El secreto del spray
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estaba
limpiando el locutorio: polvo, ventanas... y llegó el momento de pasar la mopa.
Para
que el suelo quede bien, tenemos un spray específico; fui a por él, lo abrí y
me encontré con que el tubo que separa la boquilla del bote se había partido.
No había manera de hacer que saliese el líquido. Presionaba con el dedo y
nada...
Intenté
unir el tubo haciendo presión con los dedos y sí, salió líquido, pero sin
llegar al difusor. La bata de trabajo, mis manos... quedaron impregnadas del
producto, pero nada llegó a la mopa.
Al
ver el bote roto, me di cuenta de la importancia de la unidad. Todos tenemos al
alcance un spray para abrillantar el día, para ser Felices y hacer felices a
los demás, un spray compuesto por el Amor y la oración. El producto que
contiene el bote es el Amor; el vehículo para que el producto principal salga
es la oración. El tubo que separa el bote y la boquilla somos nosotros. ¿El
secreto para que funcione? Que todo esté unido. Si las piezas están separadas,
el Amor se bloquea y la boquilla no tiene nada que transmitir.
En
la oración nos encontramos con la mirada de Cristo, dejamos que entre el Amor y
cambia la perspectiva de todas las circunstancias y personas que nos rodean, y
ese encuentro con Él hace que nos cambie la mirada. ¡Ya está a punto nuestro
spray! Por nuestra "boquilla" saldrán Sus sentimientos, Sus gestos.
En
el Evangelio, Cristo nos muestra continuamente cómo Su "spray" estaba
unificado: no había circunstancia en la que no mirase al Padre, en la que
dejase que El le sostuviera, que Él le consolara, que Él guiara. Nos mostró que
la oración era el motor que le movía.
Hoy
el reto del amor es que mires si tu "spray" está unificado o si está
roto. Mira a Cristo, deja que te reconstruya para que puedas transmitir, para
que tus gestos sean los Suyos. Acércate a esa persona con la que tienes
pendiente ese tema difícil, pero antes "unifícate": ora por ella y
deja que Cristo sea el que hable.
VIVE
DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma