Descubierto
en el monasterio benedictino de Notre-Dame de de Ganagobie (Alpes franceses) un
extraordinario mosaico del siglo XII perfectamente conservado
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Un sagittaire et deux
poissons. Mosaique de pavement, detail. 1124.
Prieure de Ganagobie,
Ganagobie ©Jean Bernard/Leemage
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El
arte románico, rico en imágenes, se basó en gran medida en los textos
difundidos durante la Edad Media (evangelios, himnos, poemas, bestiarios, etc.)
para realizar sus decoraciones ilustradas. Son símbolos a menudo enigmáticos, difíciles
de descifrar para nosotros contemporáneos.
El
monasterio de Ganagobie tiene la suerte de conservar vestigios de mosaicos
medievales en el coro de la iglesia, lo que supone un testimonio fabuloso del
pensamiento simbólico medieval. Pero, ¿qué significan estos seres reales e
imaginarios, animales a veces exóticos, salvajes e incluso aberrantes?
El redescubrimiento de
los mosaicos
El
monasterio de Ganagobie, situado sobre una meseta aislada, vivió una historia
accidentada. Este monasterio se fundó en el siglo X por el obispo de Sisteron y
los mosaicos se crearon durante el siglo XII. A lo largo del tiempo, el
monasterio ha vivido numerosas vicisitudes, como guerras de religión, mala
gestión o la Revolución francesa, pero fue en 1794 cuando el coro y el crucero
de la iglesia se destruyeron.
Los
mosaicos, escondidos entre los escombros, desaparecieron y quedaron en el
olvido. No sería hasta casi un siglo más tarde cuando se destacó el valor
artístico del monasterio, y en 1886 los restos de la iglesia se consideraron
monumento artístico. En 1893 comienzan las obras de limpieza de la cabecera, lo
que provocó la aparición de los mosaicos prácticamente intactos.
En
1975 se envían a Périgueux para su completa restauración, para más adelante
devolverlos a su lugar de origen, en la cabecera del coro. Estos mosaicos, que
cubren una superficie de 72 metros cuadrados, se encuentran en un estado
excelente de conservación, si bien faltan algunas partes debido al
derrumbamiento de la cúpula cuando se destruyó la iglesia.
Con
un bordado minucioso de las piedras, Pierre Trutbert, el artista de Ganagobie
(una inscripción latina indica su nombre), combinó tres colores para realizar
sus composiciones: rojo (gres), blanco (mármol) y negro (piedra caliza).
¿Un elefante en una iglesia?
La
decoración más impactante de los mosaicos es, sin lugar a dudas, la realizada
para el ábside central. Se trata de un conjunto de ocho animales de grandes
dimensiones (seis cuadrúpedos y dos peces) dispuestos alrededor del altar
mayor, en el centro de la escena. Con una mezcla de animales reales y
fantásticos, las bestias aluden, por turnos, al bien y al mal.
Entre
los animales que aparecen, el elefante ocupa un lugar principal. Símbolo de la
fuerza apacible, lleva en su espalda un boceto del monasterio. Aunque su
presencia pueda parecer sorprendente, se trata de un animal muy conocido en la
iconografía medieval. En Francia, una veintena de iglesias románicas cuentan
con representaciones de elefantes.
El bien contra el mal
El
enlosado del ábside sur contrasta con el resto. La decoración es abundante y la
puesta en escena más simétrica. El conjunto, que ilustra a la vez animales
reales como el venado y el cervatillo y animales imaginarios como la arpía y el
grifo, se encuentra integrado en un marco de follaje de un gran refinamiento.
Una
hermosa cruz de San Andrés cubre el penúltimo panel del mosaico. A su lado, un
jinete sobre su caballo lucha contra un dragón, el mejor símbolo de la
destrucción del mal. Imitando esta batalla, el crucero norte ilustra igualmente
la lucha entre un jinete y una quimera. La quimera, con sus tres cabezas (león,
cabra y serpiente), simboliza todas las posibilidades de agresividad del animal
y, por tanto, ilustra perfectamente la figura del diablo.
Este
amplio mosaico, repleto de numerosos detalles, no deja de fascinar a los
historiadores medievales. Como expresión de la batalla eterna entre el bien y
el mal, esta obra, que ha llegado hasta nosotros por suerte, ilustra de
maravilla la riqueza simbólica de la espiritualidad medieval.
Caroline
Becker
Fuente:
Aleteia