Una
parte de la teología estudia precisamente estas cuestiones, y es llamada
“apologética”
Para demostrar el origen divino de la Iglesia se
pueden seguir tres vías: la histórica, la de las
notas o la de la trascendencia.
La llamada “vía histórica” comienza probando
primero la misión divina de Cristo, y luego muestra que Cristo ha confiado la
continuación de su obra redentora a una sociedad religiosa que es la Iglesia
católica. Toda esta argumentación supone probado ya el valor histórico de los
escritos del Nuevo Testamento, en particular los Evangelios; esto se hace en
dos estudios previos o paralelos a éste (son los “tratados” sobre la posibilidad
y hecho de la revelación -“De Revelatione”- y sobre el valor histórico de los
evangelios -“De Sacra Scriptura” o “Introducción a la Escritura”; téngase en
cuenta que no se afirma aún que estos textos sean revelados o inspirados por
Dios; simplemente se determina que se puede confiar en ellos como documentos
históricos).
El método seguido, pues, en esta “vía” obliga a remontarse al
pasado y si bien es árido, es muy firme y seguro y procede a través de tres
pasos:
- Primero demuestra que
Jesucristo tuvo intención de fundar una Iglesia: se pone de manifiesto por
la promesa de edificar la Iglesia (cf. Mt 16,18), la elección, instrucción
y misión de los Doce Apóstoles (cf. Mc 3,13-19; Lc 6,12-17), la “nueva
alianza” realizada en la Última Cena (cf. Mt 26,28 y paralelos), etc.
- Luego demuestra, usando los
textos del Nuevo Testamento sólo como documentos históricos (no en cuanto
inspirados por Dios), que Jesucristo fundó efectivamente una Iglesia y le
dio una constitución y estructura determinada; la fundó sobre los
apóstoles: enviándolos a predicar (Mc 3,14; Lc 9,2, etc.), con autoridad
de regir en su nombre a todos los hombres y de administrar los sacramentos
(Mc 16,16), particularmente el bautismo, la Eucaristía y el perdón de los
pecados. Además prometió y efectivamente dio a un solo apóstol, Simón
Pedro, la autoridad suprema para regir a la Iglesia Universal (cf. Mt 16;
Jn 21).
- Finalmente muestra que
Jesucristo instituyó esa Iglesia con voluntad de que perdurase hasta el
fin del mundo y manteniendo la forma jerárquica con que la dotó en los
tiempos apostólicos; esto se ve claramente en el hecho de ordenar a los
apóstoles tener perpetuos sucesores en el triple oficio de enseñar,
santificar y regir; lo cual, a su vez, se desprende de las promesas de
Cristo sobre su Iglesia: las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella (Mt 16), las parábolas del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,39), el
encargo a Pedro de confirmar a sus hermanos en el futuro (cf. Lc 22,31).
Evidentemente Jesús está refiriéndose a tiempos en que sus apóstoles ya no
estarían vivos; por tanto sólo pueden perdurar en sus sucesores. Esta
sucesión se verifica en los obispos, sucesores de los apóstoles, y en el
Papa, sucesor del Apóstol Pedro.
El segundo método es llamado “vía de las
notas”, y consiste en analizar la voluntad de Cristo
(nuevamente tal como aparece en los Evangelios en cuanto libros históricos) y
ver qué características (o “notas” en el primer sentido que le da el
Diccionario de la Real Academia Española: marca o señal que se pone en algo
para reconocerlo o para darlo a conocer) quiso que tuviera la Iglesia por Él
fundada. Estas notas son cuatro:
- la unidad de régimen, de fe
y de comunión;
- la santidad de principios,
de miembros y de medios de santificación;
- la catolicidad o
universalidad de misión, su permanente y simultánea difusión en todo el
orbe, su predicación a toda clase de personas y razas, etc.;
- finalmente, la
apostolicidad, es decir, la continuidad de la misión apostólica
(constantes sucesores de los apóstoles) hasta el fin del mundo.
Después de analizar las cuatro notas, se revisan
los diversos “pretendientes” al título de “iglesia fundada por Jesucristo”
(iglesia católica, diversas ramas de las iglesias ortodoxas, iglesias
reformadas) y se ve cómo la única que realiza en plenitud sustancial las cuatro
notas es la Iglesia Católica.
La tercera es la vía llamada por algunos “de la
trascendencia” y por otros “vía empírica o analítica”. Parte
del hecho de la Iglesia (católica), de su actividad y de su acción, tal cual se
presenta directamente a todo hombre y el punto clave de este método es la
demostración de que en la realidad histórica de la Iglesia se puede constatar
la “intervención inmediata de Dios”. Este método se basa en último término en
el milagro (el milagro presente en la vida actual de la Iglesia), de modo
particular en:
- la admirable propagación de
la Iglesia a pesar de las dificultades, persecuciones y obstáculos;
- la milagrosa unidad
católica;
- la invicta estabilidad;
- la eximia santidad y
fecundidad de los santos.
Evidentemente, la exposición detallada de
cualquiera de estas vías supone un desarrollo que excede las dimensiones de
este breve artículo.
P. Miguel A. Fuentes, IVE
Fuente: El Teólogo responde