El
testimonio del nuncio: aprendemos de ellos el valor del testimonio, no hacer
algo sino "ser de Cristo"
En Irak “no conocemos ningún cristiano
que se haya convertido al Islam, ni para fingir, por ejemplo para
conservar la casa o el trabajo”. Lo cuenta el nuncio apostólico, monseñor
Alberto Ortega. El arzobispo, de paso por Roma, celebró una misa en la Basílica
de los Santos Apóstoles.
El evangelio del día recordaba las duras palabras de
Jesús: “Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de
ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu
cuerpo vaya a la gehenna”.
El arzobispo comentó: “¿Cuál es el
contenido de esta vida? ¿En qué consiste entrar en el Reino de Dios? ‘Son de
Cristo’. Este es el contenido de la vida, la consistencia de nuestra vida: ser
de Cristo, pertenecer a Él. Lo comprendieron muy bien los cristianos en Irak,
que tuve la gracia de conocer y visitar a menudo, sobre todo aquellos que han
sido perseguidos y han perdido todo para mantener esta amistad con el Señor,
para mantener la fe”.
Cuando los militantes del Isis llegan hay
tres posibilidades que se abren para quien no es musulmán: la conversión, pagar
un impuesto, o irse y dejarlo todo. “Y todos, todos se fueron – subrayó
monseñor Ortega -, no
conocemos a ninguno que se haya convertido al Islam, ni fingiendo, por
ejemplo para conservar la casa o el trabajo. Todos
abandonaron todo y perdieron todo para afirmar la fe, para dar testimonio de la
amistad con el Señor. Les agradecí este testimonio”.
Monseñor Ortega visitó los campos de
refugiados en Kurdistán, donde las condiciones de vida, tras dos años, son aún
muy precarias. “Toda una familia vive en una sola habitación, con los colchones
por una lado, y por la noche los ponen en el suelo para dormir, y las paredes
llenas de imágenes de Jesús, María y los santos”. Aquí monseñor Ortega pudo
tocar con una mano la caridad de la Iglesia universal hacia sus hijos llamados
a vivir esta persecución. Todo lo que tienen estas personas viene de la Iglesia”.
En Irak, el nuncio celebró la Navidad y
la Pascua, y abrió una puerta santa de la misericordia. “Frente a una tragedia
así sólo la misericordia puede dar respuesta – dijo -, un amor más grande que
ha vencido al mal, que es más fuerte que el mal. Sólo la misericordia es la
única verdadera respuesta a la situación del hombre, a la violencia, al
cansancio, a las contradicciones. A ellos les digo: el Señor, por quien han
perdido todo, es Aquel que les puede dar la fuerza también hoy, Aquel que los
sostiene y puede conducirlos hasta el final de su vida, y los invito a
permanecer cada vez más unidos al Señor y a apoyarse los unos en los otros”.
Ese es “el secreto de la vida”, en Irak
como en Italia: “La amistad con el Señor, estar unido a Él, ‘buscarlo día y
noche'”. De los cristianos iraquíes “aprendemos el valor del testimonio:
nuestra contribución al mundo no consiste en hacer algo sino en ‘ser de
Cristo'”. Y concluyó con un deseo, siempre con las palabras del evangelio:
“Tengan sal en ustedes y tengan paz unos con otros”.
Fuente: Aleteia