Una tierra buena (pero no
perfecta)
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Gracias
a Dios, tenemos una preciosa y enorme huerta de la que todas disfrutamos. En
ella crecen árboles de muchas clases, también tenemos un trocito de huerto
cultivado... y mucha "mala hierba".
Hace
unos días, un amigo nos mandó a un experto para tomar muestras de la tierra y
ver qué componentes le hacen falta, y su comentario me encantó: "No os
preocupéis, porque la hierba, podrá ser mala, pero, si crece, eso significa que
la tierra tiene vida".
Las
malas hierbas crecen con una facilidad... justo al contrario de las plantas que
realmente nos gustaría que se dieran. En algunas zonas ajardinadas, pasamos la
cortacésped sobre las malas hierbas para dejarlo bonito y transitable, pero en
las eras esto es imposible. Tan sólo dejamos que crezcan y después llamamos a
una persona que nos pasa el tractor "peinando" las eras, y así tira
de las hierbas y las va arrancando de la tierra.
Y
algo parecido me pasa en mi vida. Cuánto me gustaría que no me salieran
"malas hierbas": que si una mala contestación, que si un rato de mal
humor, que si me he olvidado de hacer esto... Muchas veces pensé que lo mejor
sería eliminar por completo eso de mi día a día, y, de hecho, alguna vez lo he
intentado hacer en mis fuerzas. Y, sí, es verdad, quizá desaparecían
exteriormente estas cosas, pero, poco a poco, me daba cuenta de que me quedaba
sin vida. Para matar las malas hierbas, se acababa por matar también las
buenas.
Y
cuando te quedas sin vida eres como inmutable, parece que nada te afecta y, si
intentas entregarte, parece como que no tienes nada que dar a los demás.
Realmente
merece la pena dejar que crezcan las malas hierbas junto a las buenas, porque
así, al verlas, tienes la oportunidad de sacarlas de raíz, o de ir dándoles
forma para que muestren el camino de belleza que el Señor va haciendo dentro de
ti.
Jesús
no buscó unos seguidores impecables, lo que quería de ellos era que tuvieran el
corazón activado, vivo y abierto a recibir Vida. Conocía muy bien el corazón
humano y, conociéndolo, lo amó hasta el extremo. Si Jesús me ama así, quiero
pedirle el don de amarme yo también a mí misma así: pobre, sencilla, como una
tierra que se deja hacer.
Hoy
el reto del Amor es amar tu tierra. Hoy deja que Cristo active tu corazón, deja
que Él te muestre que tienes mucha vida que dar. Y, cuando surja una
complicación y las malas hierbas aparezcan, Él te quitará el miedo a pedir
perdón y a seguir adelante.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma