El Santo Padre recuerda que con el nacimiento de Jesús en Belén, es Dios
mismo que viene a habitar en medio de nosotros para librarnos del egoísmo, del
pecado y de la corrupción
El papa Francisco, como cada domingo, ha
rezado el ángelus desde el estudio del Palacio Apostólico con los fieles
reunidos en la plaza de San Pedro.
Publicamos a continuación las palabras
del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
En el Evangelio de este segundo domingo
de Adviento resuena la invitación de Juan el Bautista: “¡Convertíos porque el
reino de los cielos está cerca!” (Mt 3, 2). Con estas palabras Jesús dará inicio a su
misión en Galilea (cfr Mt 4,
17); y tal será también el anuncio que deberán llevar los discípulos en su
primera experiencia misionera (cfr Mt 10,
7). El evangelista Mateo quiere así presentar a Juan como el que prepara el
camino al Cristo que viene, y los discípulos como los continuadores de la
predicación de Jesús. Se trata del mismo alegre anuncio: ¡viene el reino de
Dios, es más, está cerca, está en medio de nosotros! Esta palabra es muy
importante: “el reino de Dios está en medio de vosotros”, dice Jesús. Y Juan
anuncia esto que Jesús luego dirá: “El reino de Dios ha venido, ha llegado,
está en medio de vosotros”. Este es el mensaje central de toda misión
cristiana. Cuando un misionero va, un cristiano va a
anunciar a Jesús, no va a hacer proselitismo como si fuera un hincha que busca
más seguidores para su equipo. No, va simplemente a anunciar: “¡El reino
de Dios está en medio de vosotros!”. Y así el misionero prepara el camino a
Jesús, que encuentra a su pueblo.
¿Pero qué es este reino de Dios, reino de
los cielos? Son sinónimos. Nosotros pensamos enseguida en algo que se refiere
al más allá: la vida eterna. Cierto, esto es verdad, el reino de Dios se
extenderá sin fin más allá de la vida terrena, pero la buena noticia que Jesús
nos trae — y que Juan anticipa– es que el reino de Dios no tenemos que
esperarlo en el futuro: se ha acercado, de alguna manera está ya presente y
podemos experimentar desde ahora el poder espiritual. Dios viene a establecer
su señorío en la historia, en nuestra vida de cada día; y allí donde esta viene
acogida con fe y humildad brotan el amor, la alegría y la paz.
La condición para entrar a formar parte
de este reino es cumplir un cambio en nuestra vida, es decir, convertirnos.
Convertirnos cada día, un paso adelante cada día. Se trata de dejar los
caminos, cómodos pero engañosos, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda
costa, el poder a costa de los más débiles, la sed de riquezas, el placer a
cualquier precio. Y de abrir sin embargo el camino al Señor que viene: Él no
quita nuestra libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. Con el
nacimiento de Jesús en Belén, es Dios mismo que viene a habitar en medio de
nosotros para librarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción, de estas
estas actitudes que son del diablo: buscar éxito a toda costa, el poder a
costa de los más débiles, tener sed de riquezas y buscar el placer a
cualquier precio.
La Navidad es un día de gran alegría
también exterior, pero es sobre todo un evento religioso por lo que es
necesaria una preparación espiritual. En este tiempo de Adviento, dejémonos
guiar por la exhortación del Bautista: “Preparad el camino al Señor, allanad
sus senderos” (v.
3).
Nosotros preparamos el camino del Señor y
allanamos sus senderos cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos
nuestras actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros
pecados en el sacramento de la penitencia. En este sacramento experimentamos en
nuestro corazón la cercanía del reino de Dios y su salvación. La salvación de
Dios es trabajo de un amor más grande que nuestro pecado; solamente el amor de
Dios puede cancelar el pecado y liberar del mal, y solamente el amor de Dios
puede orientarnos sobre el camino del bien.
Que la Virgen María nos ayude a
prepararnos al encuentro con este Amor cada vez más grande que en la noche de
Navidad se ha hecho pequeño, pequeño como una semilla caída en la tierra, la
semilla del reino de Dios.
Después del ángelus, el Papa ha añadido:
Queridos hermanos y hermanas,
¡Os saludo a todos vosotros, romanos y
peregrinos!
Saludo en particular a los fieles venidos
de Córdoba, Jaén y Valencia, de España; de Split y Makarska, en Croacia; de las
parroquias de Santa María de la Oración y del Santísimo Cuerpo y Sangre de
Cristo en Roma.
A todos os deseo un feliz domingo y un
buena camino de Adviento. Este preparar el camino al Señor, convertirnos cada
día.
Hasta el jueves por la fiesta de María
Inmaculada. En estos días rezamos unidos pidiendo su materna internación por la
conversión de los corazones y el don de la paz.
Y por favor, no os olvidéis de rezar por
mí. ¡Buen almuerzo!
Fuente:
Zenit