A menudo sinónimo de
muerte, la extremaunción a veces da miedo. ¿Un error? Sin duda
A
partir del siglo III, la Tradición apostólica nos refiere a la fórmula de la
bendición del óleo. En el 416, el papa Inocencio I habla de la unción necesaria
para una serie de enfermedades. Sin embargo, es en 1173 cuando el sacramento de
los enfermos hace aparición oficial bajo el nombre de extremaunción o
sacramento de los moribundos.
Su
fuente principal se encuentra en la Epístola de Santiago (5:14-16): “¿Está
enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren
sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe
salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido
pecados, le serán perdonados”.
Hasta
el siglo XX, el sacramento de los enfermos era un anuncio de muerte inminente,
regularmente ilustrado en la literatura de los siglos XVIII, XIX y XX. Es tal
el miedo que provoca, que no muchos se atreven a solicitarlo.
La reforma del Vaticano
II: punto de inflexión
Durante
el Concilio Vaticano II, en 1972, la extremaunción toma el nombre de “unción de
los enfermos”. El objetivo es retirar esa perspectiva extrema, por no decir
trágica. Así pues, esta reforma extiende el sacramento a todos los
enfermos, personas de avanzada edad u otras personas en situación frágil, y no
solamente a los agonizantes. Lejos de la muerte, se convierte en un sacramento
de vida.
¿Un sacramento
ilimitado?
En
cierto modo sí, en efecto, igual que el sacramento de la eucaristía y de la
confesión. En la práctica, se concede cuando se sufren problemas de salud.
Puede ser al principio o al fin de una enfermedad grave o si se padece un gran
sufrimiento moral (cáncer, gripe grave o depresión, por ejemplo). También puede
volverse a dar en un momento de empeoramiento significativo de la enfermedad.
Solo
la eucaristía dada como viático, última comunión para el enfermo, sigue
siendo sinónimo de muerte cercana.
¿Cómo se desarrolla este
sacramento?
El
sacramento de los enfermos, como todo sacramento, es una celebración litúrgica
y comunitaria. Puede tener lugar en el hospital, en una casa particular,
durante una celebración comunitaria o un peregrinaje. Únicamente los
sacerdotes pueden administrarla.
La
Iglesia exige que el enfermo esté consciente (y vivo, claro está) ya que
debe poder ser voluntaria. De todas formas, en caso de duda y con la muerte
inminente, el sacerdote puede decidir de manera diferente.
Para
el desarrollo de la celebración, el sacerdote impone las manos en silencio
antes de consignar la unción con el óleo de los enfermos. Este óleo habrá sido
bendecido necesariamente con antelación por el obispo (el único capacitado para
esta bendición) durante la Semana Santa.
El
sacerdote entonces pronuncia estas palabras: “Por esta santa unción y por su
bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo”.
Luego: “Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte
en tu enfermedad”. El enfermo habrá de responder “Amén” después de cada una de
las frases.
¿Por qué un sacramento
de los enfermos?
El
sacramento de los enfermos es un remedio para dar fuerzas al alma y al cuerpo,
así como para otorgar valor para afrontar la prueba de sufrimiento. Es también
un medio para que el enfermo se reconcilie consigo mismo, con sus seres
queridos y con Cristo.
AMAURY BUCCO
Fuente:
Aleteia