El Papa Francisco celebró la Misa - «Por la justicia y
la paz» - en Santiago de Chile, en el Parque O’Higgins, y coronó una imagen de
la Virgen del Carmen
El Sucesor de Pedro fue recibido con
grandes muestras de cariño a su llegada al céntrico parque de la capital
chilena, que abrió su recinto a las dos de la madrugada, para dejar entrar a
los numerosos fieles.
«“Al ver a la multitud” (Mt 5,1). En
estas primeras palabras del Evangelio encontramos la actitud con la que Jesús
quiere salir a nuestro encuentro, la misma actitud con la que Dios siempre ha
sorprendido a su pueblo (cf. Ex 3,7)».
En su homilía, en la primera Misa multitudinaria de su Viaje
Apostólico el Papa reiteró que «Jesús quiere salir a nuestro encuentro», su
«primera actitud es ver, mirar los rostros» encontrar los corazones de las
personas.
«Felices los que trabajan por la paz,
porque serán llamados hijos de Dios»
Con las palabras del Señor en el
Evangelio según San Mateo, el Papa hizo hincapié en las bienaventuranzas, que
«son el horizonte hacia el cual somos invitados y desafiados a caminar».
Las bienaventuranzas no nacen de
actitudes pasivas, de los profetas de desventuras, tampoco de espejismos que
prometen felicidad, brotan del corazón de Jesús, del encuentro de su mirada con
la nuestra, del encuentro de su corazón con el nuestro:
«Las bienaventuranzas nacen del corazón
compasivo de Jesús que se encuentra con el corazón compasivo y necesitado de
compasión de hombres y mujeres que quieren y anhelan una vida bendecida; de
hombres y mujeres que saben de sufrimiento; que conocen el desconcierto y el
dolor que se genera cuando «se te mueve el piso» o «se inundan los sueños» y el
trabajo de toda una vida se viene abajo; pero más saben de tesón y de lucha
para salir adelante; más saben de reconstrucción y de volver a empezar.
“ ¡Cuánto conoce el corazón chileno de
reconstrucciones y de volver a empezar; cuánto conocen ustedes de levantarse
después de tantos derrumbes! ¡A ese corazón llama Jesús; para ese corazón son
las bienaventuranzas! ”
Trabajar por la reconciliación y el
nuevo Chile
Jesús le dice bienaventurado al pobre,
al que ha llorado, al afligido, al paciente, al que ha perdonado... nos impulsa
a sacudir la postración negativa llamada resignación, a no escapar de los
problemas ni de los demás. A no escondernos, encerramos en nuestras
comodidades, a no caer en un consumismo tranquilizante (cf. Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 2). Esa resignación que nos lleva a aislarnos de todos, a
dividirnos, separarnos; a hacernos los ciegos frente a la vida y al sufrimiento
de los otros:
«Las bienaventuranzas son ese nuevo día
para todos aquellos que siguen apostando al futuro, que siguen soñando, que
siguen dejándose tocar e impulsar por el Espíritu de Dios.
Qué bien nos hace pensar que Jesús desde
el Cerro Renca o Puntilla viene a decirnos: bienaventurados…
“ Sí, bienaventurado vos y vos; bienaventurados
ustedes que se dejan contagiar por el Espíritu de Dios y luchan y trabajan por
ese nuevo día, por ese nuevo Chile, porque de ustedes será el reino de los
cielos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados
hijos de Dios» (Mt 5,9). ”
Frente a la resignación que como un
murmullo grosero socava nuestros lazos vitales y nos divide, Jesús nos dice:
bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación. Felices aquellos
que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz.
Felices aquellos que se esfuerzan por no sembrar división. De esta manera, la
bienaventuranza nos hace artífices de paz; nos invita a comprometernos para que
el espíritu de la reconciliación gane espacio entre nosotros. ¿Quieres dicha?
¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una
vida dichosa. ¿Quieres paz?, trabaja por la paz».
El Papa recordó al Cardenal Raúl
Silva Henríquez, «ese gran pastor que tuvo Santiago cuando en un Te Deum
decía: «“Si quieres la paz, trabaja por la justicia” … Y si alguien nos
pregunta: “¿qué es la justicia?” o si acaso consiste solamente en “no robar”,
le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado
como hombre» (Card. Raúl Silva Henríquez, Homilía en el Te Deum Ecuménico, 18
septiembre 1977).
«Está muy bien no hacer el mal, pero
está muy mal no hacer el bien». Tras evocar esta exhortación del santo
chileno Alberto Hurtado, el Papa invitó a invocar el amparo de la
Madre de Dios:
«Encomendémonos a la Virgen Inmaculada
que desde el Cerro San Cristóbal cuida y acompaña esta ciudad. Que Ella nos
ayude a vivir y a desear el espíritu de las bienaventuranzas; para que en todos
los rincones de esta ciudad se escuche como un susurro: «Bienaventurados los que
trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
Cecilia de Malak – Ciudad del
Vaticano
Fuente: Vatican News