Debemos
entender que la conversión es un don de Dios y que debe de estar unida a una
gran fe y humildad. Esta debe de ser nuestra oración continua el señor
Conversión.
Esta es una palabra que hemos dicho en repetidas ocasiones en el transcurso de
nuestra vida y quizá también todos sepamos su significado, pero para no errarle
como de dicen por ahí, consulte un diccionario y éste es su significado
literal.
Conversión:
acción de convertirse; transformación de ideas, de valores etc.
Creo que estas
son las acepciones que de esta palabra más nos interesa. La conversión
cristiana es deja la oscuridad por la luz, es darse cuenta que se ha caminado
por el camino equivocado, es abrir el corazón, el entendimiento y la voluntad
para dejarse llevar y llenar por Jesús.
Es mudarse de
mi soberbia a la humanidad. Es mudarse de mi egoísmo a la generosidad, mudarme
de mi autosuficiencia para entender que sin Dios no soy nada, que él es y debe
ser el principio y mi fin y volverse hacia Dios y entender y comprender en toda
su riqueza que lo único y verdadero que valen la pena en este mundo es seguir a
Cristo.
Cuando una conversión se da, siempre existe una historia detrás; una historia de comportamientos erróneos, de ideas falsas, de dudas, de lucha interior, de vació de inquietud, y después de un tiempo de oscuridad y de caídas, pero también te busqué búsqueda guiados por la gracia de Dios.
Esa gracia que
el señor siempre, siempre nos está dando, pero para que si eficaces necesario
abrir el corazón de par en par y también nuestro entendimiento para que penetre
hasta lo más profundo de nuestro ser. De no ser así esa gracia será vana como
el choque de una espada contra el escudo, como choque contra un muro de acero
impenetrable.
Como dice San
Agustín " Dios que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti".
Dios siempre
nos llama y quiere que lo encontremos, que lo descubramos a veces detrás de
pequeños detalles, de una plática a la cual asistimos, en medio de la
enfermedad o de la salud, de los éxitos y de los fracasos; pero también en
medio de las alegrías y de todas las cosas buenas y amables que tenemos en
nuestra vida.
Como el caso
verídico de una amiga mía que se casó con un verdadero ateo, y se casaron por
el rito católico pero él no era practicante; de verdad era un ateo confeso, no
creía en nada.
Sin embargo a
través de los años de matrimonio y de testimonio de entrega, de paciencia, de
trabajo por Dios, de oración y de amor se dio la lo inevitable: la conversión
de este hombre; se acercó a la iglesia, se confesó y comulgó, se encontró
íntimamente con Jesús.
Se mudó del
vacío de la nada hacia un todo verdadero capaz de satisfacer completamente el
corazón humano. En la conversión se da un encuentro íntimo de Dios con el
hombre.
Hasta ahora
hemos hablado de la conversión de aquellos que no creen en nada y se vuelven
hacia el ser supremo, sin embargo que hay de aquellos que se dicen, católicos,
apostólicos, romanos y demás Marianos y ¡a mucha honra! y cuidado y se
atreven a decirles lo contrario porque se ofende; y sin embargo no va a Misa
en meses sino en años; que critican sin piedad, que toman alcohol
sin medida, que maltratan a su familia, que no permite que nadie les diga nada
pues ellos lo saben todo. No tienen idea de lo que dicen.
Todo nosotros
debemos de trabajar diariamente por nuestra conversión personal y verdadera a
Dios N. S. Pues la conversión sea de manifestar en nuestra forma de ser, lo que
decimos, lo que pensamos, lo que hacemos, en nuestras actitudes. Conversión es
mucho más que un reacomodo superfluo nuestro comportamiento; afecta en lo más
profundo de nuestro ser.
Debemos
entender que la conversión es un don de Dios y que debe de estar unida a una
gran fe y humildad. Esta debe de ser nuestra oración continua el señor.
Mudamos,
mudamos de una casa (nuestra alma) vieja, sucia, llena de vicios, de malos
hábitos, de lastres, de soberbia, de comodidad, de egoísmos, hacia una casa
limpia, generosa de la entrega, fiel perseverante y sobre todo, llena de
un inmenso amor a Dios humilde y confiada limpia, generosa en la
entrega, fiel perseverante y sobre todo llena de un inmenso amor a Dios
humilde y confiada en Él. Mudanza del corazón.
San Agustín
maestro en la escuela del amor y un ejemplo de una verdadera conversión nos
dice que el vacío que experimenta el nombre de un corazón no puede llenarse con
cualquier cosa y que el centro de gravedad sólo tiene un nombre: Dios
"Nos
hiciste señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse
en ti"
Fuente: Tiempos de Fe