Queridos hermanos y
hermanas, sean en el mundo como el alma en el cuerpo, testimonios de la
Resurrección del Señor Jesús
Este
evento se realiza el sábado 28 y domingo 29 en Roma, en el Instituto Patrístico
Augustinianum y es organizado por la Conferencia Italiana de los Institutos
Seculares (CIIS) con el patrocinio de la Congregación para los Institutos de
Vida Consagrada y las sociedades de Vida Apostólica sobre el tema: “Más allá y
en medio. Institutos seculares: historias de pasión y profecía por Dios y por
el mundo”.
Texto del Mensaje del Papa
Francisco
¡Queridos
hermanos y hermanas!
Con
ocasión del 70 aniversario de la Constitución apostólica Provida Mater
Ecclesiae, la Conferencia Italiana de los Institutos Seculares, con el
patrocinio de la Congregación de los Institutos de vida consagrada y las
Sociedades de vida apostólica, los han convocado sobre el tema “Más allá y en
medio. Institutos seculares: historias de pasión y profecía por Dios y por el
mundo”. Les dirijo mi cordial saludo, con el augurio de un proficuo congreso.
Aquel
documento del Papa Pío XII fue en un cierto sentido revolucionario: de hecho
delineó una nueva forma de consagración: aquella de fieles laicos y presbíteros
diocesanos llamados a vivir los consejos evangélicos en la secularidad en la
que están inmersos en fuerza de la condición existencial o del ministerio
pastoral. La novedad y la fecundidad de los Institutos Seculares está por lo
tanto en el conjugar consagración y secularidad, practicando un apostolado de
testimonio, de evangelización – especialmente para los presbíteros – y de
compromiso cristiano en la vida social – especialmente para los laicos, a la
que se agrega la fraternidad que, sin ser determinada por una comunidad de
vida, es sin embargo verdadera comunión.
En
el surco trazado por la Provida Mater, hoy están llamados a ser humildes y
apasionados portadores, en Cristo y en su Espíritu, del sentido del mundo y de
la historia. Su pasión nace del estupor siempre nuevo por el Señor Jesús, por
su modo único de vivir y de amar, de encontrar a la gente, de sanar la vida, de
llevar consuelo. Por eso su “estar dentro” del mundo no es solo una condición
sociológica sino una realidad teológica, que les permite estar atentos, ver, escuchar,
padecer- con, gozar-con, intuir las necesidades.
Esto
quiere decir ser presencias proféticas de manera muy concreta. Significa llevar
al mundo, en las situaciones en las cuales se encuentren, la palabra que se
escucha de Dios. Es esto lo que caracteriza en sentido propio la laicidad:
saber decir aquella palabra que Dios tiene que decir sobre el mundo. Donde
“decir” no significa tanto hablar, sino actuar. Nosotros decimos aquello que
Dios quiere decir al mundo, actuando en el mundo. Esto es muy importante.
Especialmente en un tiempo como el nuestro en el que, frente a las dificultades,
puede existir la tentación de aislarse en los propios ámbitos cómodos y seguros
y retirarse del mundo. También ustedes podrían caer en esta tentación.
Pero su puesto es “estar dentro”, como presencia transformante en sentido
evangélico. Ciertamente es difícil, es un camino que comporta la cruz, pero el
Señor quiere recorrerlo con ustedes.
Vuestra
vocación y misión es estar atentos, por una parte, a la realidad que les rodea
preguntándose siempre: ¿qué pasa?, no deteniéndose en lo que aparece en la
superficie sino yendo más a fondo; y, al mismo tiempo, al misterio de Dios,
para reconocer dónde Él se está manifestando. Atentos al mundo con el corazón
inmerso en Dios.
Finalmente
quisiera sugerirles algunas actitudes espirituales que les pueden ayudar en
este camino y que se pueden sintetizar en cinco verbos: rezar, discernir,
compartir, dar aliento y tener simpatía.
Rezar
para estar unidos a Dios, cercanos a su corazón. Escuchar su voz frente a
cada acontecimiento de la vida, viviendo una existencia luminosa que toma en
mano el Evangelio y lo toma en serio.
Discernir
es saber distinguir las cosas esenciales de aquellas accesorias; es afinar
aquella sabiduría, cultivarla día a día, que consiente ver cuáles son las
responsabilidades que es necesario asumir y cuáles son las tareas prioritarias.
Se trata de un recorrido personal pero también comunitario, por el que no basta
el esfuerzo individual.
Compartir
las suertes de cada hombre y mujer: también si los acontecimientos del mundo
son trágicos y oscuros, no abandono las suertes del mundo, porque lo amo, como
es con Jesús, hasta el final.
Dar
aliento: con la gracia de Cristo jamás perder la confianza, que sabe ver el
bien en cada cosa. Es también una invitación que recibimos en cada celebración
eucarística: «Elevemos nuestros corazones».
Tener
simpatía por el mundo y por la gente. También cuando hacen de todo para
hacérnosla perder, estar animados por la simpatía que nos viene del Espíritu de
Cristo, que nos hace libres y apasionados, nos hace “estar dentro”, como la sal
y la levadura.
Queridos hermanos
y hermanas, sean en el mundo como el alma en el cuerpo (cfr Carta a Diogneto,
VI, 1), testimonios de la Resurrección del Señor Jesús. Este es mi deseo para
ustedes, que acompaño con mi oración y mi bendición.
En
el Vaticano, 23 de octubre de 2017
Raúl
Cabrera