de paz
edificado,
de mil escudos de oro coronado.
DECLARACIÓN
1. En las dos
canciones pasadas ha cantado la Esposa las gracias y grandezas de su Amado: y en ésta canta el feliz y alto
estado en que se ve puesta y la seguridad de él, y las riquezas de dones y
virtudes con que se ve dotada y arreada en el tálamo de la unión de su esposo: porque dice estar ya ella
en uno con el Amado, y tener las virtudes fuertes, y la caridad en perfección y paz cumplida, y toda ella enriquecida y
hermoseada con dones y hermosura, según se puede en
esta vida poseer y gozar. Y así, dice:
Nuestro lecho
florido.
2. Este lecho florido es el pecho y amor del Amado, en que el alma,
hecha esposa, está ya unida: el
cual está ya florido
para ella por razón de la unión y junta que
está ya hecha
entre los dos, mediante la cual se le comunican a ella las virtudes, gracias
y dones del Amado, con los cuales está ella tan
hermoseada y rica y llena de deleites, que la parece estar en un lecho de
variedad de suaves flores que con su toque deleitan y con su olor recrean; por
lo cual llama ella a esta unión de amor
lecho florido. Así le llama la
Esposa en los Cantares (Ct 1, 15), diciendo al Esposo: Lectulus noster
floridus, esto es: Nuestro lecho florido.
Y llámale nuestro, porque unas mismas virtudes y un mismo
amor, conviene saber, del Amado, son ya de
entrambos y un mismo deleite el de entrambos, según aquello
que dice el Espíritu Santo
en los Proverbios (Pv 8, 31), es a saber: Mis deleites son con los hijos de los hombres.
Llámale también florido,
porque en este estado están ya las virtudes en el alma perfectas y puestas en ejercicio de obras
perfectas y heroicas, lo cual aun no había podido ser
hasta que el lecho estuviese florido en perfecta unión con Dios. Y
por eso dice:
De cuevas de
leones enlazado.
3. Por la fortaleza y acrimonia del león compara aquí a las
virtudes que ya posee el alma en este estado a las cuevas de los leones, las
cuales están muy
seguras y amparadas de todos los demás animales;
porque, temiendo ellos la fortaleza y osadía del león que está dentro, no sólo no se
atreven a entrar, mas ni aun junto a ella osan parar. Así, cada una de las virtudes,
cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de león, en la cual
mora y asiste el Esposo fuerte como león, unido con el alma en
aquella virtud y en cada una de las demás virtudes; y
la misma alma, unida con él en esas mismas virtudes, está como un fuerte león, porque allí recibe las propiedades del Amado.
Y en este caso
está el alma tan amparada y fuerte con
cada virtud y con todas ellas juntas en esta unión de Dios,
que es el lecho florido, que no sólo el
demonio no se atreve a acometer a la tal alma, mas ni aún osa parecer
delante de ella por el gran temor que ha de ella, viéndola tan
engrandecida y osada con las virtudes
perfectas en el lecho del Amado; porque, estando ella unida con Dios en transformación de amor, tanto la teme como
al mismo Dios, y no la osa ni aun mirar: teme mucho el demonio al alma que tiene
perfección.
4.
Está este lecho del alma enlazado
de estas virtudes, porque en este estado de tal manera están trabadas
entre sí y fortalecidas unas con otras y
unidas en una acabada perfección del alma, que no queda parte, no sólo para que el demonio pueda
entrar, mas también está amparada
para que ninguna cosa del mundo, alta ni baja, la pueda inquietar ni molestar
ni mover;
porque, estando ya libre de toda molestia de las pasiones naturales y ajena y
desnuda de la tormenta y variedad de las cosas temporales, goza en seguro de la
participación de Dios.
Esto es lo que
deseaba la Esposa en los Cantares (Ct 8, 1), diciendo: Quis det te
mihi fratrem meum sugentem ubera matris meae, ut inveniam te solum foris, et deosculer te,
et iam me nemo despiciat?; quiere decir: ¿Quién te me diese, hermano mío, que mamases los
pechos de mi madre, de manera que te halle yo solo afuera, y te bese yo a ti, y no me desprecie ya nadie? Este
beso es la unión de que vamos hablando, en la
cual se iguala el alma con Dios por amor.
Que por eso desea ella, diciendo que
quién le dará al Amado que sea su hermano, lo cual significa y
hace igualdad; y que mame él los pechos de su madre, que
es consumirle todas las imperfecciones y apetitos de su naturaleza que tiene de su madre Eva; y le halle solo
afuera, esto es, se una con él solo, afuera de todas las cosas, desnuda según la voluntad
y apetito de todas ellas; y así no la despreciará nadie, es a saber, no se le atreverá ni mundo, ni
carne, ni el demonio, porque, estando el alma libre y purgada de todas estas cosas y unida con Dios, ninguna de ellas la
puede enojar. De aquí es que el alma goza ya en este estado de una ordinaria suavidad y
tranquilidad que nunca se le pierde ni le falta.
5.
Pero, allende de esta
ordinaria satisfacción y paz, de tal manera suelen abrirse en el alma y darle olor de sí las flores de virtudes de este huerto que decimos,
que le parece al alma, y así es, estar
llena de deleites de Dios. Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes que
están en el alma, porque, aunque el alma esté llena de virtudes en perfección no siempre las está en acto
gozando el alma; aunque, como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan,
sí goza ordinariamente; porque
podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto,
las cuales algunas veces es cosa admirable ver abrirse todas (causándolo el Espíritu Santo),
y dar de sí admirable olor y fragancia en
mucha variedad.
Porque
acaecerá que vea el alma en sí las flores de las montañas que arriba
dijimos, que son la abundancia y grandeza y
hermosura de Dios; y en éstas entretejidos los lirios de los valles
nemorosos, que son descanso, refrigerio y amparo; y luego allí
entrepuestas las rosas olorosas de las ínsulas extrañas, que decíamos ser las
extrañas noticias
de Dios; y también embestirla
el olor de las azucenas de los ríos sonorosos, que decíamos era la
grandeza de Dios que
hinche toda el alma; y entretejido allí y enlazado
el delicado olor del jazmín del silbo de los aires amorosos, de que también dijimos
gozaba el alma en este estado; y ni más ni menos, todas las otras virtudes
y dones que decíamos del conocimiento sosegado y
la callada música y la soledad sonora, y la
sabrosa y amorosa cena.
Y es de tal manera el gozar
y sentir estas flores juntas algunas veces el alma, que puede con harta verdad
decir: Nuestro lecho florido de cuevas de leones enlazado. (Dichosa el
alma que en esta vida mereciere gustar alguna vez el olor de estas flores
divinas! Y dice que este lecho está también en púrpura tendido.
6. Por la púrpura es denotada la caridad
en la divina Escritura (Ct 3, 10), y de ella se visten y sirven los reyes. Dice el alma que este lecho florido está tendido en
púrpura,
porque todas las virtudes,
riquezas y bienes de él se sustentan y florecen y se
gozan sólo en la caridad y amor del Rey del cielo, sin el cual amor no podría el alma
gozar de este lecho y de sus flores.
Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan; y están como bañadas en
amor, porque todas y cada una de ellas
están siempre enamorando al alma de
Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor. Eso es estar en púrpura tendido. Y dice que también está de paz
edificado.
7. Cada
una de las virtudes de suyo es pacífica, mansa y fuerte, y, por el
consiguiente, en el alma que las posee hacen estos tres efectos, conviene a saber: paz,
mansedumbre y fortaleza. Y porque este lecho está florido,
compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y
todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz
edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres
propiedades donde no puede combatir guerra alguna ni de mundo ni de demonio ni de carne. Y tienen las virtudes al
alma tan pacífica y segura, que la parece estar
toda ella edificada de paz. Y dice más, que está también este lecho de mil escudos de oro coronado.
8. A las
virtudes y dones del alma llama escudos, de los cuales dice que está coronado el lecho del deleite del alma; porque no sólo las virtudes y dones sirven al que los ganó de corona y
premio, mas también de defensa, como fuertes escudos, contra los vicios que con ellas
venció; y por eso
está el lecho
florido, coronado de ellas en premio, y defendido como con amparo de escudo. Y
dice que son de oro, para denotar el valor grande de las virtudes: son las
virtudes corona y defensa.
Esto mismo dijo en los Cantares (Ct 3, 7n8) la
esposa por otras palabras, diciendo: En lectulum Salomonis sexaginta fortes
ambiunt ex fortissimis Israel uniuscuiusque ensis super femur suum propter timores
nocturnos: que quiere decir: Mirad que
sesenta fuertes cercan el lecho de Salomón; la espada de cada uno sobre
su muslo por los temores de las noches.
Fuente: Portal Carmelitano