Ataque nocturno
Hola,
buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
estábamos en el recreo de la noche y, como era domingo, lo compartimos con las
hermanas de Comunidad. La Madre Priora dijo que el recreo sería en la huerta
(en la zona de Comunidad tenemos unos bancos en los que nos sentamos y
compartimos).
De
repente, estoy tan tranquila escuchando a mis hermanas... y cae sobre mi
escapulario un excremento de ave. Sí, un pájaro hizo sus necesidades justo
encima de mí.
Me
quedé mirando el escapulario, la mancha que me había hecho, y no daba crédito a
lo que me acababa de pasar.
Dentro
de mí se desató un buen enfado: el hábito me lo acaba de poner limpio, sentía
que ese pájaro me había invadido, me había ensuciado... y todo sin pedir
permiso, sin que me diese cuenta. Para cuando lo vi, ya estaba en mi
escapulario.
Lo
que me salía era mirar al cielo buscando al culpable. En ese momento, una
hermana se levantó y me dijo:
-
No te preocupes, dame el escapulario, que te lo limpio.
Se
lo entregué y se marchó a quitarme la mancha. La verdad es que el amor de esta
hermana, su sonrisa, su paz, su naturalidad, fue el bálsamo para curar mi
enfado. No le dio la más mínima importancia y, con una alegría desbordante, me
hizo este servicio.
Así
actúa Jesús ante nuestros enfados: muchas veces mueve el corazón de la persona
que tienes a tu lado para devolverte la Paz. Jesús le regala a esa persona el
don del servicio y del amor para que, con sus dones, pueda paliar tu enfado. No
mires a esa persona como tal, es Jesús el que está en ella actuando para tu
bien. Y lo más importante es dejarte amar; estamos creados para amar y que nos
amen.
Hoy
el reto del amor es descubrir a Cristo en un gesto, en una palabra, en un
servicio que alguien tenga hacia ti. Cuando reconozcas a Cristo en esa persona,
párate y dale gracias al Señor por ello. Jesús hoy se te manifestará a través
de esa persona, sirviéndote. Pero ten cuidado: que la mancha no te distraiga
del amor, que la pasión no te nuble la razón, para que puedas ver con los ojos
de Cristo.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma