, ¡muda voy a estar!
¡Vengo dispuesta a escucharte! ¿Qué quieres decirme?
Junté
las manos y...
Silencio.
Mis
escuerzos por no distraerme cada vez eran mayores. Apreté los labios y...
Silencio.
Viendo
que el entusiasmo inicial iba decayendo, comencé a repetir mi oración favorita:
“Grítame, Señor, que si solo me hablas no te oigo...”
Lo
único atronador en la capilla era el silencio.
Pensé
en coger un libro para leer, pero el sacerdote había mencionado eso como una de
las formas de no dar tiempo al Señor. El libro volvió a su sitio.
“Grítame,
Señor, que si solo me hablas no te oigo...”
Precisamente
entonces, por la calle pasó una señora, justo por debajo de la ventana de la
capilla. Y, en ese instante, ¡se puso a gritar con todas sus fuerzas!
-¡¡¡Guapa!!!
¡¡¡GUAPAAAAAAAA!!!
¡¡Sus
gritos debieron de resonar por todo el pueblo!! Al parecer estaba llamando a
una amiga, porque escuché el murmullo lejano de la conversación... pero, como
comprenderás, yo miraba al Señor sin saber si sonrojarme, si morirme de la
risa, ¡o si todo a la vez!
Realmente,
como cristianos, estamos llamados a convertirnos en grandes expertos en
escuchar. Jesucristo nos habla a cada instante. Ya dice san Juan: Cristo es “la
Palabra...” ¡y buscará mil medios para llegar a tu corazón!
La
cuestión está en estar atentos, dispuestos a escuchar. Cuando a Jesús le
preguntaron por el mandamiento más importante, recitó el Shemá, que empieza
precisamente diciendo: “¡Escucha!” (Mc 12, 29).
Hoy
el reto del amor es que vivas en actitud de escucha. Te invito a que, al
empezar la jornada, le pidas al Señor que abra tus oídos, que te regale
escucharLe. A lo largo del día, ante un encuentro o un acontecimiento, mira a
Cristo y pregúntaLe: “¿Qué quieres decirme con esto?”. Jesucristo tiene hoy un
mensaje para ti. Si estás dispuesto a escuchar, te aseguro que te hablará, ¡a
voces si es necesario! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma