Ha
llegado el tiempo de disipar el mito de que la ropa de moda y el maquillaje
están reñidos con ser creyente. La moda es un campo del arte y no hay razón
para eliminarla de nuestra vida
Voy
a la iglesia, por lo general, a las misas para los niños. Siempre observo con
interés a las madres con más estilo sentadas en los bancos de
la iglesia. Se ven más que arregladas, son atractivas.
Por
supuesto, no les pongo etiquetas a otras mujeres que están rezando. Si eligen
tener un aspecto modesto o una apariencia neutra, puede ser que prefieran
dedicar el tiempo a la familia y no perderlo delante del espejo, ¿quién sabe?
Pero me
alegro de que, entre ellas, haya otras mujeres que se han tomado como prioridad
lucir un bonito peinado y vestir con gusto un domingo por la mañana. Me
alegro de que por medio de un bolso de moda, unas pestañas pintadas y zapatos
de tacón, echen por tierra el conocido mito de que dicha atención hacia sí
mismas (más allá de vestirse para ir abrigada y limpia) sea algo vacío e
inútil. Porque no lo es.
Estereotipos dañinos
En
Polonia, nadie entiende mejor lo que son los estereotipos, que los jóvenes
católicos practicantes. Nos topamos con
las opiniones generalizadas y sin sentido, que discriminan y encasillan.
Sabemos lo desagradable que es el sentimiento de injusticia cuando a las
personas que se interesan por la moda se las percibe como algo negativo.
¿Por
qué a las personas con estilo, que siguen las tendencias de la moda y ( en
especial) a los católicos, los consideramos unos vanidosos?
Probablemente
ningún campo de las artes aplicadas haya estado tan desacreditado como el
diseño de moda. Lo asociamos, por lo general, con el vacío moral, la
superficialidad, el lujo y el despilfarro de dinero.
Cuantos
más elementos comerciales, absurdos e inmorales se cuelan en el negocio de la
moda, tanto más, a nosotros, los católicos, todo el brillo asociado a las
tendencias, la ropa y las modelos, nos parece más hostil. Sin embargo, ¡no es
así!
¿Y si la moda es arte?
El
diseño de moda es una carrera artística que se da en muchas universidades de
prestigio. Entre las mejores del mundo se
encuentran la St. Martins de Londres y la Parsons de Nueva York.
La
profesión del diseñador de moda es una ocupación difícil. Requiere talento,
trabajo duro, perseverancia y suerte para alcanzar el éxito internacional. El
diseño de moda en algunos aspectos es similar a los demás campos relacionados
con la creatividad.
Alguien
diseña nuestras casas, interiores de automóviles, objetos de uso cotidiano,
jardines. De alguna manera, los beneficios de
la utilización de dichos diseños atractivos visualmente día a día no molesta a
nadie. Ninguno de mis conocidos que son católicos viviría en cualquier choza o
viajaría en una rickshaw (un vehículo ligero de dos ruedas que se desplaza por
tracción humana). Algunos viven incluso en casas bastante lujosas y tienen
buenos coches). Así que ¿por qué el uso de ropa de diseño o utilizar una mejor
barra de labios es considerado como algo frívolo?
Enseñar a las mujeres a resaltar sus puntos fuertes
Soy
estilista y periodista de moda desde hace 13 años. He impartido cursos de
formación sobre el estilismo en las grandes empresas. He vestido a las
celebridades y modelos para sus sesiones de fotografía para periódicos y
anuncios. Ya desde mi infancia me he interesado por el estilismo – no
porel diseño de ropa, sino por su combinación, por la creación de la imagen,
por expresar algo a través de la ropa. Inventaba siempre
nuevas looks para mis muñecas (como, probablemente, todas las
chicas), y también para mis amigas y mi hermano menor.
Luego
vino la etapa de la creación de los disfraces para carnavales para mis amigos y
familiares. También de vestuario para obras de teatro escolares, para mis
propios “desfiles de moda” y fiestas temáticas para los padres. A la edad
de 13 años, junto con mi prima, escribí incluso un libro sobre las tendencias y
estilos en la moda.
Mis
padres -ambos católicos y conservadores- nunca hicieron que sintiera que hacía
algo malo, vacío o innecesario. Incluso cuando recortaba siluetas de las
modelos de las cubiertas de la revista „Twój Styl” [“Tu estilo”] y las pegaba
en la pared.
El
arte del estilismo me lo enseñaron mi madre y su hermana.Mi tía vivía en los EE.UU. y ella siempre nos
informaba de “lo que se llevaba”. Recuerdo a mi madre con el peinado de Matilde
de “El profesional (Léon)” en los zapatos de tacón ancho (elegantes
éxitos de la moda de los años 90).
Pasión por la belleza
Después
de unos años llegué a trabajar en la editorial de la revista “Marie
Claire” como ayudante, y fue ahí donde me enteré de la existencia de
la profesión del estilista. Mi padre me dijo entonces: “Se me hace difícil
creer que tus juegos infantiles se han podido convertir en un verdadero
trabajo”. Al principio, aquel trabajo fue duro para mí: corría con bolsas
llenas de ropa y calzado por la ciudad, planchaba montones de cosas y las
colocaba en cajas de cartón. También tenía que llamar a París y organizar las
apariciones de mi jefa en los desfiles de moda de los diseñadores más famosos
del mundo.
Entonces
me di cuenta de que no trabajábamos sólo con “trapos”. Creábamos una especie de
visión artística, inspiración, modelo de belleza, cuyo objetivo era divertir y
enseñar a las mujeres cómo acentuar sus puntos fuertes.
Llegaba
el fotógrafo, discutía la idea con el jefe del departamento de moda y así se
desarrollaba la sesión. La historia visual contada por la ropa. Luego,
en los días previos a Internet e Instagram, la moda era realmente algo
especial, y para mí también importante. Las personas con las que trabajé fueron
arquitectos de profesión, licenciados en artes gráficas, pintura, periodismo.
Todos ellos se dedicaron a la moda por su pasión por la belleza.
La moda: una forma de expresar los sentimientos
Cualquier
campo puede convertirse en una herramienta para promover el mal. Ciertamente,
el impulso para el consumo, la eterna juventud, la visión idealista de la
feminidad, que mueve el actual negocio de la moda, es una herramienta así.
Además, el desequilibrio entre la satisfacción de las necesidades
estéticas promovidas por la moda, y la miseria que acompaña a la producción de
prendas de vestir desde el momento en que la mayoría de las empresas
trasladaron la producción a países del tercer mundo, es objeto de
controversia. Un católico también se ve obligado a pensar acerca de si
quiere ser parte de esta máquina de profundización de las desigualdades
sociales. Esta es, sin embargo, sólo una parte anti-natural de una forma mucho
más noble de un fenómeno cercano a lo humano.
La
moda es una forma de expresar los sentimientos, haciendo hincapié en el estado
de ánimo y nuestro carácter. Es un código cultural, que utilizamos en el trato
con los demás.
La
historia de la moda está una llena de referencias que sólo saben leer
entrenados eruditos. La antigua Grecia, vuelos al
espacio, el cómic, la pintura abstracta, mosaicos bizantinos, folclore
africano, elementos militares, la literatura, los deportes… Encontramos todas
estas temáticas en las pasarelas de París, Nueva York, Milán y Londres. En la
moda tenemos tanto el humanismo como el anhelo de belleza eterna, que es,
después de todo, un regalo de Dios.
La moda no tiene que estar centrada en la sexualidad
Hace
40-50 años, una mujer bien vestida en la calle era algo natural. La generación de nuestras abuelas coleccionaba
guantes, modificaba cuellos para que parecieran más actuales y se ponían rulos
en la cabeza para que coincidieran con las tendencias actuales en la
peluquería. Las señoritas se arreglaban también para ir la iglesia. La
preocupación por ir vestida a la moda no le sorprendía a nadie. ¿Por qué es
diferente hoy en día?
Sólo
depende de nosotras mismas lo que haremos con la moda y cómo nos posicionaremos
frente a ella. Una cosa es cierta: el uso del bien y de la belleza, que
se asocia con la moda, no es un pecado. Podemos realizar el slow
fashion. Podemos ser unas minimalistas. Podemos jugar en el fair
trade [comercio justo], en la moda ecológica, la moda local, en el
bricolaje y el reciclaje de ropa. Sin embargo, no tratemos con menosprecio a
las mujeres que no encuentran la alegría de la vida mirando imágenes de
pasarelas parisinas.
Miremos
con admiración a las católicas estilosas. Observemos la satisfacción en los
ojos de sus maridos y sus hijos. No olvidemos el código cultural que
crea la moda y que es parte del patrimonio de nuestra civilización. Y,
finalmente, reconozcamos que el desconocimiento o subestimación de las esferas
relacionadas con la moda podría, paradójicamente, convertirnos en víctimas.
Porque todo lo que usamos, incluyendo un par de zapatillas de deporte del
supermercado más barato, fueron diseñadas por alguien.
Vale
la pena investigar si nuestro bolso fue realmente hecho en China siendo la
copia barata de un modelo de la famosa casa de moda Hermès y que quizás sería
más conveniente la próxima vez gastar el dinero en la compra de un de producto
original de un diseñador de nuestro país.
Pola Madej-Lubera
Fuente: Aleteia