JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA 2015. TESTIMONIO DE UNA RELIGIOSA MISIONERA: PACIENCIA MELGAR RONDA, MIC

Proclamo Señor la grandeza de tu amor infinito para conmigo. Te ensalzo porque siempre te has acordado de mi pequeñez, débil y frágil, y, de manera especial, cuando he sido infectada por el virus del Ébola en Monrovia, me llenaste de la gracia de paz y serenidad para luchar contra este adversario.

Te alabo y te bendigo, Señor, por tu presencia y tu paso por mi vida durante ese tiempo de incertidumbre, soledad, abandono e impotencia; ante el desafío por lo que veía y oía en el entorno donde muchos estaban infectados por este virus, y en el que otros perdían la vida, como los cinco misioneros con los que compartíamos la misión (Chantal y Hnos. de San Juan de Dios). Me diste ánimo y valor para hacer frente, sin miedo, sino con fuerzas, ayudando y apoyando a otros tanto física como moralmente.

Te doy gracias por tu mano poderosa, porque tu amor es más fuerte que la fuerza del mal, porque me has librado de la muerte que me pudo haber causado este virus.

Mi espíritu se alegra en ti, Señor, porque me has hecho revivir y he vuelto a nacer, me has abierto puertas y ventanas para vivir con más esperanza, ilusión y entrega mi compromiso misionero en la Iglesia como Misionera de la Inmaculada Concepción. Gracias, Padre, por haberme llamado a vivir la experiencia de tu amor y hacer partícipes a otros de esta gracia.

Se alegra mi espíritu también por la vida de tantos hombres, mujeres y niños, que han superado este tránsito en sus vidas.

Te doy gracias, porque eres compasivo y misericordioso, porque has puesto en este camino a muchos samaritanos que supieron ayudarnos.

Acuérdate de los pueblos que siguen estando afectados por este y otros virus, y no dejes que tus hijos y sus descendientes sean olvidados; al contrario, colma de tus bienes a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Gracias, Padre, porque sigues contando conmigo para contribuir en tu plan de salvación; gracias, porque me has hecho instrumento para llegar a los corazones sedientos de fe, esperanza y amor.

¡A ti la alabanza! Amén.

Paciencia Melgar Ronda, MIC

Fuente: Conferencia Episcopal Española