El Santo Padre recuerda
que la humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en
las comunidades cristianas
El
papa Francisco, como cada domingo, se ha asomado a la ventana del estudio del
Palacio Apostólico para rezar el ángelus con los fieles reunidos en la plaza de
San Pedro. Estaban también presentes los jóvenes de Acción Católica de la
diócesis de Roma que concluyen, con la “Caravana de la Paz”, el mes de enero
que tradicionalmente dedican al tema de la paz. Al finalizar la oración del
ángelus, dos de ellos, han leído desde la ventana junto al Papa un mensaje en
nombre del ACR de Roma.
Estas
son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La
liturgia de este domingo nos hace meditar sobre las Bienaventuranzas (cfr Mt 5,
1-12a), que abren el gran discurso llamado “de la montaña”, la “carta magna”
del Nuevo Testamento. Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los
hombres a la felicidad. Este mensaje estaba ya presente en la predicación de
los profetas: Dios está cerca de los pobres y de los oprimidos y les libera de
los que les maltratan. Pero en esta predicación, Jesús sigue un camino
particular: comienza con el término “bienaventurados”, es decir felices;
prosigue con la indicación de la condición para ser tales; y concluye haciendo
una promesa.
El
motivo de las bienaventuranzas, es decir de la felicidad, no está en la
condición requerida –“pobres de espíritu”, “afligidos”, “hambrientos de
justicia”, “perseguidos”…– sino en la sucesiva promesa, para acoger con fe como
don de Dios.
Se
comienza con las condiciones de dificultad para abrirse al don de Dios y
acceder al mundo nuevo, el “reino” anunciado por Jesús. No es un mecanismo
automático, sino un camino de vida de seguir al Señor, por el que la realidad
de miseria y aflicción es vista en una perspectiva nueva y experimentada según
la conversión que se lleva a cabo. No se es bienaventurado si no se es
convertido, para poder apreciar y vivir los dones de Dios.
Me
detengo en la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres en el
espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (v. 4). El pobre
de espíritu es el que ha asumido los sentimientos y la actitud de esos pobres
que en su condición no se rebelan, pero saben que son humildes, dóciles,
dispuestos a la gracia de Dios.
La
felicidad de los pobres en espíritu tiene una doble dimensión: en lo
relacionado con los bienes y en lo relacionado con Dios. Respecto a los bienes
materiales esta pobreza de espíritu es sobriedad: no necesariamente renuncia,
sino capacidad de gustar lo esencial, de compartir; capacidad de renovar cada
día el estupor por la bondad de las cosas, sin sobrecargarse en la opacidad del
consumo voraz. Más tengo, más quiero; más tengo, más quiero. Este es el consumo
voraz y esto mata el alma. El hombre y la mujer que hace esto, que tiene
esta actitud, “más tengo, más quiero”, no es feliz y no llegará a la felicidad.
En
lo relacionado con Dios es alabanza y reconocimiento que el mundo es bendición
y que en su origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a
Él, docilidad a su señoría, es Él el Señor, es Él el grande. No soy yo el
grande porque tengo muchas cosas. Es Él el que ha querido al mundo por todos
los hombres, y los has querido para que los hombres fueran felices.
El
pobre en espíritu es el cristiano que no se fía de sí mismo, de las riquezas
materiales, no se obstina sobre las propias opiniones, sino que escucha con
respeto y se remite con gusto a las decisiones de los otros. Si en nuestras
comunidades hubiera más pobres de espíritu, ¡habría menos divisiones,
contrastes y polémicas!
La
humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las
comunidades cristianas. Los pobres, en este sentido evangélico, aparecen como
aquellos que mantienen viva la meta del Reino de los cielos, haciendo ver que
esto viene anticipado como semilla en la comunidad fraterna, que privilegia el
compartir a la posesión. Esto quisiera subrayarlo: privilegiar el compartir a
la posesión. Siempre tener las manos y el corazón así (el Papa hace un gesto de
mano abierta), no así (gesto de puño cerrado). Cuando el corazón está así
(cerrado) es un corazón pequeño, ni siquiera sabe cómo amar. Cuando el corazón
está así (abierto) va sobre el camino del amor.
La
Virgen María, modelo y primicia de los pobres en espíritu porque es totalmente
dócil a la voluntad del Señor, nos ayude a abandonarnos en Dios, rico de
misericordia, para que nos colme de sus dones, especialmente de la abundancia
de su perdón.
Después
del ángelus, el Santo Padre ha añadido:
Queridos
hermanos y hermanas,
¡Cómo
veis han llegado los invasores, están aquí! (se refiere a los niños de Acción
Católica)
Se
celebra hoy la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, aun
estando en retroceso, está todavía entre las más temidas y golpea a los más
pobres y marginados. Es importante luchar contra esta enfermedad, pero también
contra las discriminaciones que esta genera. Animo a los que están
comprometidos en la asistencia y en la reinserción social de las personas
golpeadas por la lepra, a quienes aseguramos nuestra oración.
Os
saludo con afecto a todos vosotros, venidos de distintas parroquias de Italia y
otros países, como también a las asociaciones y a los grupos. En particular,
saludo a los estudiantes de Murcia y Badajoz, y jóvenes de Bilbao y los fieles
de Castellón. Saludo a los peregrinos de Reggio Calabria, Castelliri, y el
grupo siciliano de la Asociación Nacional de Padres. Quisiera también renovar
mi cercanía a la población de Italia central que todavía sufren las
consecuencias del terremoto y de las difíciles condiciones atmosféricas. Que no
les falte a estos nuestros hermanos y hermanas el constante apoyo de las
instituciones y la solidaridad común. Y por favor, que cualquier tipo de
burocracia no les haga esperar y ulteriormente sufrir.
Me
dirijo ahora a vosotros, chicos y chicas de Acción Católica, de las parroquias
y de las escuelas católicas de Roma. También este año, acompañados por el
cardenal vicario, habéis venido al finalizar la “Caravana de la Paz”, cuyo
eslogan es Rodeados de Paz. Bonito el eslogan. Gracias por
vuestra presencia y por vuestro generoso compromiso en el construir una
sociedad de paz. Escuchamos el mensaje que vuestros amigos, aquí junto a mí,
nos leerán.
[Lectura
del mensaje]
Ahora
se lanzan los globos, símbolo de paz.
Os
deseo a todos un feliz domingo. Deseo paz, humildad, compartir en vuestras
familias. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta
pronto!
Fuente:
Zenit