¿Te atreves?
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Nos
gusta mucho preparar todo tipo de cruces, medallas, rosarios... para dejar en
la parte de atrás del locutorio y que todo el que se acerque hasta aquí, pueda
colgarse un signo o incluso llevárselo como regalo a alguien.
El
otro día, mientras montaba unas cruces con su cordón, un recuerdo me vino a la
memoria y me hizo sentir aún más que este pequeño gesto merece la pena.
Hace
ya varios años, cuando acaba de conocer a las monjas, vine a una Jornada
Monástica sin saber que me cambiaría la vida. Aquella noche de sábado tuve mi
primer encuentro personal con Cristo, y Lety me preguntó si llevaba colgada al
cuello alguna cruz o un signo. Con plena certeza le respondí que no, pues sabía
bien que no llevaba nada cristiano.
Al instante, ella, de entre el cuello de su hábito, se sacó una cruz de madera. Se la descolgó y me la regaló: “Es importante que lleves siempre algo”.
En
aquel momento no tuve problema en ponérmela, más bien me sentía enormemente
agradecida por su detalle. Pero, cuando volví a Madrid, a mi ambiente, recuerdo
perfectamente que se me planteó la duda: quitármela o dejarla para siempre.
Sabía que, si me la dejaba puesta, se iba a ver con facilidad. Pero también
sabía que, si me la quitaba, estaría como avergonzándome precisamente de
aquella experiencia que me acababa de suceder.
Decidí
no quitármela y, tras tomar la decisión, sentí que en realidad no se trataba
solo de llevar o no una cruz, sino que supe que decididamente le había abierto
la puerta de mi vida a Jesús.
Después
han pasado muchas cruces, medallas y rosarios por mi vida. Unos me los han
regalado, otros también yo los he ido entregando, por la sencilla razón de que,
si a mí me había hecho bien, seguro que a esa persona también le haría bien.
Pero aquella cruz de madera nunca se ha descolgado de mi cuello. Ya está
envejecida, pero mientras dure no me la quitaré, pues siempre me recuerda que,
de un “sí” pequeñito como era dejarme puesta esta cruz, Él lo convirtió en un
Sí grande para adentrarse en mi vida para siempre.
Hoy
el reto del amor es que regales a una persona una cruz o un rosario. Coge una
cruz, un rosario, una medalla que tenga significado para ti, y cuélgalo en tu cuello
o en la muñeca... ¡apuesta por Cristo! Pronto sentirás que no eres tú quien
llevas colgado a Cristo, sino que es Él quien te lleva a ti y, cuando sientas
que Él te pone la ocasión, tómalo y entrégaselo a la persona que tienes
delante. ¡Cristo es el mejor regalo que puedes darle!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma