Belén Manrique supo que Dios le llamaba a estar con los niños de Etiopía
Belén tiene 27 años recién cumplidos, es miembro del Camino
Neocatecumenal y estudió periodismo en la Universidad Complutense. ¿Pero a qué
ha ido hasta aquellas tierras? ¿Se ha hecho monja? ¿Qué se lleva en la maleta? A
continuación nos resuelve estas dudas.
Belén estudió periodismo y antes
de trabajar en Misión ya había estado en la compañía de seguros AXA y en La
Razón, en la sección de información religiosa. Y dado que ya tenía un
camino profesional vinculado con la Iglesia, le preguntamos a
bocajarro.
-¿Qué
pasó en tu vida para que te decidieras ir a misionar en Etiopía?
-Me
llamaba mucho la atención ir de misiones a un país pobre. ¡Ir de misiones! Todo
comenzó en su colegio el día que le pusieron un vídeo sobre la pobreza en la
India y la labor que las Misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa de
Calcuta, realizan allí: “Yo ahora digo que fue en ese momento cuando recibí la
llamada a servir a los pobres. Pero entonces tenía 14 años y simplemente me
quedé muy afectada. Desde entonces siempre quise ir a la India con las
Misioneras de la Caridad. Y lo pude hacer en verano de 2009, acompañada
por otros jóvenes. Dos años después de aquella experiencia, una vez terminada la
carrera, una amiga mía me propuso que fuéramos a pasar un curso como voluntarias
en Etiopía.
Misión sí, aventura no. Éste podría ser su lema. A Belén le
empezó a gustar la idea de pasar un curso de su vida con los pobres de Etiopía,
pero no a cualquier precio: “No quería que fuera un capricho mío, sino
que realmente fuera voluntad de Dios. Lo recé y vi que era lo que Dios me
pedía”. El resultado fue cinco meses en Etiopia con las Misioneras de
la Caridad, en 2011.
La búsqueda de
Dios
“En aquellos momentos –prosigue- había empezado a tener
inquietudes vocacionales. Era la época de la JMJ de Madrid, dónde vi con
seguridad que Dios me llamaba a servirle. Quería evangelizar, sobre
todo a los jóvenes. También aliviar el sufrimiento de las personas por no
conocer a Dios”.
La experiencia de Etiopía fue una oportunidad única en
ese camino de búsqueda de la voluntad de Dios, pero nos confiesa que ese momento
no encontró ninguna llamada a una vocación concreta. “No veía entonces
que tuviera que ser monja de clausura o ingresar con las Misioneras de la
Caridad”.
Volvió a España a recomenzar su vida y como tantas
almas que buscan a Dios: “Tuve una crisis muy fuerte porque no sabía qué
es lo que Dios quería de mí, llegué a pensar que mi vida no tenía ningún
sentido. Como no sabía muy bien qué hacer, empecé a estudiar
Magisterio, pues vi que en Etiopía los niños necesitaban educación y que
yo disfrutaba mucho con ellos. Paralelamente comencé a trabajar en la
revista Misión. Por fin parecía que había encontrado a lo que dedicar
mi vida, pero aun así sentía que estaba vacía, nada de lo que hacía y
tenía me llenaba: una buena familia, amigos, trabajo… No encontraba la
paz y sentía que estaba desperdiciando mi juventud”.
Y en esto, el P. Christopher Hartley se
cruzó en su camino. Belén había leído una reseña sobre un libro que cuenta la historia de este sacerdote de nacionalidad española e inglesa
en la web Religión en Libertad. El P. Christopher había trabajado
en República Dominicana con los cultivadores de caña de azúcar, y le
impactó muchísimo su radical defensa de la dignidad humana de estos
trabajadores. Tras su etapa en el país caribeño, el misionero fue a
Etiopía a iniciar una nueva misión en aquella tierra. Dicho y hecho:
“Contacté con él y me invitó a conocer su misión”.
“Así
que este verano pasado –nos explica- volví a Etiopía para estar en su misión.
Conocí su trabajo y también a una religiosa que le ayudaba. De hecho,
fue ella quien me invitó a quedarme y ayudarla. A través de ella y en
muchos momentos de oración, sentí que Dios me estaba llamando a quedarme
allí. Me di cuenta de que tenía que dejar de pasar la pelota a los
sacerdotes y las monjas, e involucrarme yo también en la tarea de la
evangelización, porque yo también soy Iglesia y la Iglesia me necesitaba en ese
lugar concreto”.
Con los pobres de entre los
pobres
“Me atrajo cómo vivía esta monja como pobre entre los pobres”.
La pobreza allí no era solo material. Etiopía es en su mayoría cristiana
ortodoxa, pero como la zona en donde se encuentra la misión del P.
Christopher está muy cerca de Somalia, la religión mayoritaria es
musulmana.
“Yo la realidad que conocí es la de un sufrimiento
horrible por la falta de amor y atención que tienen estas personas, las
mujeres son consideradas objetos, su única función es la de tener
hijos, incluso se las practica la ablación desde niñas para que no puedan
disfrutar del acto sexual. Lo que había allí es un sufrimiento inhumano.
En toda Etiopía hay pobreza, pero en esta zona la situación de los
pobres es insostenible”.
-¿Qué
vas a hacer allí? Vas con musulmanes…
-Sí, es verdad, voy a trabajar
principalmente con los musulmanes. El P. Christopher ha descubierto
lugares en los que no hay ninguna atención sanitaria, ni ningún tipo de
educación. Las personas viven como animales. Por eso, el padre ha
construido dos escuelas en lugares en donde no había ninguna, que al final
constituyen una excusa para que estas personas puedan conocer el amor de
Dios.
A estas alturas de la conversación, nos damos cuenta de que fue a
un lugar por cinco meses, o por 15 días, o por un verano… pero, ¿y ahora?
-¿Por cuánto
tiempo te vas a Etiopía?
-Lo que Dios quiera. Lo mismo me voy
para 20 años, que en un año me vuelvo. En otras ocasiones lo que me
molestaba era tener un billete de vuelta. Antes, para estar con los pobres,
tenía un límite que no quería tener, y por eso ahora me quiero ir sin
poner ninguna barrera de tiempo.
-Misionera seglar… ¿eso en sí
mismo es una vocación?
-Esa pregunta me hago yo. La única
llamada que tengo es la de vivir junto a los pobres. Está todo por decidir.
No estoy cerrada a que Dios pueda llamarme a la vocación religiosa.
Estoy en camino.
No nos resistimos a hurgar un poco más en lo personal,
así que le preguntamos que nos señale tres cosas que se va a llevar en la maleta
y de las que no quisiera desprenderse. Como buena misionera, además
comunicadora, nos responde:
- La Biblia, por supuesto, y el
Salterio, para hablar con Dios. Y el portátil, casi como una
obligación, para estar en contacto con la familia y contar lo que está
pasando.
Se lo piensa un poco y Belén nos cuenta que quiere meter otras
tres cosas en la maleta, y entre risas nos dice: “¡Mucha humildad y kilos de fe
y amor!”
-¿Pero hay
allí internet a pesar de la pobreza?
- Sí, sí que lo hay. Quizá no
lleguen el agua corriente ni la electricidad, pero sí llega internet.
Allí casi todo el mundo tiene un móvil, aunque luego no tenga qué
llevarse a la boca.
Paradojas de los tiempos actuales.
Fuente: ReL
