Muchos
vieron en la escasa duración del papa Luciani una señal del cielo, ¿qué
significaba esta corto papado?
Este 28 de setiembre se han cumplido 37 años del fallecimiento del papa Juan Pablo I, Albino Luciani, más
conocido como “el Papa de la Sonrisa”. Fue el último papa italiano hasta
nuestros días, y 1978 fue llamado “el año de los tres papas”: Pablo VI, hoy beato,
Juan Pablo I en proceso de beatificación, y Juan Pablo II, hoy santo. Ahora
puede analizarse con más perspectiva el significado de este breve pontificado
en el contexto histórico del siglo XX.
El eurocomunismo se hundió
con el asesinato del político italiano Aldo Moro, obra del grupo terrorista
Brigadas Rojas en mayo de 1978. Moro había preparado con Berlinguer una
colaboración entre demócrata-cristianos y comunistas, formando el llamado
“compromiso histórico”, y fue secuestrado el día de la votación del primer
gobierno apoyado por los comunistas. Este asesinato fue atribuido
indirectamente a los servicios secretos de la Unión Soviética.
Pablo VI, que durante su pontificado se distinguió por su diálogo
entre la Santa Sede y los países comunistas en la llamada Ostpolitik del
Vaticano, presidió los funerales por el alma Aldo Moro, su íntimo amigo, en la
catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán.
En el ámbito internacional,
Margaret Thatcher ganó sus primeras elecciones en 1975 y Ronald Reagan,
candidato Republicano, ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos de
1980, dos años después de ser elegido Juan Pablo II.
Por su parte, la Unión
Soviética era cada vez más fuerte en el mundo, tras la derrota norteamericana
en Vietnam, las victorias en los conflictos de Angola y Mazambique, el éxito
del comunismo en América Latina, donde triunfaba la guerrilla y la teología de
la liberación, una fuerte presencia en la India, en el Oriente Medio, en África
y con posibilidades de tener un papel importante con la caída de las dictaduras
mediterráneas de Grecia, Portugal y España. Mientras tanto, el comunismo en
Italia casi consiguió llegar al poder en las elecciones de 1975.
Hechos clave
El 6 de agosto de 1978,
fallece Pablo VI, el papa que clausuró el Concilio Vaticano II, que fue abierto
en 1962 por Juan XXIII. Por eso, cuando fue elegido papa el cardenal Albino
Luciani, Patriarca de Venecia, tomó el
nombre compuesto de Juan y Pablo, porque era –se suponía—el primer papa del
post Concilio, iniciado por Juan (XXIII) y Pablo (VI).
Pero tras su corta duración
(33 días) los cardenales eligieron a un papa que debía llevar a la Iglesia al
tercer milenio, como así fue con el cardenal Karol Wojtila, quien eligió el
nombre de Juan Pablo II, dando sentido de continuidad a la misión que los
cardenales otorgaron al papa Luciani.
El papa Juan Pablo I fue un
papa imprescindible para la Iglesia, pues sin
este breve papado hubiera sido muy difícil que los cardenales eligieran un papa
no italiano, y más aún, un papa que procedía de un país comunista,
como Polonia. Muchos cardenales vieron en la escasa duración del papa Luciani
una señal del cielo. ¿Qué significaba esta corto papado?
Hasta ahora, con Pablo VI,
que gobernó la Iglesia durante 15 años, muchos fieles habían visto a un papa
apesadumbrado, que no pudo impedir la aprobación del divorcio en Italia, ni el
cisma del Catecismo Holandés o la separación de Lefébvre, ni tantas
desafecciones de sacerdotes, religiosas y religiosos, que llegó a decir que “el
humo de Satanás ha entrado por algunas grietas del Vaticano”. Y llegó el “papa de la sonrisa”.
Juan Pablo I quedó tan
sorprendido al ser elegido, el 26 de agosto, que lo contó con espontánea
sinceridad al día siguiente a los fieles congregados en la plaza de San Pedro:
“ayer cuando fui a votar junto con los otros cardenales,nunca
hubiera imaginado que me elegirían a mí”, dijo.
Comentaba a sus colaboradores más cercanos, que sería un papa que
duraría poco tiempo. Cuando le hablaban de
preparar viajes o discursos, decía: “ya lo hará el próximo papa”. Esta fue la
expresión, según cuenta su secretario, el irlandés John Magee, que utilizó
cuando le dijeron que debía preparar el encuentro con los obispos de América
Latina en la localidad de Puebla en México, el mes de marzo de 1979, donde
debía de pronunciarse sobre la teología de la liberación.
Juan Pablo I, tal vez
consciente de su escaso conocimiento de la Curia Romana, tomó la primera
decisión, dos días después de ser elegido, de confirmar a todos los cargos de la Curia. Los altos cargos del Vaticano estaban
contentos, y así lo explicitó en varias ocasiones el cardenal francés,
Jean-Marie Villot, que era el Secretario de Estado, o sea el “número dos” del
Vaticano.
Apenas iniciado su
pontificado, tras la misa de toma de posesión de su cargo, el domingo 4 de
septiembre, Juan Pablo I recibió al día siguiente al metropolita de San
Petersburgo (entonces Leningrado), Boris Rotov, Nikodim.
Nikodim, que llevaba más de
un mes en Roma, era un muy curioso personaje. Era el número dos del patriarcado
de Moscú y al mismo tiempo miembro del KGB, los servicios secretos de la Unión
Soviética, que utilizaba el nombre de “Adamant” para este prelado ortodoxo.
En la audiencia del día 5,
Nikodim, que quiso ser recibido solo en la audiencia, le dijo al papa Luciani
algo sobre el ecumenismo que gustó mucho al papa. Un minuto después Nikodim caía a los pies
del nuevo papa, fulminado por un ataque cardiaco.
Juan Pablo I pasó dos noches
sin dormir, pensando qué podría significar esta muerte, según contó a sus más
allegados. Con Nikodim fallecía tal vez el prelado ortodoxo más inteligente
(tenía 49 años en 1978) y estaba decidido a llevar al Vaticano en la órbita de
la política exterior soviética. Con la pérdida de Nikodim, la Unión Soviética
perdió a su más grande embajador ante las religiones.
Fuente: Aleteia