Está
muy de moda escuchar hablar de la autoestima y de amarte a ti mismo. Y es muy
necesaria e importante, pero vivida en su justo medio
Todos
nacimos con esa necesidad del yo -ego-, que es lo mismo que autoestima y propia
reputación. El ser humano debe y necesita amarse y aceptarse a sí mismo e igual
de importante, saberse amado y aceptado por los que le rodean. En pocas
palabras, la valoración personal -o autovaloración- es el arranque de
motores para valorar a los demás. El gran problema de hoy en día es que muchos
se quedan tan solo en ese calentar de motores, estancados en el yo. Es
decir, primero yo, luego, por último, yo, y si me queda tiempo, los demás.
Siguiendo
todavía en esta misma línea, la autoestima va a partir de la concepción que la
persona tiene de sí misma. Y también de la idea que los demás tengan de ella.
Es decir, lo que los demás opinen sobre su persona.
Aquí
hago un paréntesis en la importancia de mandar mensajes de valoración
positiva a nuestros hijos, sobre todo a edades tempranas. Si deseamos, por
ejemplo, que ellos sean veraces, es decir, que tengan la virtud de la
sinceridad, hay que dar por hecho en ellos esa virtud, que ya la poseen.
¿Por
qué? Porque solo así ellos harán lo posible por identificarse con las
expectativas que de ellos se tiene. Por lo menos, antes de decir una mentira se
detendrán a reflexionar y pensarán: “Mis papás confían en mí y en mi palabra.
Ellos esperan algo bueno, grande y valioso de mí. No les puedo fallar”.
Si
como padres tenemos la certeza de que nos está mintiendo, podemos emplear
alguna de estas poderosas frases, “yo espero en ti” o “yo creo en ti”. Estas
son líneas que motivan a cualquiera de nosotros a acercarnos a lo que se espera
de uno. Si, por el contrario, a los hijos se les mandan mensajes negativos como
que eres un mentiroso, también se identificarán con ese pensamiento y actuarán
conforme a él.
La
sana autoestima comienza en casa. Como expreso Madame Marie Curie: “No podemos
confiar en construir un mundo mejor sin mejorar a los individuos”. Es
decir, yo me amo, hago todo por ser la mejor versión de mí mismo, pero para
salir y darme, entregarme al mundo. Esta es la verdadera autorrealización,
servir por amor.
Dejemos
hasta aquí la ciencia humana y demos un brinco a la ciencia divina. A
transformar nuestra autoestima en Cristo estima. Es decir, en desarrollar
aprecio o afecto por uno mismo, pero enraizados en Dios. Es un ego en el que
salimos de nosotros mismo a trascender. No conoce de límites ni egoísmos porque
su fuente eterna es el verdadero amor, Dios. Así es, yo valgo, me aprecio y
valoro porque soy creación perfecta de Él.
¿Quiere
decir que si no creo en Dios no valgo nada? ¡No, no significa eso! Quiere decir
que el reconocerme hijo de Dios me da la certeza de su protección, cuidados,
etc. y todo eso me hace ir por la vida con una enorme seguridad. Una persona al
sentirse “digno” y meritorio de ser hijo de Dios se puede comer al mundo a
puños, porque andará su caminar con la certeza de su infinito amor.
Dios
me ama y me acepta tal y como soy, con todas mis cualidades y defectos, con mis
pecados, caídas, y tropiezos. Sin embargo, también me regaló inteligencia, voluntad
y libertad para que en el “buen” uso de estos dones y de manera libre, por
elección personal elija su amor y vivir solo en obediencia a ÈL.
Insisto,
aceptarnos tal como somos es la base para crecer en una estima personal sana.
Nuestra estima se va enfermando porque siempre estamos en búsqueda de tener
algo más, de tener algo diferente y no gozamos de lo que somos en este momento.
Piensa, eres de los que te ves en el espejo y comienza por encontrarse defectos
en vez de dar gracias porque, para empezar, tienes dos ojos que te pueden
permitir ver tu maravillosa perfección.
¿Quieres
crecer en estima? Entonces date cuenta de todo lo que posees en vez de
lamentarte por lo que no tienes. Valora todo lo que Dios ha hecho de ti, no
solo lo que te ha dado. Crecerás en estima
cuando reconozcas lo lleno de bendiciones que estás. Acéptate de una manera
sana, sin egos ni altanerías, sino con humildad, pensando que en qué hiciste
para merecer todo lo que eres y que Dios te ha dado, te ha confiado por un
corto periodo de tiempo.
¿Sabes? Dios
te planeo así, tal y como eres y cuando tú no te aceptas es como si voltearas
al cielo y le dijeras, te equivocaste. Si te sirve compárate con una flor.
Porque eso eres, una flor en el jardín de Dios, única e irrepetible. Date cuenta
de los miles de variedades de flores que hay, unas más blancas, unas más
largas, otras pachoncitas. Es más, hay hasta las que huelen feo, pero ninguna
fea. Quizá no nos gustaran todas. Sin embargo, cada una tiene características
únicas que la diferencian de las demás. Eso eres tú, una maravillosa flor
llamada hija de Dios.
Tampoco
tu estima personal puede radicar en tu apariencia física o en si eres hija de
fulano o si tienes tanto dinero. Es una realidad que las arrugas y la edad
llegan y que el dinero viene y va. Hasta las flores se marchitan. Por
eso, basa tu estima en valores trascendentes, esos que nunca mueren porque
si la pones en las cosas del mundo, por ejemplo, en tener dinero o en que no
tengo arrugas o soy delgada, ¿qué sucederá el día que no tengas nada de eso?
¿Querrá decir que ya no vales nada? Tu estima necesita radicar en esa DIGNIDAD
que posees como creación única y perfecta de Dios.
No
esperes a que alguien más reconozca tu valor, reconócelo tú. Dios ya te lo
reconoce. No esperes a que alguien más te acepte para aceptarte tú. Dios ya te
acepta. No esperes a que alguien más te ame para tú amarte. Dios ya te
ama. No esperes a que alguien más te brinde seguridad porque tu mayor
seguridad nace desde dentro de ti, de tu alma, de la certeza de que tu vida
está en manos de Dios.
Comienza
a hacer cambios positivos en ti para que crezca esa estima y la puedas portar
con seguridad. Para lograrlo solo se requiere de tu
voluntad, de querer hacerlo, de buscar ayuda si es necesario, la más
importante, la de Dios. Fuiste creada hecha a imagen y semejanza de Él.
¿Entiendes el peso de estas palabras? Dios te creó un ser único, con cualidades
y talentos inalienables, únicos. Te creó “en serio”, no “en serie”, para que
libre y seriamente elijas hacer morada con Él.
Saca
esa fuerza interior que llevas dentro y reconócete amado por Dios, no lo des
por sentado. Si tú te sientes y te reconoces bello por dentro y por
fuera, ese sentimiento se empoderará de ti y vas a sentir mucha seguridad,
misma que vas a irradiar e irás por la vida con “el buen olor de Cristo” y por
lo tanto tu estima crecerá.
Crecer
en estima enraizados en Cristo, es decir, ¡qué maravilla! ¡cuánto he de valer
que el mismo Jesús nunca dudó en dar la última gota de su sangre por amor a mí!
Si,
es verdad que Dios me ama tal como soy, pecador. Pero no se vale déjame llevar
por esta “presunción”, la cual también es ofensiva y abusiva. Está en mi elegir
soltar cualquier cosa que me separe de vivir a plenitud su amor. Está en mi
elegir el amor a Dios o escuchar al mundo, al demonio, y dejarme llevar por la
carne las cuales me pueden ofrecer crecer en mi estima por medio de artimañas
-mentiras- que muy pronto me harán pagar la factura.
¿Sabes
que Dios te ama y te acepta tal y como eres? Así que recuerda y recuérdalo
bien: tal como eres, eres perfecto. Así que ha crecer ese corazón
perfeccionándote en su amor. Eres grande, eres hijo de Dios.
Luz Ivonne Ream
Fuente: Aleteia