La
naprotecnología ha encontrado hueco en España: dos doctoras han acompañado en
un año a más de 200 pacientes
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La doctora Marcos realiza una ecografía a la hija
de Lucía y Luis durante una consulta de seguimiento
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Sobre
todo, parejas a los que ayudan a descubrir y solucionar las causas de su
infertilidad, siempre desde el respeto a la unión conyugal.
Lucía
y Luis empezaron a buscar el embarazo en 2015. «Yo tenía 42 años –narra ella–,
y al año, al ver que no lo lográbamos, empezamos a buscar opciones. Solo
conocíamos la reproducción asistida. En la sanidad pública, a partir de los 40
años no te la hacen. Pero tampoco te mandan pruebas, porque las enfocan
únicamente a eso». Se hicieron una fecundación in vitro en una
clínica privada. «No salió bien. Lo achacaron a la edad y no miraron más allá,
aunque les pedimos que hicieran alguna prueba». Tiraron la toalla.
Casi
todas las técnicas de reproducción asistida son rechazadas por la Iglesia
porque separan la procreación de la relación conyugal. Pero el caso de esta
pareja muestra, además, que en nuestra sociedad falta acompañamiento a las
parejas que no logran tener hijos. Lo afirma Carmen Massé, médica, teóloga y
profesora de la Universidad Pontificia de Comillas. «La primera dimensión de
este cuidado –explica– es la atención médica coherente con la dignidad de la
vida; lo que implica, antes de nada, hacer un diagnóstico y, si es posible,
aplicar un tratamiento.
Muchas
parejas que se someten a la fecundación in vitro igual no la habrían
necesitado si se les hubiera dedicado tiempo para hacer un estudio serio y
poner medios más baratos, sencillos, y respetuosos con la vida humana y el amor
de la pareja». En este sentido, considera «positivo» el sistema gracias al cual
a Lucía y Luis les quedan pocas semanas para conocer a su hija: la
naprotecnología.
Primer encuentro
nacional
Este
método, al que les remitieron unos amigos que lo habían oído en la radio,
«coopera con el ciclo femenino para diagnosticar si hay algún problema de
fertilidad, plantear un tratamiento y hacer un seguimiento. La infertilidad no
es una enfermedad, sino un síntoma de que algo no está bien», explica la
doctora Helena Marcos, una de las dos médicas expertas en naprotecnología que
hay en España, y la que trata a Lucía y Luis.
En
su caso, «en las primeras pruebas lo único que destacaba es que tenía una
vitamina B un poco baja –cuenta ella–. Me mandaron un suplemento y empezamos a
intentarlo con lo que habíamos aprendido sobre mi ciclo». No tardaron en
quedarse embarazados.
Los
días 8 y 9 de noviembre, Pozuelo de Alarcón (Madrid) acoge el I Encuentro de
Naprotecnología en España. Los profesionales médicos implicados y matrimonios
que se han beneficiado informarán a las personas que puedan estar interesadas
en esta forma de abordar la infertilidad. Hasta el momento, se han inscrito 130
personas.
Medicina basada en la
fisiología de la mujer
Desde
la sección de Esterilidad e Infertilidad de la Sociedad Española de Ginecología
y Obstetricia, el doctor Koldo Carbonero explica que, antes de la llegada de
las técnicas de reproducción asistida, en las consultas de infertilidad se
estudiaba un factor clave para los métodos naturales de reconocimiento de la
fertilidad: el moco cervical. «Se retiró de los protocolos porque se vio que no
ayudaba al diagnóstico. Sin embargo, eso no implica que no tenga importancia».
El
doctor Carbonero no conocía la existencia de la naprotecnología hasta que Alfa
y Omega contactó con él. Pero tras analizarla considera que «tiene un
soporte médico y es solvente, si el diagnóstico se hace bien y se apoya con
pruebas médicas. Es medicina basada en hechos fisiológicos». Eso sí –advierte–
«creo que no podría solucionar muchos casos que atendemos en las consultas de
fertilidad».
Massé,
que acompaña a parejas estériles e hizo su tesis doctoral sobre ello, considera
que los estudios sobre naprotecnología arrojan buenos resultados. Uno de ellos,
publicado en 2008 en la revista Fertility and sterility, analizaba a 1.072
parejas irlandesas que llevaban más de un año intentando tener hijos. Las
mujeres tenían una edad media de 35,8 años y un 33 % se había sometido antes a
reproducción asistida. A los 24 meses de iniciar el tratamiento, el 52,8 %
había tenido un bebé vivo.
«La
clave –subraya la teóloga y médica– está en no crear falsas esperanzas; que las
parejas sepan lo que cabe esperar» y que un buen número de ellas no se
beneficiará de las soluciones médicas, bien porque la causa de su esterilidad
no se puede tratar o bien por la edad de la mujer.
«Nos parecía muy
antiguo»
En
naprotecnología, el diagnóstico se basa, en primer lugar, en un método natural
de reconocimiento de la fertilidad. Desde su origen, estos han ayudado a
detectar los días más fértiles y, así, mejorar las opciones de concebir. La
naprotecnología trabaja con el método Creighton, porque ambos se complementan:
los desarrolló conjuntamente el doctor Thomas W. Hilgers, fundador en 1985 del
Instituto Pablo VI para el Estudio de la Reproducción Humana de Omaha (Estados
Unidos).
El
modelo Creighton –explica la doctora Marcos– da indicaciones «más objetivas»
que otros sobre los signos de fertilidad –sobre todo el moco cervical–. Esto no
solo permite reconocer los días fértiles y la ovulación con gran exactitud,
sino que da a los médicos mucha información sobre posibles problemas, cuándo
realizar pruebas, o cómo aplicar tratamientos hormonales. Otras veces, en el
estudio se detectan problemas anatómicos, como obstrucciones de los conductos,
que se pueden solucionar con cirugía.
Al
principio, tener que formarse y trabajar con el Creighton les suscitó dudas a
Lucía y Luis. «Nos agobiaba por mi edad. Ver pasar los meses era desesperante.
También nos parecía algo muy antiguo, como de nuestros abuelos». Con el tiempo,
han ido entendiendo que «los médicos primero se quieren asegurar de que esté
todo en regla para intentarlo con más certeza. Y vas viendo que es algo
natural, de conocer tu propio cuerpo. Como dice Helena, nada artificial va a
funcionar mejor que tú. Solo hay que detectar lo que va mal e intentar ponerle
solución». En todo este proceso, valoran mucho que el equipo siempre les ha
dado toda la información necesaria y ha estado absolutamente disponible.
Un hijo, seis años
después
En
efecto, junto al diagnóstico, el otro gran valor de la naprotecnología «es el
acompañamiento». Lo explica Venancio Carrión. Él y su mujer Jordina lograron,
después de seis años, descubrir y solucionar las causas de su infertilidad.
Empezaron a buscar un embarazo a finales de 2010. «Intentamos incluso una
inseminación con mi esperma sin sustituir la relación conyugal; una ayuda
técnica que la Iglesia permite. Ahora vemos que, sin un diagnóstico, ni
siquiera ese es el camino». También lograron la idoneidad para adoptar, «pero
país en el que lo intentábamos, país que cerraba las listas». Todo esto lo
vivieron como parte de su discernimiento, en un diálogo continuo entre ellos, y
convencidos de que «Dios habla con hechos. Nosotros nos ofrecíamos como padres,
y Él respondía en lo concreto».
En
2015, localizaron a la doctora Mª Victoria Mena, de Zaragoza, que había
empezado a aplicar la naprotecnología un año antes. Ella, nada más ver los
análisis específicos que les prescribió, detectó un problema hormonal en
Jordina. También hizo un estudio a Venancio, y descubrió que sus niveles de
semen eran bajos porque era celiaco sin saberlo. Tras un proceso de diez meses,
en marzo de 2016 se quedaron embarazados, y hace un año nació Marc.
Este
matrimonio tiene el máster en Familia del Instituto Juan Pablo II, y al conocer
de cerca la naprotecnología se ofrecieron para ayudar a las doctoras Mena y
Marcos. Ellos hacen un primer asesoramiento explicando el proceso, y derivan a
los matrimonios primero a una monitora de Creighton y luego a una de las
doctoras. En menos de un año, han asesorado a unas 450 personas, y las doctoras
están siguiendo más de 200 casos en total.
María
Martínez López
Fuente:
Alfa y Omega