El
trabajo de dirección espiritual es la conducción del alma para Jesucristo
La dirección espiritual no puede ser
conducida por el “respeto humano”, por eso se necesita discernir bien en el
momento de escoger a un director espiritual.
La dirección espiritual toca en la
dimensión personal, por eso es importante que sea presencial. La distancia
siempre dificultará la comunicación impidiendo varios factores en el contexto
de la dirección. A no ser el caso de una persona que ya haya comenzado ese
camino con tiempo y por eso puede continuarla por internet, debido al tiempo de
conocimiento entre el director y el dirigido. Aún así, será necesario un
momento presencial entre ellos.
El trabajo de dirección espiritual es la
conducción del alma para Jesucristo porque nadie sigue ese caminos solo. Nadie
se resuelve sus problemas solo, ni tiene todas las respuestas, no es
autosuficiente. Es necesario ver la vida, los conflictos y también los
beneficios que se necesitan surcar con la ayuda de alguien que nos lleve al
crecimiento y a la vivencia de las virtudes. El director espiritual es aquel
que ayuda a la persona a descubrir la voluntad de Dios para ella.
Para la dirección espiritual no es
necesario que sea un sacerdote. Puede ser también un religioso, un monje, un
consagrado o también un laico. Siempre es necesario que haya claridad y
preparación en este sentido, además de otros requisitos.
San Francisco de Sales afirma que
existen tres cualidades fundamentales para el director espiritual: la caridad,
la ciencia y la prudencia. La caridad consiste
en dispensar tiempo para atender a la persona que necesita dirección. Ciencia
porque requiere conocimiento espiritual, estudio sobre la vida de los santos y
sobre las realidades del alma, justamente para identificar las cuestiones
íntimas que la persona vive y discernir qué camino debe seguir. La prudencia
también es necesaria en ese caso, para que la dirección espiritual no se vuelva
un mero trato de dos amigos que comparten algo.
Conducir a alguien espiritualmente no es
simplemente tener un compartir del alma, sino un momento en el que yo “abro” mi
alma para dejarme conducir. Muchas veces esa conducción no será de acuerdo a
nuestra voluntad. El director espiritual necesita tener el cuidado de no atraer
a la persona hacia sí, o sea, acabar siendo la referencia en la vida de ella.
Por el contrario, el necesita hacer que la persona crezca en Jesucristo con
elementos para que pueda discernir la vida propia. El director espiritual no
debe “decidir” la vida de la persona, sino conceder esos elementos para que
ella pueda tomar sus propias decisiones.
El principal beneficio de esta práctica
consiste en crecer en la fe y en la intimidad con Dios. San Agustín afirma; “Yo
quiero conocerme para humillarme, y quiero conocerte para amarte“. Entonces, en
la dirección espiritual, hay esos dos conocimientos: quien somos nosotros y
quien es Dios.
Es importante tener momentos de
atendimiento, por lo menos una vez al mes, dependiendo de la necesidad del
dirigido. Es evidente que si la persona enfrenta conflictos más serios, tal vez
necesite de menos tiempo entre una dirección y otra.
Siempre será necesario que el director
traiga firmeza paterna para corregir los defectos de la persona y en sus
dificultades. La dirección espiritual no puede ser conducida por el ‘respeto
humano’, cuando el director no dice lo que realmente debe ser dicho con el
recelo de que el otro se sienta ofendido. Ese proceso necesita suceder con
sinceridad y transparencia.
Quien está siendo dirigido necesita ser
obediente. Si no hay docilidad las orientaciones no serán practicadas. Es
necesario llevar en serio los consejos dados por el director y comprometerse
con él. Muchas veces él toca las heridas del corazón, cosas dolorosas. Pero es
mejor el dolor que libera que la cobardía de la herida escondida, que ni se
puede tocar y que está ahí doliendo e influenciando en la vida de aquella
persona. El director espiritual es un instrumento en las manos del Espíritu
Santo. Es importante también que sea siempre discreto, que no exponga a nadie,
que sepa guardar sigilo y tratar lo ‘sagrado’ que las personas traen en sí. Es
un especialista del alma, en las cosas del espíritu.
Te pido internauta, que traigas en tu
corazón el deseo de rezar por el sacerdote que te dirige y por las personas que
son tu referencia. Reza por aquel que dirige tu alma, que te aconseja en las
situaciones, pues el don de la sabiduría se encuentra en él. Que Dios los
favorezca en este deseo de crecer espiritualmente y madurar en la fe. Así
encontrarás la fortaleza necesaria para enfrentar ciertas cosas en la vida. Es
importante buscar este crecimiento y sumergirse en la espiritualidad profunda.
Que el Señor te pueda providenciar un director espiritual para que realmente te
comprometas con él dentro de ese proceso de crecimiento y madurez.
Por: Padre Eliano
