La muerte prematura del padre será el signo de
una “revolución” junto a un encuentro…
Fueron dos los episodios
que cambiaron para siempre la vida de la futura Madre Teresa de Calcuta. Lo
cuenta Roberto Allegri en “La mamá de Calcuta, Madre Teresa”.
El
“pimpollo”
El verdadero nombre de
Madre Teresa es Agnes. Pero la familia la llamaba “Gonxha” que en albanés
significa “pimpollo”. Un nombre clarividente, además de afectuoso, porque un
pimpollo es promesa de belleza, es concentrado en sí mismo, destinado a abrirse
y a dar esplendor.
Esa niña tan delgada y
grácil, se convertirá en un flor de extraordinaria potencia, un sol de amor
hacia los demás, un ejemplo tan luminoso que es capaz de escribir su historia.
Agnes nació en 1910, vive en Skopje, una pequeña ciudad de los Balcanes,
localizada entre Albania, el mundo islámico, y el eslavo.
La
pasión por los viajes
En Skopje, Agnes va a la
escuela parroquial, donde se habla albanés. Le encanta ir a la escuela. Tiene
sed de conocimiento y de aprender. Agnes sueña con viajar por el mundo,
atravesar mares, visitar los lugares que ha estudiado durante las lecciones de
geografía: Roma, Atenas, París, Jerusalén y las misteriosas ciudades de
orienta, India y África.
El
amor por el prójimo
Agnes, en las escuela,
suele ayudar a sus compañeros que van más atrasados, los que no entienden
enseguida las fórmulas matemáticas o las complicaciones de la gramática. Se
siente feliz al poder ayudar a otros. Muchas veces piensa en esos niños que van
mal vestidos, y se pregunta porque no somos todos iguales.
El
envenenamiento del padre
En 1918 llega, para la
pequeña Agnes, la primera desgracia. Su padre, concejal del ayuntamiento, es
envenenado por sus enemigos, los independentistas albanos.
Mientras el padre
agonizaba, su madre le pide que llame al párroco. Se lo encuentra por la calle
y, junto, vuelven a casa donde le dará la extremaunción a Nikola, el padre de
Agnes. La muerte de Nikola provoca en la familia una gran dificultad. Agnes
debe apoyar a su madre y no dejar que su ánimo decaiga. Con solo nueve años le
toca desempeñar un papel muy importante en la familia. Entre los estudios y su
familia, la vida se le complicará bastante.
El
encuentro con el misionero
Mientras tanto, un día,
en el año 1922, otro episodio le cambia radicalmente la vida. Escucha a un
misionero en la parroquia, el padre Anthony, que cuenta su vida en Bengala,
India. El rostro de la niña se ilumina. Agnes se da cuenta de que tiene muchas
cosas en común con el misionero. El amor por los pobres, el deseo de ayudar a
los que están en graves dificultades.
El
deseo de partir
El párroco se lo
presenta: “Hola, me gustaría ser misionera, ir a India para hacer los que
hacéis vosotros”, confiesa la futura Madre Teresa. “Estos pensamientos te
honran”, le responde el padre Anthony. “Mira Agnes, prosigue el misionero, cada
persona tiene una misión que Dios le ha confiado. Ayudar a quien sufre,
difundir su palabra, o tener tu propia familia. Hay muchas personas en el mundo
y muchas tareas que llevar a cabo”.
El padre Anthony
observa: “Tienes que estar segura de que este sea más o menos tu futuro. Cada
uno de nosotros tiene una misión muy concreta”.
“Te
lo dirá Dios”
Agnes le pregunta cómo
podrá descubrir su vocación. “Rezando, responde el misionero, habla con Dios,
dile que te grite porque no lo oyes bien. Si te sientes feliz con la idea de
que Él te llama para servir al prójimo, entonces, esto será la prueba de tu
vocación”.
Una conversación
profética que con solo 12 años marcará el destino de Agnes.
Fuente: Aleteia