La
religión y la fe no son “un espectáculo”. Lo dijo el Papa Francisco al
reflexionar esta mañana sobre la Primera Lectura dedicada a Naamán el
Sirio y sobre el Evangelio de San Lucas en el que Jesús explica que ningún
profeta es aceptado en su propia patria. El Pontífice manifestó asimismo que en
este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la
conversión del pensamiento, sobre su estilo y sobre la conversión de las obras
y de los sentimientos.
La conversión del
pensamiento
“La
Iglesia nos dice que debemos convertir nuestras obras, y nos habla del ayuno,
de la limosna, de la penitencia: es una conversión de las obras. Hacer obras
nuevas, obras con estilo cristiano, ese estilo que proviene de las
Bienaventuranzas, en Mateo 25: hacer esto. Además, la Iglesia nos habla de la
conversión de los sentimientos, puesto que también debemos convertir los
sentimientos. Pensemos, por ejemplo, en la Parábola del Buen Samaritano:
convertirse a la compasión. Sentimientos cristianos. Conversión de las obras;
conversión de los sentimientos; y hoy nos habla de la ‘conversión del
pensamiento’: no de lo que pensamos, sino de cómo pensamos, del estilo de
pensamiento. ¿Yo pienso con un estilo cristiano o con un estilo pagano? Éste es
el mensaje que la Iglesia nos da hoy”.
No esperar el
“espectáculo” de Dios
A
propósito del episodio de Naamán el Sirio, enfermo de lepra, el Papa
recordó que “va a ver a Eliseo para ser curado”, quien le aconseja que se bañe
siete veces en el Jordán. Pero él piensa, en cambio, que los ríos de Damasco
son mejores que las aguas de Israel. “Se enoja, se irrita y quiere volver sin
hacerlo” – recordó Francisco – porque “este hombre esperaba el espectáculo”.
Pero el estilo de Dios – añadió el Pontífice – es otro: “Cura de otro modo”.
El Espíritu Santo obra en
los corazones
El
Papa Bergoglio afirmó que lo mismo sucede con Jesús cuando regresa a Nazaret y
va a la Sinagoga. Inicialmente “la gente lo miraba”, “estaba asombrada”,
“estaba contenta”.
“Pero
jamás falta un charlatán, que comienza a decir: ‘Pero éste, éste es el hijo del
carpintero. ‘¿Qué nos enseña? ¿En qué universidad estudió éste?’. ‘¡Sí! Es el
hijo de José’. Y comenzaron a intercambiarse opiniones; y cambia la actitud de
la gente, y quieren matarlo. De la admiración, del estupor, al deseo de
matarlo. También éstos querían el espectáculo. ‘Pero, que haga milagros, eso
que dicen que ha hecho en Galilea, y nosotros creeremos’. Y Jesús explica: ‘En
verdad yo les digo: Ningún profeta es bien aceptado en su patria’. Porque nos
resistimos a decir que alguno de nosotros puede corregirnos. Debe venir uno con
el espectáculo, para corregirnos. Y la religión no es un espectáculo. La fe no
es un espectáculo: es la Palabra de Dios y el Espíritu Santo que obra en los
corazones”.
La gracia de la conversión
De
manera que Francisco reafirmó que la Iglesia nos invita a cambiar el modo de
pensar, el estilo de pensar. Se puede rezar “todo el Credo, también todos los
dogmas de la Iglesia”, pero si no se lo hace “con el espíritu cristiano”, no
sirve “para nada”.
“La
conversión del pensamiento. No es habitual que nosotros pensemos de este modo.
No es habitual. También el modo de pensar, el modo de creer, debe ser
convertido. Podemos formular la pregunta: ‘¿Con qué espíritu pienso yo? ¿Con el
espíritu del Señor o con espíritu propio, el espíritu de la comunidad a la que
pertenezco o del grupito o de la clase social de la que formo parte, o del
partido político al que pertenezco? ¿Con qué espíritu pienso yo?’ Y ver si yo
pienso verdaderamente con el espíritu de Dios. Y pedir la gracia de discernir cuándo
pienso con el espíritu del mundo y cuándo pienso con el espíritu de Dios. Y
pedir la gracia de la conversión del pensamiento”.
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