Miles
de peregrinos se reúnen cada domingo en la Plaza de San Pedro para rezar a la
Madre de Dios
Confío
a María, Reina de la paz, el destino de las poblaciones afligidas por
guerras y conflictos, en particular en Oriente Medio. Tantas
personas inocentes están duramente afectadas, ya sea cristianas que musulmanas,
como así también pertenecientes a minorías como los yazidíes, los cuales sufren
trágicas violencias y discriminaciones. A mi solidaridad se acompaña el
recuerdo en la oración, mientras agradezco a cuantos se empeñan en subvenir a
las necesidades humanitarias. Aliento a las diversas comunidades a
recorrer el camino del diálogo y de la amistad social para construir un
futuro de respeto, de seguridad y de paz, lejos de todo tipo de guerra.
Ayer
en Dublín fue proclamado Beato el sacerdote jesuita John Sullivan.
Vivido
en Irlanda entre el ochocientos y el novecientos, él dedicó la vida a la
enseñanza y a la formación espiritual de los jóvenes, y era tan amado y buscado
como un padre por los pobres y por los sufrientes. Demos gracias a Dios por su
testimonio.
Saludo
a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de varios países. En
particular los fieles de Ivrea, Salerno, Valmontone y Rimini; los alumnos de
Potenza y de Mozzo (Bergamo). Saludo a los participantes a la iniciativa
denominada “Cochecitos vacíos” y al grupo de las mamás de Bordighera: el
futuro de nuestras sociedades requiere de parte de todos, especialmente de
las instituciones, una atención concreta a la vida y a la maternidad. Y
este llamamiento es particularmente significativo hoy mientras se celebra, en
tantos países, el Día de la madre. Recordemos con gratitud y afecto a todas las
mamás, incluso a nuestras mamás en el Cielo, confiándolas a María, la mamá de
Jesús. Y ahora les hago una propuesta: permanezcamos algunos instantes en
silencio, cada uno rezando por la propia mamá.
Traducción
del italiano: María Cecilia Mutual
Radio
Vaticano