La educación cristiana da
herramientas para enfrentar diversas situaciones de vida

El trabajo
diario, las obligaciones en el hogar y la preocupación por solventar las
necesidades materiales, parecen no dejar tiempo a los padres de familia para
contagiar a sus hijos el amor a Dios. Así es, las nuevas generaciones están
creciendo sin fe porque en sus hogares nadie se preocupa por hablarles de Dios.
En la sociedad
actual, donde los niños y jóvenes están expuestos a tentaciones sexuales,
violencia escolar, bebidas alcohólicas, drogas y muchas otras influencias
negativas, no cuentan con la fuerza de los valores morales y cristianos para
defenderse, considera el P. Eduardo Mercado Guzmán, responsable de la Comisión
de Catequesis de la Arquidiócesis de México.
Y es que se ha
ido perdiendo el sentido de la familia como “escuela de fe”; en muchos hogares
han desaparecido las costumbres cristianas, no se reúnen para hacer oración, ir
a Misa o rezar el Santo Rosario, y las imágenes religiosas ya no tienen un
lugar importante en casa.
“La educación
en la fe ya no es parte del mundo de hoy”, asegura el P. Mercado Guzmán, porque
la preocupación de muchos padres de familia se limita a bautizar a sus hijos, y
se olvidan que en ese momento –y también cuando contrajeron Matrimonio–,
recibieron la gracia y la obligación de darles una educación cristiana a sus
hijos para que, guardando los mandamientos divinos, amen a Dios y a su prójimo,
como Cristo nos enseñó”.
Aunado a ello,
en muchas familias se le da más importancia al bienestar y confort material,
dejando en último plano lo espiritual, a lo que se suma la influencia de los
medios de comunicación y las nuevas tecnologías que, en un sentido negativo,
pueden ser un distractor para los niños y jóvenes.
Misión de la
familia cristiana
La Iglesia
Católica habla sobre la importancia de que los hijos aprendan desde sus
primeros años a conocer la fe recibida en el Bautismo. El responsable de la
Comisión de Catequesis explica que “el testimonio de vida cristiana, ofrecido
por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el
cariño y el respeto”, y que esta primera experiencia cristiana deja en ellos
“una huella decisiva que dura toda la vida”, por lo que el despertar religioso
infantil en el ambiente familiar tiene un carácter insustituible.
La declaración
Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II sobre la educación cristiana,
señala que el “deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que,
cuando falta, difícilmente puede suplirse”, y que es obligación de los padres
“formar un ambiente familiar animado por el amor, por la piedad hacia Dios y
hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra tanto personal como
social de los hijos”.
Por su parte,
el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica Familiaris Consortio
escribió que “aun en medio de las dificultades –hoy a menudo agravadas– de la
acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía
en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una
justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo
y austero, convencidos de que ‘el hombre vale más por lo que es que por lo que
tiene’”.
Sobre el tema,
el Papa Emérito Benedicto XVI explicaba que “esa natural y sobrenatural
iniciación a la vida de piedad, hecha en el calor del hogar, da muy buenos
resultados. El niño aprende a colocar al Señor en la línea de los primeros y
más fundamentales afectos; aprende a tratar a Dios como Padre y a la Virgen
como Madre, y aprende a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres”.
Finalmente, el
Papa Francisco, en la encíclica Lumen Fidei también recuerda que “en la
familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la
infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso es
importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que
acompañen el crecimiento en la fe de los hijos”.
En la audiencia general del 26 de agosto 2015, el Papa Francisco también dedicó parte de su reflexión a la enseñanza de las
madres y los padres a sus niños, y dijo que es muy bello cuando los pequeños
aprenden a mandarle un beso a Jesús o a la Virgen.
En este
sentido, el Santo padre también lamentó que en algunos lugares haya niños que
no saben hacer la señal de la cruz: “Una cosa que tengo en el corazón, que he
visto en las ciudades: ¡hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la
Cruz! Tú, mamá, papá, enseña al niño a rezar, a hacer la señal de la Cruz, esta
es una tarea bella de las mamás y de los papás”, dijo.
Escuela de virtudes
El P. Mercado
Guzmán, explica que los padres evangelizan a sus hijos con el ejemplo,
haciéndoles sentir que Dios es parte de la familia, que siempre se puede contar
con Él porque Su amor es incondicional.
“Esto –dijo– va
a impactar en su futuro, porque una educación cristiana les da herramientas
para enfrentar diversas situaciones de vida”, ya que crecerán con valores como
la austeridad en la posesión de las cosas, amor y servicio, sociabilidad,
sexualidad sana y castidad.
Existen
recursos como libros, videos, portales de internet católicos y, por supuesto,
el apoyo de los materiales que ofrece la Iglesia, donde los padres pueden
encontrar ideas para educar mejor a sus hijos en la fe.
Con la ayuda
del director de la Comisión de Catequesis, el periódico Desde la fe te
ofrece algunos consejos para que tus hijos aprendan a amar a Dios:
1. Enseñarles a
orar durante el día, a tener diálogos con Dios para pedir su consejo y su guía,
y darle gracias por todo lo que Él nos da.
2. Dar gracias
a Dios por los alimentos, tener imágenes religiosas en casa, llevarlos a la
Basílica de Guadalupe, enseñarles el significado de las fiestas litúrgicas y
pedir la protección del Ángel Custodio.
3. Leer con
ellos la Biblia o las hojitas de la Misa. Dejar que los niños digan lo que
entendieron y cómo le van a responder a Dios.
4. Asistir a
Misa en familia y enseñarle al niño el significado de los momentos más
importantes de la Liturgia, de los ornamentos y elementos del altar.
5. Prepararlos
para que relacionen su vida cotidiana con Dios. Por ejemplo, motivándolos para
que ofrezcan a Dios las clases y tareas.
6. Prepararlos
para recibir los Sacramentos.
7. Recordar que
un elemento esencial es el testimonio vivo de los padres, que son los primeros
mensajeros del Evangelio ante los hijos.