“El Señor pedirá cuentas
de la sangre de nuestros hermanos y hermanas que sufren la guerra”
La
guerra comienza en el corazón del hombre, por esto todos somos responsables y
debemos custodiar la paz. Lo subrayó el Papa Francisco en su homilía
de la Misa matutina celebrada este jueves en la capilla de la Casa de Santa
Marta.
El Pontífice puso
de manifiesto el tema del sufrimiento de tantos pueblos que son arrollados por
las guerras queridas por los potentes y por los traficantes de armas. Y relató
cómo vivió, siendo niño, la noticia del fin de la guerra.
La paloma, el arcoíris y
la alianza.
El Papa
Bergoglio se detuvo sobre estos tres puntos. Tres imágenes presentes en la
Primera Lectura, tomada del Libro del Génesis, que narra que Noé libera a la
paloma tras el diluvio. Esta paloma, que regresa con la ramita de olivo, es “el
signo de aquello que Dios quería después del diluvio: la paz, que todos los
hombres estuvieran en paz”. “La paloma y el arcoíris – dijo el Santo
Padre – son frágiles”.
“El
arcoíris – añadió – es bello después de la tempestad, pero después viene una
nube y desaparece”. También la paloma – prosiguió – es frágil. Y recordó cuando
hace dos años, a la hora del Ángelus dominical, una gaviota mató a dos palomas
que había liberado junto a dos niños desde la ventana del Palacio Apostólico.
La gente muere por las
guerras queridas por los potentes y los traficantes de armas
“La
alianza que Dios hace es fuerte – comentó el Obispo de Roma – pero
nosotros la recibimos, la aceptamos con debilidad. Dios hace la paz con
nosotros, pero no es fácil custodiar la paz”. “Es un trabajo de todos los
días – añadió – porque dentro de nosotros está todavía aquella semilla,
aquel pecado original, el espíritu de Caín quien, por envidia, celos, codicia y
deseo de dominación, hace la guerra”. Francisco observó además que,
hablando de la alianza entre Dios y los hombres, se hace referencia a la
“sangre”: “De su sangre – se lee en la Primera Lectura – yo les pediré cuentas;
pediré cuentas a cada ser vivo y pediré cuentas al hombre de la vida de su
hermano”. Y observó que nosotros “somos custodios de los hermanos y cuando hay
derramamiento de sangre, hay pecado, y Dios nos pedirá cuentas”:
“Hoy
en el mundo hay derramamiento de sangre. Hoy el mundo está en guerra. Tantos
hermanos y hermanas mueren, también inocentes, porque los grandes, los
potentes, quieren un pedazo más de tierra, quieren un poco más de poder o
quieren obtener más ganancias con el tráfico de armas. Y la Palabra del Seños
es clara: ‘De su sangre, o sea de su vida, yo pediré cuentas; pediré cuentas de
esto a cada ser vivo y pediré cuentas de la vida del hombre al hombre, a cada
uno de sus hermanos’. A nosotros también nos parece que estamos en paz aquí.
Pero el Señor pedirá cuentas de la sangre de nuestros hermanos y hermanas que
sufren la guerra”.
Custodiar
la paz: la declaración de guerra comienza en cada uno de nosotros
“¿Cómo
custodio yo a la paloma?”, se preguntó Francisco. “¿Qué hago para que el
arcoíris sea siempre una guía? ¿Qué hago para que no se derrame más sangre en
el mundo?” Todos nosotros – reafirmó – “estamos implicados en esto”. La oración
por la paz “no es una formalidad, el trabajo por la paz no es una formalidad”.
Y reveló con amargura que “la guerra comienza en el corazón del hombre,
comienza en casa, en las familias, entre amigos y después va más allá, a todo
el mundo”. ¿Qué hago yo “cuándo siento que llega a mi corazón algo que quiere
destruir la paz?”:
“La
guerra comienza aquí y termina allá. Las noticias, las vemos en los periódicos
o en los telediarios… Hoy tanta gente muere y aquella semilla de guerra que
produce la envidia, los celos, la avidez en mi corazón, es la misma –
germinada, hecha árbol – que la bomba que cae sobre un hospital, sobre
una escuela y mata a los niños. Es lo mismo. La declaración de guerra comienza
aquí, en cada uno de nosotros. De ahí la pregunta: ‘¿Cómo custodio yo la paz en
mi corazón, en mi intimidad, en mi familia?’. Custodiar la paz, no sólo
custodiarla: hacerla con las manos, artesanalmente, todos los días. Y así
lograremos hacerla en el mundo entero”.
El
recuerdo de un niño del fin de la guerra
“La
sangre de Cristo – puso de manifiesto el Papa – es la que hace la
paz, pero no la sangre que los traficantes de armas o los potentes hacen que se
derrame en el mundo. Y compartió un recuerdo personal de cuando era niño:
“Recuerdo:
comenzó a sonar la alarma de los Bomberos, después de los periódicos y en la
ciudad… Esto se hacía para llamar la atención sobre un hecho o una tragedia y
otra cosa. E inmediatamente oí a la vecina de casa que llamaba a mi mamá: ‘¡Señora
Regina, venga, venga, venga!’. Y mi mamá salió un poco asustada: ‘¿Qué ha
sucedido?’. Y aquella mujer, del otro lado del jardín, le decía: ‘¡Terminó la
guerra!’ y lloraba”.
Francisco recordó
el abrazo de las dos mujeres, el llanto y la alegría porque la guerra había
terminado. Y concluyó diciendo: “Que el Señor nos dé la gracia de poder decir:
‘La guerra ha terminado’ y llorando. ‘Ha terminado la guerra en mi corazón, ha
terminado la guerra en mi familia, ha terminado la guerra en mi barrio, ha terminado
la guerra en mi lugar de trabajo, ha terminado la guerra en el mundo’. Así será
más fuerte la paloma, el arcoíris y la alianza”.
María
Fernanda Bernasconi
Fuente:
Radio Vaticana