9 DE NOVIEMBRE: UN DÍA DE FIESTA… POR UN EDIFICIO?

Ayer el mundo católico celebró la dedicación de la basílica de san Juan de Letrán

Como conversa, una de las cosas que me atrajeron de la fe católica fue su fuerte arraigo en el mundo físico. La enseñanza católica de la Presencia Real, los sacramentos y los objetos sacramentales me ofrecían una fe fuertemente arraigada en el mundo real, donde Jesús no era sólo un recuerdo que conmemoramos a través del simbolismo, o una presencia espiritual viviendo de forma invisible en nuestros corazones.

No, para los católicos, él es cuerpo y sangre, físicamente presente en todo el mundo en la Eucaristía, y su gracia es algo tangible. El bautismo, la comunión, la confesión, la confirmación, el matrimonio, la ordenación sacerdotal y la unción de enfermos – estos sacramentos no son actos espirituales, sino también físicos, que requieren una forma y una materia adecuadas, así como una intención.

La fisicidad de la Iglesia está también ejemplificada en el uso de sacramentales, u objetos bendecidos, en nuestra vida de fe. Estos objetos pueden ser casi cualquier cosa, desde sal bendecida, un crucifijo, una reliquia o resto físico de un santo, o incluso un edificio entero.

Ayer, 9 de noviembre, celebramos la naturaleza física de nuestra fe al conmemorar la fiesta de San Juan de Letrán – un día festivo no dedicado a un santo, sino a un edificio sacro. Localizado en Roma, el nombre completo de la iglesia en cuestión es Archibasílica papal de san Juan de Letrán, pero normalmente se la llama con el nombre más breve, y a veces confuso, de San Juan de Letrán.*

(*El nombre es confuso porque nunca existió un “San Juan de Letrán”. “San Juan” es el nombre de la iglesia, y durante los siglos se ha referido tanto al Bautista como al Evangelista. Y “Letrán” se refiere al lugar donde está construida, lo que una vez fue la propiedad de una rica familia romana, los Laterani – de la que hablaremos en seguida).

Mucha gente cree que San Pedro es “la iglesia del Papa”, pero no lo es. San Juan de Letrán es la catedral de la diócesis de Roma, que el Papa preside como obispo. En el día de hoy, celebramos su dedicación por el papa Silvestre I en el año 324 d.C., cuando se convirtió en la primera iglesia en la que los cristianos podían hacer culto en público. (El edificio actual dedicado ese año fue después destruido, y hubo varias reconstrucciones. La estructura actual fue erigida por el Papa Inocente X en 1646, y ha sobrevivido hasta ahora).

San Juan de Letrán es notable por ser la iglesia más antigua de Occidente, así como por su papel significativo en la historia de la Iglesia. En ella se han celebrado cinco concilios ecuménicos, están enterrados 28 papas, y la tradición afirma que los relicarios del altar principal contienen las cabezas de san Pedro y san Pablo. Hasta el papado de Aviñón en el siglo XIV, los papas en realidad vivían allí, y sólo se trasladaron al Vaticano al regresar a Roma y encontrar San Juan de Letrán en mal estado.

Aunque hay muchas iglesias históricamente importantes de la fe católica, algunas de las cuales también tienen sus propios días de conmemoración (Santa María la Mayor, el 5 de agosto, y los SS. Pedro y Pablo el 18 de noviembre), sólo San Juan de Letrán tiene su propio día de la fiesta, como los santos cristianos y eventos milagrosos como la Inmaculada Concepción, la Asunción, la Ascensión y Pentecostés.

Entonces, ¿cómo pudo un edificio tener su propio día de la fiesta, y por qué éste? Después de todo, el nombre de San Juan de Letrán procede en sus orígenes de un palacio construido para la rica familia Laterani, antes de que Constantino pusiera sus manos sobre él y, un tiempo después, lo donara a la Iglesia. ¿Cómo puede un lugar con un pedigrí no enraizado en la fe, sino en el exceso egoísta y materialista, volverse tan importante para el pueblo de Dios que lo celebramos cada año con su propia fiesta?

Pues tiene que ver con la historia de la redención. Por lo menos a cierto nivel, San Juan de Letrán es la historia de cómo Dios puede usar cualquier cosa y cualquier persona para glorificarlo y lograr sus fines, incluso un castillo ostentoso construido para una sola familia en la cima de un imperio cuya decadencia provocó su perdición. Al celebrar la transformación de un símbolo de la dominación secular en un lugar santo, se nos recuerda nuestra propia conversión – de pueblo propiedad del mundo, a hijos y herederos de Dios.
Pero no es este el único legado de san Juan de Letrán. Al celebrar la dedicación de la cátedra del Obispo de Roma, afirmamos nuestra unidad como católicos romanos, y proclamamos una vez más el primado del Papa sobre los demás obispos.

No sólo eso, sino que recordamos también la importancia de nuestras propias iglesias locales. Para los católicos, nuestras catedrales y parroquias no son “sólo” edificios… son casas espirituales de los fieles, lugares de descanso y restauración, de dónde venimos para ser gestados (bautismo, catequesis, confirmación), alimentados por la Eucaristía, y sanados (la reconciliación).

Además, son como una casa física de Nuestro Señor, pues Él está oculto en el Sagrario, expuesto para nuestra adoración, o para ser sacrificado en la Misa para nuestro alimento espiritual y físico bajo la apariencia de pan y vino.

Como católicos, nuestra fe es física. La enseñanza de la Iglesia influye en la forma como vivimos nuestras vidas, hacemos actos físicos como hitos de nuestra fe, y bendecimos rutinariamente simples objetos en la creencia de que si Dios puede cambiar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de su hijo amado, Él puede usar nuestras pertenencias físicas cotidianas para que nos ayuden a lo largo de nuestro viaje espiritual.

¿Qué mejor manera de celebrar nuestra fe viva y física que honrando su hogar físico –San Juan de Letrán, la catedral de Roma?


Fuente: Aleteia