SANTA TERESA: LIBRO DE LAS FUNDACIONES (Introducción y prólogo)

INTRODUCCIÓN

Composición de las fundaciones

Con textos de la misma Santa podemos reconstruir la historia externa de este escrito teresiano. Una historia también accidentada, aunque mucho menos y por motivos distintos de las otras obras. La primera iniciativa de este libro es también sobrenatural: "que escribiese la fundación de estas casas" (Relación 9, p. 1443) dice la Santa que le manifestó nuestro Señor, en fecha insegura, pero antes de 1573. Seguramente en febrero de 1570. 

Mandato que ella misma somete a su habitual prueba normativa: la aprobación de un confesor, que esta vez viene a través del P. Jerónimo Ripalda tres años después 1573 cuando se encuentra en Salamanca. Son once años de actividad fundacional, con el largo intermedio desde S. José de Avila a S. José de Medina, 15621567 (Fundaciones, Pról. 2, p. 1053) seguido del apretadísimo cuatrienio de 156772, lo que tiene que historiar. Han surgido siete fundaciones, aparte del primer convento de los padres: los de Medina (1567), Malagón (1568), Duruelo (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570, Alba de Tormes (1571).

Desde el 25 de agosto de 1573 en que comienza en Salamanca (Pról. 7, p. 1056) hasta febrero de 1574 en que sale difinitivamente de esta ciudad para Alba y Segovia, escribe los primeros capítulos: "Estando en el monasterio del glorioso San José, que está allí [Salamanca] año de 1573, escribí algunas de ellas" (c. 27, 22). No podemos precisar, pese a la afirmación de la Santa, cuántas son. Con seguridad ha escrito los nueve primeros capítulos. La salida de Salamanca, que la exime de la obediencia del P. Ripalda, esa obediencia "que tanto le cuesta", y la marea de ocupaciones que siempre gravita sobre ella, provocan una interrupción, que no parece sea total. Los últimos meses de 1574 pasados en Avila, son de cierta trnquilidad. Durante ellos escribe las Meditaciones sobre los Cantares. Es posible que avanzara también algunos capítulos de las Fundaciones, pero no más allá del trece, que fue escrito en 1575, cuando con el convento de Almodóvar del Campo las fundaciones de descalzos alcanzaban el número diez: "que al tiempo que ésta escribo, hay diez monasterios de descalzos..." (13, 4). Seguirán otros capítulos escritos en lugares y fechas imposibles de fijar hasta el c. 20, fundación de Alba de Tormes. Seguramente no se sintió tan liberada de la obediencia del P. Ripalda como para suspender enteramente su tarea.

Cuando esta determinación se acentúa, "estando muy determinada a esto" (27, 22) "no pasar adelante" en la narración, otro precepto, esta vez del Comisario, P. Gracián, hará avanzar la historia hasta lo realizado en este momento. Sobre el particular nos ilumina la carta del 24 de julio de 1576 a Lorenzo de Cepeda, pidiéndole los papeles que tiene en Avila, entre ellos "unos en que están escritas algunas cosas de la fundación de Alba". Es éste uno de los momentos de más intensa actividad literaria de Santa Teresa. Desde primeros de octubre hasta el 14 de noviembre siguiente escribe siete capítulos, hasta el 27, un verdadero sprint, aun teniendo en cuenta el ritmo del escribir teresiano en otras ocasiones.

Cuando la Santa escribe en esa fecha: "Hase terminado a catorce días del mes de noviembre, año de 1576", y la súplica apremiante del párrafo final, parece que está poniendo el colofón de su obra y de su libro. La continuación de ambos entonces era imprevisible. Pero no tardando tuvo que recomenzar de nuevo la doble tarea. Desde 1580 hasta su muerte cuatro nuevas fundaciones: Villanueva de la Jara (1580), Palencia (1581), Soria (1581), Burgos, primavera de 1582; el mismo ritmo de siempre, dos fundaciones por año. Al filo de las nuevas fundaciones o inmediatamente después iba haciendo su historia, que queda rematada con la de Burgos. Es de suponer que la presencia del P. Gracián, además de recordar el precepto no suspendido, suponía un aliento y una ayuda para rematar la tarea.

El contenido

El mandato del P. Ripalda era preciso y múltiple: Escribir la fundación de los siete monasterios fundados después de San José de Avila esta fundación quedaba incorporada a la Vida, cc. 3236 junto "con el principio de los monasterios de padres descalzos de esta primera Orden" (Pról. 2). En segundo lugar "me mandan, si se ofrece ocasión, trate algunas cosas de oración y del engaño que podría haber para no ir más adelante las que la tienen" (Pról. 5).

No hubiera sido necesario. El relato de las innumerables incidencias multiplicaba las oportunidades para que se desencadenara la avenida de su irreprimible magisterio. Los cc. 4 al 8 son una larga interrupción en los que aporta doctrina sobre la oración, sobre la conducta frente a las revelaciones y visiones (c. 8) y el c. 7 que es un magistral tratado sobre las distintas formas de neurosis humor, melancolía frecuentes entonces y ahora en los conventos; sobre la obediencia, su necesidad en la vida del espíritu como clave para evitar riesgos, presentada como secreto para superar la aparente antinomia entre contemplación y acción (cc. 4, 2; 5, 67). Los consejos dirigidos a las prioras, verdaderos guías espirituales de sus hijas (cc. 7, 8; 8, 9). Desenmascara sabiamente las diversas formas de mixtificación espiritual, que sobre todo en los comienzos colindan con ciertos fenómenos místicos (c. 6). La larga experiencia teresiana de la vida espiritual, de los riesgos y "embustes" que la amenazan hacen comprender el énfasis con que está escrito el c. 8.

Son sapientísimas las normas de gobierno que da a sus prioras (c. 18), resumidas en una palabra: discreción (ib. 7), sobre todo en relación con la mortificación y la obediencia. Preocupaciones constantes, como transfondo de sus inquietudes son la perseverancia en la fidelidad y pureza de vida de los comienzos (c. 4, 67; 24, 6; 27, 12). La selección de las que han de vestir el hábito, almas depuradas y selectas, ya que el adocenamiento es incompatible con la inspiración teresiana y con las exigencias de la vocación en sus conventos (27, 14); la pobreza, como criterio al recibir postulantes y como inspiración y estado de vida de una carmelita (27, 1113); encomendar a los bienhechores, a cuantos han ayudado en la larga y dura empresa de las fundaciones (21, 7; 25, 9; 27, 24; 28, 7; 29, 11; 30, 12; 31, 29). Termina con la relación del paso de las descalzas de Avila a la jurisdicción de la Ordem, problema delicado, que entonces se hizo necesario.

El autógrafo

Después de un breve intercambio de poseedores el autógrafo de las Fundaciones, estimado ya antes de concluirse como verdadera reliquia, llegó a la biblioteca del Monasterio del Escorial, reclamado por Felipe II. Es un volumen de 132 hojas de 303 x 210 mm. escrito con la ágil caligrafía teresiana, con cierta discontinuidad en la firmeza de rasgos y en su misma redacción, sobre todo al final, fundación de Burgos, en la que abundan los lapsus, las equivocaciones materiales, como símbolo estremecido de haber empleado todas las energías en la empresa; el fin está presentido en estas páginas finales.
El P. Gracián puso la paginación en números arábigos y las consiguientes glosas marginales, anotaciones y enmiendas, precisamente poco afortunadas, que más tarde fueron canceladas por el P. Domingo Báñez.
La primera edición de las Fundaciones, título que tampoco es de la Santa, y que fue puesto más tarde, se hizo en Bruselas gracias a los desvelos y atención del P. Gracián y de la V. Ana de Jesús, ya que por distintos motivos no había sido incluida en la edición príncipe de Fray Luis de León.
En la presente edición damos el texto teresiano autógrafo tras una atenta y esmerada revisión y fijación.

LAS FUNDACIONES

1. Por experiencia he visto, dejando lo que en muchas partes he leído, el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia. En esto entiendo estar el irse adelantando en la virtud y el ir cobrando la de la humildad; en esto está la seguridad de la sospecha que los mortales es bien que tengamos mientras se vive en esta vida, de errar el camino del cielo. Aquí se halla la quietud que tan preciada es en las almas que desean contentar a Dios. Porque si de veras se han resignado en esta santa obediencia y rendido el entendimiento a ella, no queriendo tener otro parecer del de su confesor (1) y, si son religiosos, el de su prelado, el demonio cesa de acometer con sus continuas inquietudes, como tiene visto que antes sale con pérdida que con ganancia; y también nuestros bulliciosos movimientos, amigos de hacer su voluntad y aun de sujetar la razón en cosas de nuestro contento, cesan, acordándose que determinadamente pusieron su voluntad en la de Dios, tomando por medio sujetarse a quien en su lugar toman.

Habiéndome Su Majestad, por su bondad, dado luz de conocer el gran tesoro que está encerrado en esta preciosa virtud, he procurado aunque flaca e imperfectamente tenerla; aunque muchas veces repugna la poca virtud (2) que veo en mí, porque para algunas cosas que me mandan entiendo que no llega. La divina Majestad provea lo que falta para esta obra presente.

2. Estando en San José de Avila, año de mil y quinientos y sesenta y dos, que fue el mismo que se fundó este monasterio (3), fui mandada del padre fray García de Toledo (4), dominico, que al presente era mi confesor, que escribiese la fundación de aquel monasterio, con otras muchas cosas, que quien la viere, si sale a luz, verá. Ahora estando en Salamanca, año de mil y quinientos y setenta y tres, que son once años después, confesándome con un padre rector de la Compañía, llamado el maestro Ripalda (5), habiendo visto este libro de la primera fundación, le pareció sería servicio de nuestro Señor que escribiese de otros siete monasterios que después acá, por la bondad de nuestro Señor, se han fundado (6), junto con el principio de los monasterios de los padres Descalzos de esta primera Orden, y así me lo ha mandado. Pareciéndome a mí ser imposible (a causa de los muchos negocios, así de cartas, como de otras ocupaciones forzosas, por ser en cosas mandadas por los prelados), me estaba encomendando a Dios y algo apretada (7), por ser yo para tan poco y con tan mala salud que, aun sin esto, muchas veces me parecía no se poder sufrir el trabajo conforme a mi bajo natural, me dijo el Señor: Hija, la obediencia da fuerzas.

3. Plega a Su Majestad que sea así y dé gracia para que acierte yo a decir para gloria suya las mercedes que en estas fundaciones ha hecho a esta Orden. Puédese tener por cierto que se dirá con toda verdad, sin ningún encarecimiento, a cuanto yo entendiere, sino conforme a lo que ha pasado. Porque en cosa muy poco importante yo no trataría mentira por ninguna de la tierra; en esto, que se escribe para que nuestro Señor sea alabado, haríaseme gran conciencia, y creería no sólo era perder tiempo, sino engañar con las cosas de Dios, y en lugar de ser alabado por ellas, ser ofendido. Sería una gran traición. No plega a Su Majestad me deje de su mano, para que yo la haga.

Irá señalada cada fundación, y procuraré abreviar, si supiere, porque mi estilo es tan pesado, que, aunque quiera, temo que no dejaré de cansar y cansarme. Mas con el amor que mis hijas me tienen, a quien ha de quedar esto después de mis días, se podrá tolerar.

4. Plega a nuestro Señor, que, pues en ninguna cosa yo procuro provecho mío ni tengo por qué, sino su alabanza y gloria, pues se verán muchas cosas para que se le den, esté muy lejos de quien lo leyere atribuirme a mí ninguna, pues sería contra la verdad; sino que pidan a Su Majestad que me perdone lo mal que me he aprovechado de todas estas mercedes. Mucho más hay de qué se quejar de mí mis hijas por esto, que por qué me dar gracias de lo que en ello está hecho. Démoslas todas, hijas mías, a la divina bondad por tantas mercedes como nos ha hecho. Una avemaría pido por su amor a quien esto leyere, para que sea ayuda a salir del purgatorio y llegar a ver a Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por siempre jamás, amén.

5. Por tener yo poca memoria, creo que se dejarán de decir muchas cosas muy importantes, y otras que se pudieran excusar, se dirán. En fin, conforme a mi poco ingenio y grosería (8), y también al poco sosiego que para esto hay. También me mandan, si se ofreciere ocasión, trate algunas cosas de oración y del engaño que podría haber para no ir más adelante las que la tienen.

6. En todo me sujeto a lo que tiene la madre santa Iglesia Romana (9), y con determinación que antes que venga a vuestras manos, hermanas e hijas mías, lo verán letrados y personas espirituales. Comienzo en nombre del Señor, tomando por ayuda a su gloriosa Madre, cuyo hábito tengo, aunque indigna de él, y a mi glorioso padre y señor San José, en cuya casa estoy, que así es la vocación (10) de este monasterio de Descalzas, por cuyas oraciones he sido ayudada continuo.

7. Año de 1573, día de San Luis, rey de Francia, que son 24 días de agosto (11). Sea Dios alabado.

NOTAS: PRÓLOGO

1 Otro parecer del de su confesor: equivale a "otro parecer que el de..." o "sino el de su confesor". En el margen del autógrafo Gracián, tras malentender ese giro típico de la Santa, anotó: "¡Ojo! Enséñales a sus religiosas a obedecer a sus prioras y a que anden claras con ellas y no a los confesores, y a ellas a los confesores, y mire que es punto este sustancial, porque se debilita de otra manera la obediencia, tan necesaria y tan preciada".
2 Repugna la poca virtud: se opone a ello mi poca virtud (cf. c. 31, n. 12).
3 Monasterio: entre líneas añadió de nuevo la Santa un "mismo" superfluo.
4 P. García de Toledo, el destinatario por antonomasia del libro de la Vida.
5 Jerónimo Ripalda (1535-1618): fue Rector no sólo del Colegio de Salamanca, sino de Villagarcía, Burgos y Valladolid.
6 Los y eran: Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Salamanca (1570) y Alba de Tormes (1571).
7 Algo apretada: angustiada.
8 Grosería, en acepción de tosquedad, poca cultura.
9 Romana: lo añadió al margen la propia Santa en fecha evidentemente posterior a la composición del prólogo. Es curioso advertir que se da el mismo caso en el prólogo (n. 3) y en el epílogo (n. 4) de las Moradas.
10 Vocación, por advocación o patronato. - Es el monasterio de San José de Salamanca.
11 Se equivoca: era 25 de agosto.