Los nietos también tienen derecho a estar junto
a sus abuelos
Mucho se ha hablado –y
se habla—de los derechos de los padres en relación a sus hijos, de los derechos
del niño, de los derechos y deberes de los padres entre sí, y de estos en
relación a sus hijos. Se han celebrado congresos mundiales y conferencias sectoriales
en todo el mundo, e incluso “años” que las Naciones Unidas dedica a
ellos. Pero ¿quién se acuerda de los abuelos?
Ser abuelo tiene una
vida corta. Mucho más corta que ser padre o ser esposo/a o hijo/a. La sociedad
moderna está ahora reinventando la figura del abuelo, y los abuelos han
entrado en la vida familiar con más fuerza que nunca dada la mayor longevidad
de la vida, las pensiones y el mayor tiempo que pueden dedicar a la
familia, o mejor dicho a sus descendientes, hijos y nietos.
Hoy
no existe apenas el abuelo que está en la familia como está un mueble o una
percha. Se requiere de los abuelos una mayor
participación. Las abuelas ayudan cada vez más a sus hijos y a sus nietos,
y los abuelos han dejado de ser “abuelos cebolletas”, es decir los que cuentan
historias y batallitas de su vida pasada todo el día.
El
papa Francisco ha hablado muchas veces de los abuelos, y en su encíclica “Laudato sí” condena
la conducta del “descarte” que se suele dar en las sociedades
modernas a los ancianos y a los niños, que son los colectivos más
indefensos de la sociedad, especialmente los niños antes de nacer o los abuelos
al final de su vida. Hay una rica doctrina del Papa sobre estos temas. Además,
como ha dicho el Papa, los abuelos han de ayudar a los padres a educar en la fe
a los nietos.
Hace falta un
reconocimiento más público de los derechos de los abuelos, especialmente en las
familias rotas, donde los abuelos paternos muchas veces se ven privados de la
convivencia con sus nietos y se les niega a veces hasta un mínimo
régimen de visitas. ¿Tienen derechos los abuelos en relación a sus
nietos? Sí, y lo amparan las leyes que son distintas en cada país.
Lo
ampara también la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989), cuando en su artículo 8, 1, dice: “Los Estados
partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su
identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones
familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas”. También
lo contempla el Reglamento de la Comunidad Europea (CE) Nº 2201/20003,
del Consejo, de 27 de noviembre de 2003, y los códigos civiles de muchos países
que establecen un derecho legal de los abuelos a un régimen de visitas con sus
nietos, si beneficia a los nietos. Los nietos son sucesores de los abuelos de
ambos cónyuges, y son el entronque entre los abuelos, sus hijos que llegaron
primero, y los nietos después. Hay derechos nacionales, como en
Argentina, México, Perú, Puerto Rico, Chile, España, Bolivia y un largo
etcétera.
La relación entre abuelos
y nietos son un bien para la familia. No hay que contar con los abuelos
solo “babysitters”. La relación entre ellos es normalmente de una
calidad espiritual y una comunicación recíproca que posibilita el diálogo y el
entendimiento. Muchas veces los abuelos son piezas fundamentales para los
nietos, y muchos hombres y mujeres tienen imborrables recuerdos de sus abuelos.
El abuelo o la abuela, como dice el papa Francisco, tiene la sabiduría
del que es mayor, del que ha vivido un tramo largo de la vida, y tiene
una sensibilidad que está más al alcance de los nietos que los mismos padres.
Los
abuelos, por lo general, tienen una mayor capacidad y tiempo para escuchar los
problemas de sus nietos, tiempo que no tienen los padres. Sin embargo, malo es cuando los abuelos, o las
abuelas, quieren sustituir a los padres, monopolizando a los nietos.
La función de los abuelos es acompañar y apoyar a los padres, ayudar a los
padres en la educación de sus hijos, pero no torcer esta educación, salvo que
los padres hayan dimitido de educar o que enseñen a los hijos con el mal
ejemplo.
Los
abuelos entienden y se gozan con la inocencia de los niños, los comprenden muy bien, y los niños
proporcionan a los abuelos el cariño que necesitan al hacerse mayores, del
mismo modo que los niños reciben el cariño que necesitan de los abuelos. Así,
los abuelos, cuando los hay, pueden contribuir a un mejor equilibrio de
la familia, un equilibrio intergeneracional que es bueno y saludable. Los
abuelos y los nietos, se necesitan entre sí, porque son muy complementarios.
Está en la naturaleza de las personas.
El niño necesita, para
su sano desarrollo, el trato con los abuelos. El derecho ampara a los abuelos
para poder ver periódicamente a sus nietos, especialmente cuando hay casos de
separación o divorcio de los padres. El juez, si no hay acuerdo entre los
padres, es quien marca un régimen de visitas, si esto beneficia a los niños. Es
dramático ver que abuelos, que han estado con sus nietos a diario, se vean
privados de ellos de la noche a la mañana por la separación de los
padres. Es dramático y es triste, especialmente pensando en los niños,
a quienes al trauma del divorcio de sus padres se añade la separación de sus
abuelos.
Cuando
los matrimonios con hijos se rompen, los abuelos pueden ejercer un papel
importante en la vida de sus nietos, dando a ellos el cariño que les suele
faltar de la ruptura de sus padres, y
ser consejeros de sus nietos, los cuales se abren a veces con mayor
facilidad con sus abuelos que con sus padres. Los abuelos con los nietos
pueden muchas veces, incluso, rehacer la unión entre los padres.
En la sociedad actual
en que hay tantas carencias de humanidad, de respeto y cariño, los
abuelos están destinados a colmar estas carencias, del mismo modo que los
nietos, tienen derecho, clarísimo (lo reconoce también el Derecho
Internacional), de tratar a unos abuelos que les colman de historias vivas y de
sabiduría y de cariño que de otro modo difícilmente podrían conseguir.
Por lo tanto, al son del
papa Francisco, hay que rechazar la política del “descarte”. Los
abuelos exigen, como personas humanas que son, respeto. Un respeto por la edad,
por sus debilitadas fuerzas, por sus conocimientos, por su cariño, y por su
humanidad. Al papa Francisco le encanta que le llamen “abuelo”, como le
llamaban las multitudes de Filipinas en su viaje a aquellas islas.
Fuente: Aleteia