Sin memoria
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Últimamente
me fijo un montón en Jubi. Muchas veces se intenta salir con la suya: colarse
en el monasterio, de un salto quitar la merienda a la monja que pasea, robarnos
las pinzas de tender y morderlas hasta destrozarlas... así que, entre unas y
otras, últimamente se está llevando más de una reprimenda.
El
otro día, sin ir más lejos, se nos “coló” en el Noviciado. Debió de pensar que
la sala era un baño público... y ya puedes imaginar lo que vino después. Total
que, por nuestra reacción, entendió que no había hecho bien, y salió corriendo
escaleras abajo.
Te
preguntarás que qué observo en todo esto, y es que, después de que la hubiese
liado o tras una regañina, iba donde ella y Jubi estaba como si nada hubiese
pasado un rato atrás. ¡Tiene memoria a corto plazo!
Esa
actitud de Jubi me impresiona, porque las personas, cuando nos equivocamos o
actuamos mal, somos los primeros en juzgarnos, y muchas veces lo hacemos
bastante duro. No sólo corremos escaleras abajo, sino que nos culpabilizamos
hasta el punto de castigarnos a nosotros mismos. Tenemos mucha memoria con
nuestros errores. En nuestra vida de fe, un error nos puede llevar a no volver
a entrar en la iglesia y, si lo hacemos, son los últimos bancos los que
ocupamos, como si de esa manera nos librásemos de una buena reprimenda. Dudamos
tanto del Amor incondicional...
Cristo
está ahí por ti y para ti, ha muerto y ha resucitado por ti. Sabe de tus
heridas, de tus traspiés, y no se ha quedado entre nosotros en la Eucaristía
para reprocharte nada; al contrario, es tu debilidad la que le hace estar ahí
para que te puedas dejar abrazar, para que puedas dejar en Él todo aquello que
tanto te pesa y llevas años arrastrando.
Hoy
el reto del amor es que no corras escaleras abajo. Entra en una iglesia y
siéntate en los primeros bancos. Vuelve a Él, déjate abrazar tal y como estas.
No te muevas hasta que sientas la paz que tanto anhela tu corazón y puedas olvidar
como Él olvida, perdonarte como Él te perdona; y, si lo sientes, busca un
sacerdote al que puedas abrir tu corazón.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma