Las mujeres fueron
obligadas a vivir bajo las reglas de la sharia, sin importar que no fuesen
musulmanas
Recen por los cristianos que no dejan Raqqa porque no quieren
que el cristianismo desaparezca, es el pedido de John, un joven cristiano que
durante más de un año vivió bajo el dominio del Estado Islámico (ISIS) en esta
ciudad de Siria y que en varias ocasiones temió ser asesinado.
“La única cosa que puede ayudar a la
gente de Raqqa es que el ISIS deje la ciudad. Ustedes podrían también rezar por
una solución para aquellos que quieren salir, pero no quieren perder todo lo
que tienen”, expresó este joven de 20 años.
“Recen por las
dos o tres familias cristianas que dijeron que se convirtieron al islam desde
que el ISIS llegó. Recen por aquellos que quieren permanecer porque no quieren
que Raqqa quede vacía de cristianos”, exhortó.
El relato de John
–nombre ficticio por razones de seguridad– fue difundido el pasado 29 de junio
por la organización internacional Open Doors con ocasión de cumplirse al día
siguiente el segundo aniversario de la autoproclamación del califato, ocurrida
en 2014 luego que ISIS tomara la ciudad iraquí de Mosul.
En su narración,
este joven recordó que estuvo en Raqqa –capital del califato- cuando esta
ciudad fue capturada por los fundamentalistas el 13 de enero de 2014. Días
después se les dijo a los cristianos que “podíamos convertirnos en musulmanes y
vivir una vida normal
(…), podíamos irnos, o podíamos permanecer y pagar la jizya (el impuesto para
los no musulmanes)”.
La mayoría de las 1.500 familias
cristianas que vivían en esta ciudad decidieron abandonarla, pero la familia de John junto a
otras 50 prefirieron quedarse y pagar la jizya. “Aconsejé a mis padres que
deberíamos irnos, pero no querían hacerlo” pues no querían perder todo.
Tan pronto ISIS
tomó Raqqa el único sacerdote que había dejó la ciudad y los terroristas
comenzaron a destruir las iglesias y las mezquitas chiitas. Además, las mujeres
fueron obligadas a vivir bajo las reglas de la sharia, sin importar que no
fuesen musulmanas.
“Esto fue duro
para mi madre y para mi hermana”, pues además de tener que vestir completamente
cubiertas, no podían salir de la casa si no estaban acompañadas de un familiar
varón.
Además, fue
testigo de las crueldades del Estado Islámico, como el asesinato y decapitación
de cientos de soldados sirios, dos de los cuales eran cristianos. “Colgaron las
cabezas a lo largo del camino que recorría para ir a mi trabajo”, e incluso “vi
a personas tomándose selfies”.
“Por muchas
razones ellos matan. Tienes que ser consciente de eso. Cuando hablo con ellos,
tengo que saber qué palabras uso. Cualquier palabra equivocada puede
ofenderlos. Viendo todas las atrocidades, no parecen personas, parecen
monstruos”, señaló.
John dijo que
poco a poco la vida fue retomando su curso, con los negocios volviendo a abrir,
pero bajo las reglas del califato, y él debía tener siempre a la mano el
documento que lo señalaba como cristiano y que había pagado el impuesto de
sumisión.
Contó que una
ocasión, un grupo de islamistas se bajaron de un auto y le gritaron por usar un
corte de cabello occidental. Uno de ellos se bajó y luego de recriminarle,
volvió al carro para sacar su pistola.
“Agarré para el
papel declarando que yo era cristiano y estaba pagando el impuesto. Varias
personas se acercaron para ver lo que estaba ocurriendo. Cuando le mostré el
papel, lo tomó en sus manos, lo leyó y me lo dio de nuevo. Me miró a los ojos,
se dio la vuelta y se fue”, recordó.
John dijo que
bajo el califato se enseña que se debe odiar a Occidente y que si bien en
varias ocasiones conversaba normalmente con los yihadistas en el trabajo o en
el gimnasio, las cosas cambiaban cuando “descubrían que era cristiano”. “Ellos
me aconsejaban convertirme en musulmán”, señaló.
“Nunca imaginamos
que esto podría pasar en nuestra ciudad. Raqqa era una ciudad normal en Siria,
como todas las demás ciudades. Nosotros como cristianos éramos respetados por
el resto de la población. No era una población islámica radical. En mi opinión
lo que ISIS está haciendo no es el real islam. He vivido con musulmanes toda mi
vida, nos respetábamos mutuamente, vivíamos pacíficamente juntos”, afirmó.
Finalmente John
dejó Raqqa para continuar sus estudios y ahora vive en otra ciudad siria. “Tal
vez no tenga agua y electricidad todos los días como lo tenía en Raqqa, pero me
siento seguro, interiormente tengo paz”.
Tener estas
experiencias le ha ayudado a fortalecer su fe. “Confío más en Dios. Algunas
veces las explosiones ocurrían muy cerca de donde vivía y trabajaba. Realmente
vi la protección de Dios sobre mí”, afirmó.
Fuente: ACI Prensa