Según el misionero y
periodista italiano, detrás del terror y la sangre de estos días hay una guerra
que se combate antes que nada dentro del mundo islámico.
Pero hay que decir que los criminales autores de las masacres son herejes
incluso con respecto a la religión de El Corán; no hay que caer en su trampa,
la del enfrentamiento de civilizaciones.
En Europa y en el Occidente sería hora
de emprender acciones diplomacias para detener los conflictos, empezando por la
guerra en Siria. Y los musulmanes deben afrontar la relación con la modernidad
Le pedimos al padre Giulio
Albanese, misionero y periodista, experto en África y en el Medio Oriente y en
muchos otros «sures» del mundo, además de autor del reciente volumen «Víctimas
y asesinos en el nombre de ‘Dios’» (2016), que nos explicara cuáles son los
factores que han desencadenado la violencia fundamentalista, empezando por los
recientes ataques en Dacca y Baghdad.
Padre Albanese, ha habido nuevos atentados y se ha derramado nueva
sangre inocente. Continúa el dramático problema del fundamentalismo religioso.
¿Cuál es el objetivo político de toda esta violencia?
Creo que es importante no
caer en la trampa de estos personajes, llamémoslos criminales, terroristas,
malviventes. Claro, detrás de sus acciones hay una estructura ideológica,
«doctrinal»; además logra hacerse de audiencias y sabemos qué tipo de
manipulación ejerce en las conciencias de las personas: pensemos en los
«foreign fighters» de segunda o tercera generación y que incluso pertenecen a
clases medio altas. En el caso de Dacca, sabemos que los terroristas eran todos
niños bien de Dacca. Es evidente, entonces, que nos encontramos frente a una
instrumentalización de la religión para fines destructivos. Nunca me cansaré de
repetirlo: el peligro que corremos al contar estas historias es que, de una
manera u otra y sin darnos cuenta, podemos seguirles la corriente.
¿Es una representación falsa la que se nos propone?
Si uno conoce el mundo
islámico y lo ha estudiado (estoy pensando en los occidentales pero también en
los intelectuales del mundo islámico), sabe que es necesario evitar caer en la
lógica del enfrentamiento de civilizaciones. Porque esta que nos proponen
es más que una herejía con respecto al mundo islámico: es algo que no
tiene nada que ver con esa tradición, es algo en neta contradicción con los dictados
coránicos, por no hablar de la tradición sufí, es decir la tradición del
misticismo islamico. Y este es un aspecto que, según mi opinión, debe ser
subrayado con fuerza. Porque si vemos las cifras de la que ha sido la matanza
perpetrada por estos criminales durante los últimos 4 o 5 años, el mundo
islamico es el que paga un mayor precio. Entonces, es una guerra dentro del
mundo del islam, con propagaciones que llegan al Occidente.
Hay que recordar que justamente mientras se estaba llevando a cabo
el gravísimo atentado de Dacca, otro ataque tremendo sucedió en Baghdad, con
más de 200 víctimas…
Sí, en el que murieron veinte
niños. Y ¿qué relevancia la dio la prensa europea, occidental? Lo que es cierto
es que lo que suscita dolor y desconcierto en estas horas en nuestros países es
el pan cotidiano en el Medio Oriente (y también en el África Subsahariana);
estas matanzas están a la orden del día en ciertas realidades. Y aquí tiene
razón Papa Francisco cuando denuncia el tráfico de armas y cuando invita a las
cancillerías a la paz, porque lo que está sucediendo en el Medio Oriente
también es responsabilidad del Occidente; sabemos que hay una abierta rivalidad
en relación con la cuestión siria entre iraníes y rusos, por una parte, y entre
Arabia Saudita, Estados Unidos y Qatar, por la otra. Está claro que el EI ha
encontrado en esta dialéctica fuerte un terreno fértil, su existencia es un
efecto colateral de intereses geopolíticos, y al respecto nunca ha existido la
valentía para denunciar el engaño.
Es decir que la guerra alimenta el terrorismo…
Violencia llama violencia.
Tiene razón el Papa al decir que la única carta que podemos jugar es la de la
paz, porque si seguimos pensando en resolver este tipo de conflictos con las
armas habremos perdido desde el inicio. Este es el momento en el que deben
ponerse en marcha las diplomacias, porque detrás de los conflictos hay
intereses enormes.
Entonces ¿comenzar negociaciones verdaderas entre los sujetos
involucrados en la crisis siria sería una de las respuestas más urgentes?
Claro, porque hay que quitarle
oxígeno a estos criminales, de lo contrario seguirán especulando sobre
situaciones geopolíticas y planetarias, puesto que la inducción de ciertos
problemas es como una mancha de aceite que se expande. Pensemos solo en la
diatriba entre Irán y Arabia Saudita, que no es la diatriba entre sunitas y
chiitas: aquí estamos hablando de elementos específicos dentro del mundo
sunita, como los salafitas, el wahabismo, y la misma lógica se puede utilizar
con la parte chiita. El problema es que el mundo islamico está en crisis desde
hace décadas y nosotros hemos seguido como si nada.
Tal vez estamos pagando también cierta ignorancia con respecto a
este mundo, y esto lleva a aceptar fácilmente simplificaciones excesivas…
La mayor responsabilidad es
de quienes hacen la información. Porque nosotros al final hacemos pasar el
mensaje de que esta es una guerra contra «los nuevos cruzados del tercer
milenio»; hay que ir a los números, y, al verlos, nos llevamos las manos a la
cabeza: ¿Boko Haram ha matado más cristianos o musulmanes? ¿Y los Shabaab en
Somalia, a quiénes matan? Y esa es de verdad una guerra dentro del islam en
nombre de una ideología perversa… Naturalmente también contra el Occidente,
porque en el fondo lo que reprochan a cierto mundo musulmán es haber sido demasiado
tolerantes con cierto capitalismo, pero el problema es demasiado amplio…
Si el enfrentamiento es dentro del Islam, ¿no existiría también un
conflicto entre un mundo islámico reformador que está sucumbiendo en la sangre
debido a estas crisis y a la aparición de grupos tan brutalmente violentos? ¿No
se trata también de un problema de una cultura de derechos humanos?
Estoy perfectamente de
acuerdo. Hay un desafío que tiene un valor prevalentemente teológico y que se
relaciona con lo que es político y lo que es religioso: el mundo islámico ese
ir más allá de una imposición teocrática que condiciona a los Estados soberanos
desde la época post-colonial, entonces es también un desafío de la modernidad.
Esto es muy cierto, no hay duda. Pero una cosa es decir esto y otra es
considerar a los personajes del EI (y organizaciones criminales semejantes)
como hombres y mujeres de religión. Caer en una trampa de este tipo, repito,
significa seguirles la corriente. También porque lo que dicen estos señores no
tiene nada que ver con la tradición coránica. Incluso con respecto a los que
forman parte del frente conservador.
¿Cómo se ha comportado el Occidente frente a este escenario?
No hemos hecho nada, dejamos
que las universidades acabaran en manos de los salafitas, pero hay más: no
hemos gastado ni un euro para financiar a los intelectuales en el mundo
islámico que razonan sobre estas cosas, y no son pocos. En cambio, hemos
vendido armas.
Fuente: Vatican Insider