Papa Francisco desafía a las familias a responder
esta pregunta para medir su amor
La santidad y el amor están ligadas a los pequeños gestos que
se aprenden en el hogar, afirmó el Papa Francisco en la Misa de clausura del
Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, en una homilía en la que invitó
a los padres y madres a preguntarse si en su casas «¿se grita o se habla con
amor y ternura?». «Es una buena manera de medir el amor», afirmó.
En su homilía, el Pontífice expresó su deseo de que «ojalá cada uno
de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia
familia y de todas las familias del mundo, y estoy hablando del milagro
de amor, y de esa manera poder así superar el escándalo de un amor mezquino y
desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás».
En ese sentido, señaló, «les dejo como pregunta para que cada uno responda
porque dije la palabra impaciente. En mi casa, ¿se grita o se habla con
amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor».
El Santo Padre explicó que «la fe abre la ‘ventana’ a la presencia actuante
del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre
ligada a los pequeños gestos» que se aprenden en el hogar; «gestos de
familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que
hacen diferente cada jornada», como preparar el plato caliente para quien llega
a cenar, «la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga
jornada de trabajo».
Pequeños gestos
«El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención
mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga sabor a hogar. La fe
crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias,
nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde
la fe se hace vida y la vida crece en la fe», afirmó.
Francisco dijo que Jesús «invita a no impedir esos pequeños gestos
milagrosos», sino a provocarlos y despertar todos estos pequeños
gestos, «signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo».
«¿Cómo estamos trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en
nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos?»,
preguntó el Papa. El Espíritu «Nos invita y desafía a responderla con la gran
familia humana», señaló.
Cuidado con la perversión de la fe
En su homilía, el Pontífice también reflexionó sobre el peligro de caer en la
tentación de poner en duda la obra del Espíritu y creer que «la misma no tiene
nada que ver con aquellos que ‘no son parte de nuestro grupo’, que no son ‘como
nosotros’». Advirtió que esta «es una tentación peligrosa. No bloquea solamente
la conversión a la fe, sino que constituye una perversión de la
fe».
Explicó que había gente para quienes «la apertura de Jesús a la fe honesta y
sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios, les
parecía intolerable. Los discípulos, por su parte, actuaron de buena fe, pero
la tentación de ser escandalizados por la libertad de Dios que
hace llover sobre ‘justos e injustos’, saltándose la burocracia, el
oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la autenticidad de la fe y,
por tanto, tiene que ser vigorosamente rechazada».
En ese sentido, Francisco recordó que Dios quiere que todos «participen de la
fiesta del Evangelio». «No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario,
ayúdenlo a crecer», invitó.
Fuente: Aci Prensa