Es posible cambiar el mundo
No son estadistas ni generales
de división; tampoco magnates o un filántropos de esos que aparecen,
curiosamente, cada vez que hacen una donación “altruista”. Si les digo sus
nombres, es muy probable que ni siquiera haya escuchado hablar de ellos. Hace tres
años, en 2014, un estadounidense, Ed Wethli recibió en su casa a Thomas Gabriel
(nombre ficticio, por razones de seguridad), un refugiado sirio, y a su
familia.
Con esa acción, dio
el banderazo de salida a lo que ahora se ha convertido en un movimiento internacional
de ayuda a refugiados de países de Medio Oriente y de África. Para Gabriel,
estos tres años son los más cercano a un milagro que ha tenido en su vida y en
la de sus seres queridos.
En 2014, Gabriel y
su familia enfrentaron el rostro de la muerte en la guerra civil que aún se
mantiene en Siria. Hoy vive con tranquilidad en algún lugar de América del
Norte, con su esposa y dos hijos. No es que el miedo no lo toque. Lleva estos
años esperando el asilo en condición de refugiado por Estados Unidos y, al
mismo tiempo, con el temor por lo que pueda pasarle de malo a sus familiares
que aún viven en su país.
Con todo, Gabriel
tiene ya un trabajo, sus hijos están en la escuela. Y él y su familia son los
inspiradores de la creación de una organización no lucrativa que ha ayudado a
docenas de refugiados de Siria y Somalia.
“Dios es magnífico,
comenta Gabriel al semanario *U.S. Catholic*, y sigo compartiendo esto con
muchos amigos aquí”. Y más adelante agrega: Uno de ellos (de sus amigos) me
dijo: “Dios ha dejado de hacer milagro” Me enfade mucho, dice Gabriel, pues
estar aquí con mi familia es un milagro”.
La organización no
lucrativa que Gabriel ayudó a fundar se llama *Misión Ananías*, por el
personaje que aparece en los Hechos de los Apóstoles: un converso al
cristianismo del primer siglo que en Damasco devolvió la visión a San Pablo.
“Ananías fue la
herramienta bendita de Dios para curar a San Pablo. A través de él cambió su
vida para el bien, apunta Gabriel, y eso es lo que estamos tratando de hacer
ahora; tratando de ser la diferencia para gente que ha sido perseguida y
torturada”.
La foto del pequeño Aylan Kurdi
Puesto que muchos en los
Estados Unidos ven la guerra en Siria como musulmanes extremistas que matan a
cristianos, vale la pena señalar que un colega de negocios musulmán ayudó a
salvar a Gabriel y a su familia. Este hombre, al oír hablar del peligro que
Gabriel enfrentaba en Siria, lo conectó en Estados Unidos con Ed Wethli, un
mayorista de café en el área de Pittsburgh.
Por varios meses, a
principios de 2014, Gabriel llamó muchas veces a la semana a Wethli. Gabriel
trabajaba fuera de Siria, mientras que su esposa e hijos permanecían en
Damasco, sin posibilidad de salir de su casa por el fuego cruzado y las
explosiones en las calles de la capital siria.
Gabriel no podía
regresar a Siria por temor a ser incorporado a una de las milicias partidarias
que se encontraban (se encuentran) en guerra. Quería que Wethli lo ayudara a
que su familia se reuniera, pero en Estados Unidos.
En sus
conversaciones telefónicas, Wethli le hacía preguntas a Gabriel para probar su
fe y sus motivaciones, para estar seguro de que podía confiar en ese hombre al
que jamás había conocido con anterioridad.
Cerca de la Navidad
de 2014, cuando la guerra civil en Siria recrudeció, Wethli recibió en su casa
a Gabriel y su familia. Acto seguido, los ayudó a reinstalarse, a abrir cuentas
bancarias, adquirir un teléfono, seguro médico y a inscribir a sus hijos en la
escuela.
“Después, dice
Wenthli, empezaron a compartir sus historias y las de sus familiares en Siria”.
Gabriel contó que un primo suyo que era juez fe asesinado por la espalda y su
esposa decapitada. Su madre está escondida en un departamento, sin acercarse a
la ventana por temor a los francotiradores…
Cuando Wenthli vio
la foto del pequeño Aylan Kurdi de tres años ahogado y tirado en la arena de
una playa turca, supo que tenía algo más que hacer que recibir a una familia de
refugiados sirios. Aylan era “la pintura de la inocencia” que moría tratando de
escapar de la guerra civil en Siria.
Mensajes de texto, solidaridad
humana
Wethli habló con Gabriel acerca
de lo que podrían hacer juntos y comenzaron a elaborar un plan. Wethli escribió
60 mensajes de texto invitando a su casa a amigos que él creía que podrían
ayudar. Se presentaron 20, la mayor parte de los cuales forman en la actualidad
el consejo de directores de Misión Ananías.
Alguien de los
presentes en esa primera reunión sugirió la necesidad de tener un abogado que
pudiera ayudar a salir a los refugiados e reasentarlos en Estados Unidos. Otro
dijo que tenía una sobrina que era abogada, aunque no de migración: Jennifer
Allison. Ella se fue involucrando poco a poco y hoy es la directora ejecutiva
del programa.
Pero Estados Unidos
no era el lugar indicado para traer a los refugiados, sino Canadá. El gobierno
canadiense da recursos a las iglesias para que reciban refugiados de Medio
Oriente. Y es como la *Misión Ananías*, con patrocinios de particulares y con
la buena disposición de Canadá, ha podido reasentar a personas como Gabriel y
su familia.
Cuando en 2015 el
Papa Francisco anunció que iba a traer a vivir a dos familias sirias al
Vaticano, y que cada parroquia de Europa podría unirse al plan, la diócesis
canadiense de Ontario, encabezada por su obispo Gerard Bergie, tomó la
iniciativa. Pero nadie sabía cómo ni cuanto se necesitaba por refugiado, hasta
que recibieron la llamada de Wethli desde Pittsburgh: ellos habían juntado
30,000 dólares y necesitaban un socio.
Desde entonces Misión
Ananías ha recaudado fondos para traer 50 refugiados
sirios y sus familias a Canadá, y ha recaudado 260,000 dólares. Las Iglesias se
comprometen al patrocinio por un año, y la sociedad hace el resto. Y Ananías comienza
a expandir sus servicios.
Todo por el buen
corazón de un católico estadounidense y la fe de un cristiano sirio y su
familia.
Jaime Septién
Fuente: Aleteia