Las Obras de Misericordia corporales
7. Enterrar a
los difuntos
Esta obra de misericordia va mucho más a fondo de lo
que se puede pensar...
En el evangelio de san Mateo, capítulo 25, se encuentran la mayoría de las obras de misericordia corporales, pero no la de enterrar a los muertos. Sin embargo, en Mateo 27, 57 encontramos varias características de esta obra de misericordia.
En primer lugar, José de Arimatea le da un sepulcro a
Jesús. Nicodemo compra la mirra y el áloe. Las mujeres lo ungen con cariño y
respeto. Se fueron a sus casas apesadumbrados. El sábado lo recordaron con
tristeza. Y el domingo salen “muy de mañana” porque deseaban terminar de
perfumar a Jesús.
Ahora podemos pensar en tantos cuerpos que quedan sin
una sepultura. Las guerras, los abandonados, los asesinados y desaparecidos,
los bebés abortados… A veces hay oportunidad de enterrarlos. Pero otras veces
no.
Es entonces cuando podemos rezar por ellos y hay que
hacerlo con cariño, con amor. Se puede también ir a consolar a los familiares,
viuda, viudo, madre, padre… Podemos acompañar en el dolor y llevar el rostro de
Dios.
En el Evangelio de San Juan, capítulo 11, Jesús va a
visitar a las hermanas de Lazaro (Marta y María). Lo primero que hizo fue
consolar a las hermanas. Después va al sepulcro y llora y reza al Padre por su
amigo.
Jesús es el modelo de esta obra de misericordia. Sufre
con los familiares, los consuela… Otros iban por curiosidad, otros para
buscar motivos para acusarlo, pero pocos realmente estaban para confortar.
Así pues, esta obra de misericordia va mucho más a
fondo de lo que se puede pensar, y para cumplirla podemos ver a Jesús.
Hay que recordar que, si bien lo más importante son
las oraciones por los difuntos, no es superficial darles una sepultura digna en
la medida de las posibilidades. Los que sepultaron a Jesús, lo hicieron con
dignidad, a pesar de las prisas. No hubo grandes pompas pero sí dignidad.
¿Por qué, entonces, para el cristiano es importante
una sepultura digna? Por muchos motivos pero solo mencionaré uno: “Somos
templos del Espíritu Santo” (1Cor 6, 19). No podemos dejar tirado algo que
tiene un valor inmenso. Es verdad que ya no está el alma en el cuerpo pero
estuvo, y un día llegará la resurrección de la carne.
Por: H. Balam Loza, L.C.
Fuente: Catholic.net
