Uno de los momentos más significativos del año en Roma es el homenaje que el Santo Padre realiza cada 8 de diciembre a la Inmaculada Concepción, situada a los pies de la Embajada de España ante la Santa Sede
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| León XIV reza ante la Virgen Inmaculada de la plaza de España | Crédito: Daniel Ibáñez/EWTN News |
A las 15:30 de
este lunes, el Papa León XIV dejó el Vaticano y se dirigió a la plaza de España
para el primer acto de veneración a la Inmaculada desde que inició su
pontificado el pasado mes de mayo.
Desafiando el
frío romano, el Papa realizó el recorrido en el papamóvil
descubierto. Antes de llegar a la plaza de España se detuvo frente a la
iglesia de la Santísima Trinidad, donde recibió el homenaje de la Asociación de
Comerciantes de Via Condotti, la emblemática calle del centro romano.
Más tarde llegó
a la plaza, presidida desde lo alto por la imagen de la Virgen, que esta
madrugada fue coronada con la tradicional corona de flores por el cuerpo de
bomberos de la ciudad de Roma.
El Santo Padre
estuvo acompañado de algunos miembros de la curia romana, así como de su
secretario personal, Mons. Edgard Rimaycuna Ingal; el Cardenal Baltassare
Reina, Vicario del Papa para la Diócesis de Roma; y Mons. Diego Giovanni
Ravelli, Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias.
Ante la
Inmaculada rodeada de flores y en presencia de numerosos fieles y personas con
discapacidad que ocupaban las primeras filas, el Papa León XIV recitó la
siguiente oración:
Dios te
salve, ¡oh María! Alégrate, llena de gracia, de aquella gracia que, como luz
amable, hace radiantes a quienes refleja la presencia de Dios.
El Misterio
te envolvió desde el principio, desde el seno de tu madre comenzó a hacer en ti
grandes cosas, que pronto requirieron tu consentimiento, ese “Sí” que ha
inspirado muchos otros “sí”.
Inmaculada,
Madre de un pueblo fiel, tu transparencia ilumina Roma con luz eterna, tu
camino perfuma sus calles más que las flores que hoy te ofrecemos.
Muchos
peregrinos de todo el mundo, oh Inmaculada, han recorrido las calles de esta
ciudad a lo largo de la historia y en este año jubilar.
Una
humanidad probada, a veces abatida, humilde como la tierra de la que Dios la
plasmó y en la que no deja de soplar su Espíritu de vida.
Mira, oh
María, a tantos hijos e hijas en quienes no se ha apagado la esperanza: germine
en ellos lo que tu Hijo ha sembrado. Él, Palabra viva que en cada uno pide aún
crecer, tomar carne, rostro y voz.
Florezca la
esperanza jubilar en Roma y en cada rincón de la tierra, esperanza en el mundo
nuevo que Dios prepara y del cual tú, oh Virgen, eres como la gema y la aurora.
Después de
las puertas santas, ábranse ahora otras puertas de casas y oasis de paz en los
que renazca la dignidad, se eduque en la no violencia, se aprenda el arte de la
reconciliación.
Venga el
Reino de Dios, novedad que tanto esperaste y a la que abriste íntegramente a ti
misma, de niña, de joven mujer y de madre de la Iglesia naciente.
Inspira
nuevas intuiciones a la Iglesia que camina en Roma y a las Iglesias
particulares que en cada contexto recogen las alegrías y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de nuestros contemporáneos, de los pobres sobre todo,
y de todos aquellos que sufren.
El bautismo
engendre aún hombres y mujeres santos e inmaculados, llamados a convertirse en
miembros vivos del Cuerpo de Cristo, un Cuerpo que actúa, consuela, reconcilia
y transforma la ciudad terrena en la que se prepara la Ciudad de Dios.
Intercede
por nosotros, enfrentados a cambios que parecen encontrarnos desprevenidos e
impotentes. Inspira sueños, visiones y coraje, tú que sabes más que nadie que
nada es imposible para Dios, y también que Dios no hace nada solo.
Ponnos en
camino, con la prisa que un día movió tus pasos hacia tu prima Isabel y la
expectación con que te hiciste exiliada y peregrina, para ser bendita, sí, pero
entre todas las mujeres, primera discípula de tu Hijo, madre del Dios con
nosotros.
Ayúdanos a
ser siempre Iglesia con y entre la gente, levadura en la masa de una humanidad
que invoca justicia y esperanza. Inmaculada, mujer de infinita belleza, cuida
de esta ciudad, de esta humanidad. Indícale Jesús, llévala a Jesús, preséntala
a Jesús.
Tras la
oración, el Papa León XIV saludó brevemente a miembros del Cuerpo Diplomático
de España e Italia, en particular a la embajadora española, Isabel Celaá.
Uno de los
momentos más emotivos de la ceremonia ocurrió cuando el Santo Padre se acercó a
las personas con discapacidad para saludarlas, en un gesto de profunda
cercanía. Muchos de ellos, acompañados por enfermeras, le recibieron con
alegría desde sus sillas de ruedas.
Por Almudena
Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa
