«Quien a Dios tiene, nada le falta; solo Dios basta»
La Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que venimos celebrando en
la Iglesia cada 2 de febrero —en la festividad de la Presentación del Señor en
el Templo— desde que fue instaurada por san Juan Pablo II en 1997, tiene
en esta ocasión un brillo especial al situarse en el marco del Año de la Vida
Consagrada convocado por el santo padre Francisco y coincidir, además,
con el Año Jubilar Teresiano; es un precioso regalo para la Iglesia, a la vez
que una gran oportunidad de evangelización.
A los objetivos habituales —alabar y dar gracias a Dios por el don de
la vida consagrada y promover su conocimiento y estima por parte del
Pueblo de Dios— se suman en esta ocasión los específicos del Año de la
Vida Consagrada, que nos invitan a «mirar al pasado con gratitud», «vivir
el presente con pasión», y «abrazar el futuro con esperanza», para dar gloria
al Padre Celestial por la historia de salvación que va escribiendo en nuestra
vidas, renovar la confianza en su Providencia y ser presencia apasionada de
su amor misericordioso para los hombres y las mujeres de este tiempo de
gracia que nos ha correspondido vivir.
Son estos «tiempos recios», que diría santa Teresa de Jesús, y «son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos» (Libro de la Vida 15, 5). A esta amistad, que se forja en la intimidad de la oración, estamos todos convocados, y de manera especial las personas consagradas, llamadas a testimoniar la alegría que nace del encuentro con el Señor y nos dispone a llevar el Evangelio a todos los rincones de la tierra con una solicitud especial por las periferias existenciales.
En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, la Doctora
Mística nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de
su acción. El mensaje de oración que nos entrega santa Teresa de Jesús es
muy necesario en este tiempo, en que estamos tentados por el reclamo y
el compromiso del mundo exterior, por el trajín de la vida moderna y por
tantas ocupaciones que nos distraen de lo verdaderamente esencial. Somos
atrapados por lo urgente e inmediato y olvidamos lo importante y esencial.
El Señor nos dice también hoy, como a Marta en Betania: «Marta, Marta,
andas inquieta por muchas cosas. Solo una es necesaria. María ha escogido
la mejor parte y no se la arrebatarán». Y es que «quien a Dios tiene, nada le
falta; solo Dios basta». Con este espíritu resuenan en nuestro corazón las palabras del papa
Francisco a los consagrados en la vigilia de apertura del Año de la Vida
Consagrada: «¡Despierten al mundo! ¡Despierten al mundo (…). Sea el
Evangelio el terreno sólido donde avanzar con coraje.

Esto pedirá vigilancia para descubrir las novedades del Espíritu;
lucidez para reconocer la complejidad de las nuevas fronteras; discernimiento
para identificar los límites y la manera adecuada de proceder; e inmersión
en la realidad, “tocando la carne de Cristo que sufre en el pueblo”. (…)
Delante de vosotros se presentan muchos desafíos, pero estos existen para
ser superados. “¡Seamos realistas pero sin perder la alegría, la audacia y la
dedicación llena de esperanza!”».
Lo suplicamos por intercesión de nuestra Madre, María, mujer fuerte y
valiente, modelo y maestra de quienes deseamos ser y vivir como «amigos
fuertes de Dios».
✠ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza
Presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada