Del modo que se han de haber éstos en esta noche
oscura
1. En el tiempo, pues, de las sequedades de esta
noche sensitiva (en la cual hace Dios el trueque que habemos dicho arriba,
sacando el alma de la vida del sentido a la del espíritu, que es de la
meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las
cosas de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los
espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que padecen, como por
el recelo que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha
acabado el bien espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni
gusto en cosa buena.
Entonces se fatigan y procuran, como lo han habido
de costumbre, arrimar con algún gusto las potencias a algún objeto de discurso,
pensando ellos que, cuando no hacen esto y se sienten obrar, no se hace nada;
lo cual hacen no sin harta desgana y repugnancia interior del alma, que gustaba
de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar con las potencias.
En lo cual,
estragándose en lo uno, no aprovechan en lo otro; porque, por buscar espíritu,
pierden el espíritu que tenían de tranquilidad y paz. Y así son semejantes al
que deja lo hecho para volverlo a hacer, o al que se sale de la ciudad para
volver a entrar en ella, o al que deja la caza que tiene para volver a andar a
caza. Y esto en esta parte es excusado, porque no hallará nada ya por aquel
primer estilo de proceder, como queda dicho.
2. Estos, en este tiempo, si no hay quien los
entienda, vuelven atrás, dejando el camino, aflojando, o, a lo menos, se
estorban de ir adelante, por las muchas diligencias que ponen de ir por el
camino de meditación y discurso, fatigando y trabajando demasiadamente el
natural, imaginando que queda por su negligencia o pecados. Lo cual les es
escusado, porque los lleva ya Dios por otro camino, que es de contemplación,
diferentísimo del primero; porque el uno es de meditación y discurso, y el otro
no cae en imaginación ni discurso.
3. Los que de esta manera se vieren, conviéneles
que se consuelen perseverando en paciencia, no teniendo pena; confíen en Dios,
que no deja a los que con sencillo y recto corazón le buscan, ni los dejará de
dar lo necesario para el camino, hasta llevarlos a la clara y pura luz de amor,
que les dará por medio de la noche oscura del espíritu, si merecieren que Dios
los ponga en ella.
4. El estilo que han de tener en ésta del sentido
es que no se den nada por el discurso y meditación, pues ya no es tiempo de
eso, sino que dejen estar el alma en sosiego y quietud, aunque les parezca
claro que no hacen nada y que pierden tiempo, y aunque les parezca que por su
flojedad no tienen gana de pensar allí nada; que harto harán en tener paciencia
en perseverar en la oración sin hacer ellos nada. Sólo lo que aquí han de hacer
es dejar el alma libre y desembarazada y descansada de todas las noticias y
pensamientos, no teniendo cuidado allí de qué pensarán y meditarán,
contentándose sólo con una advertencia amorosa y sosegada en Dios, y estar sin
cuidado y sin eficacia y sin gana de gustarle o de sentirle; porque todas estas
pretensiones desquietan y distraen el alma de la sosegada quietud y ocio suave
de contemplación que aquí se da.
5. Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde
tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni
pensar nada, súfrase y estése sosegado, como que no va allí más que a estarse a
su placer y anchura de espíritu; porque, si de suyo quiere algo obrar con las
potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de
aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella; bien así como
si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro se
menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y deturbaría lo
que estaba haciendo. Y así, cuando el alma se quiere estar en paz y ocio
interior, cualquiera operación o afición o advertencia que ella quiera entonces
tener, la distraerá y desquietará y hará sentir la sequedad y vacío del
sentido, porque, cuanto más pretendiere tener algún arrimo de afecto y noticia,
tanto más sentirá la falta, de la cual no puede ya ser suplida por aquella vía.
6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer
aquí caso que se le pierdan las operaciones de las potencias, antes ha de
gustar que se le pierdan presto, porque, no estorbando la operación de la
contemplación infusa que va Dios dando, con más abundancia pacífica la reciba,
y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el amor que esta oscura y
secreta contemplación trae consigo y pega al alma. Porque contemplación no es
otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios, que, si la dan
lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella da a entender en el
verso siguiente, es a saber:
Con ansias en
amores inflamada.
Fuente: Mercaba