“Te doy mi sí a lo que
tengo y a lo que he perdido”
Una persona rezaba al contemplar su vida: “Camino en el presente aquí y ahora. Nunca he sido de hacer
muchos planes. No pretendo saber el futuro. No quiero pensarme dentro de veinte
años. No me importa. Quiero vivir cada día como lo que es, una sucesión de
veinticuatro horas. Y así cada hora, cada minuto. En presente.
Lo importante soy yo aquí y ahora. Te doy
mi sí a lo que tengo y a lo que he perdido. A lo que sueño y a lo que deseo. A
lo que me da rabia. A lo que me da pena.
Te doy gracias, Jesús, por hacerme así
inmortal en todo lo que anhelo. Por descubrir que en mi alma hay un pozo sin
fondo, infinito.
Te doy gracias por haberme dado la
capacidad de reírme de la vida. Y de pintar con mis manos paisajes
maravillosos.
Te doy gracias porque soy capaz de
colorear el gris que a veces me turba. Escribir con palabras torpes la hondura
de mi alma.
Te doy gracias porque despiertas en mí
grandes jardines. Y me haces navegar por mares hondos que ni yo mismo sé que
existen. No quiero desperdiciar ni un solo segundo llorando amargamente lo que
no ha sido posible”.
Escucho la
llamada de Jesús a ponerme en camino. No pongo excusas. No quiero adaptarme al
mundo. Una misión que siempre es presente. No es un pasado desaprovechado. Ni
un futuro lleno de angustias. Es la
vida hoy, en esta misma hora. Vuelvo a empezar.
Dios me pide que
me levante ahora. No cuando esté listo. No cuando todas las cosas estén claras
y sepa lo que tengo que hacer. No. Ahora mismo. Con mis limitaciones y mis
miedos. Con mis pobrezas y rarezas. Con mis muletas, con mi fatiga. Hoy le doy mi sí a la misión a la que me envía.