COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "SIGNOS"

Los grandes acontecimientos en la historia irrumpen de repente, pero siempre hay signos que nos preparan.
Dominio público
Estos son como la aurora que precede al sol, interpretables, no siempre evidentes, que van imponiéndose poco a poco, pero que finalmente conducen inexorablemente a aquello a lo que apuntan.

Ante la entrada del Hijo de Dios en la historia, el Evangelio nos habla de la aparición de un hombre: Juan, conocido como el Bautista por la principal acción que le acompañó. Se presentó en el desierto, provocando gran expectación. San Juan Bautista es una figura extraña. Muy querido, y patrón de muchos pueblos e instituciones, a la vez que difícil de comprender. En la fiesta de su nacimiento, el 24 de junio, entre fiestas de pueblos y ciudades, los informativos se llenan de hogueras en las que quemamos lo antiguo.

Si toda la historia del Pueblo escogido por Dios desde Abraham es una historia de preparación, Juan al Bautista es el culmen y el resumen de toda esta historia. Es, por excelencia, el precursor. Fue el precursor histórico de Jesús de Nazaret. En los retablos de muchas de nuestras Iglesias, en muchos cuadros e imágenes, Jesús aparece flanqueado por María y por Juan el Bautista. Son los dos precursores inmediatos. Y por eso la Iglesia les dedica los tres domingos previos a la Navidad.

Ellos siguen siendo hoy precursores de su llegada a cada uno de nosotros. San Juan el Bautista nos prepara con una llamada a la conversión. Su misión era clara, preparar un camino. Su porte era extraño, vestido de piel de camello y alimentándose de hierbas y miel silvestre. Su predicación nos resulta áspera e incómoda. A los fariseos les llama «raza de víboras», les dice que no se hagan ilusiones, y que el hacha está ya en la raíz. Como un agricultor exigente, nos dice que los árboles que no den buen fruto serán talados y echados al fuego. Tras él, llegará uno que separará lo bueno de lo malo como se separa el trigo de la paja. Y la paja, lo que no tenga consistencia, será quemado. Son palabras incómodas, pero nos recuerdan que no es tiempo de componendas. Hay que tomarse la vida con seriedad.

Quedan algo más de quince días para la Navidad y unos ya tendrán todo preparado, otros lo estarán dejando para el último momento. Pero ¿hemos preparado lo esencial? San Juan Bautista es el hombre de lo esencial. Su austeridad, su aspereza, aunque pueda resultarnos extemporánea, nos recuerda que lo esencial es prepararnos para la llegada a nuestra vida de Jesús, el Cristo, el Mesías. Podemos prepararlo todo para la fiesta comprando muchas cosas, pero ¿cómo están las personas?

El otro día leía en un artículo sobre la oinomanía o trastorno de compras compulsivas. Después de pasar el día de compras, al llegar a casa nos damos cuenta de que hemos comprado de más. O al comprar por internet, por ejemplo, en el reciente Black Friday, nos llega lo que hemos comprado y nos damos cuenta de que la mayor parte son cosas que no necesitábamos. Tel vez pensábamos que con todas estas compras calmaríamos una cierta ansiedad de fondo que late en nuestra vida, pero después nos damos cuenta de que no es así. Es más, esta ha aumentado con el sentimiento de culpabilidad. ¿Dónde encontrar un agarradero?

Puede ser que haya signos en nuestro tiempo que, como la aurora, no son aun totalmente evidentes, pero que nos hablan de una generación y una sociedad en profunda crisis. Al mismo tiempo, muchos buscan signos en los que encontrar certezas. Como en los tiempos de San Juan el Bautista. Así muchos acudieron a él. Él es la aurora que precede al sol que nace de lo alto, el amor de Dios que es su Hijo, Jesús, que nació en Belén. Aprovechemos estos días previos a Navidad, tan saturados de celebraciones, comidas y regalos para aprender a mirar a los ojos a los que tenemos al lado; para parar, tomar un café y preguntar “¿cómo estás?”; para escuchar y gastar tiempo con quien lo necesita. Preparemos, de verdad, un camino al Salvador.

  + Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia