SORPRENDE QUE EL CATÓLICO GARCÍA-PAGE HAYA ELIMINADO “NAVIDAD” Y “SEMANA SANTA” DEL CALENDARIO ESCOLAR

Que feo suena, la verdad. Y no solo feo: innecesario, inexplicable, incoherente con su propio discurso público

Emiliano García-Page, en una visita con el Papa Francisco

Resulta difícil de comprender. Difícil incluso de creer. Sorprende profundamente que haya sido precisamente el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, uno de los pocos políticos españoles que se declara abiertamente católico practicante y socialista, quien haya permitido —o impulsado— que en el calendario escolar de 2025/2026 desaparezcan los nombres tradicionales de “Navidad” y “Semana Santa”, sustituidos ahora por los fríos y artificiosos “Descanso primer trimestre” y “Descanso segundo trimestre”.

Que feo suena, la verdad. Y no solo feo: innecesario, inexplicable, incoherente con su propio discurso público. Suena a esos intentos de laicismo de laboratorio que encajan muy poco con la cultura española, con nuestras tradiciones y con la realidad social de una comunidad autónoma donde las procesiones, las cofradías y la religiosidad popular forman parte de la identidad colectiva.

La sorpresa no radica únicamente en la medida —que ya de por sí genera rechazo en muchos sectores—, sino en el contraste radical con el propio perfil del presidente. Hablamos de un político que ha afirmado en voz alta: “Les molesta que yo, públicamente, diga que soy español y que soy creyente; se creen que España es del PP y que Dios tiene el carné del Partido Popular.” Una frase que no solo reivindica su identidad católica, sino que la coloca en el centro del debate político nacional.

Otra de sus declaraciones que he localizado: “Una parte sustancial del Estado, para aquellos que no quieran reconocerlo o respetarlo, la conforman las creencias religiosas.” Y remató con una afirmación aún más contundente: “Es absurdo omitir que la más mayoritaria es la católica y cualquiera que se plantee gobernar en España sin reconocer la importancia que tiene hoy, tiene discapacidad para el gobierno.”

Con declaraciones tan claras, tan valientes, tan ajenas al discurso laicista que domina en el PSOE nacional, cuesta entender cómo bajo su Presidencia se ha producido un cambio terminológico que va justo en la dirección contraria. Porque una cosa es respetar la neutralidad institucional, y otra muy distinta borrar del lenguaje oficial palabras que forman parte de nuestra cultura, de nuestro patrimonio espiritual y también, guste o no, de la estructura histórica del calendario civil español.

Ahí está además el recorrido público de García-Page, que refuerza aún más este desconcierto. En 2021 viajó al Vaticano y fue recibido por el Papa Francisco. Salió de aquella reunión diciendo que estaba “muy emocionado, casi flotando”, destacando la “sensibilidad” del pontífice e invitándole incluso a visitar Castilla-La Mancha. Las imágenes de aquella audiencia, junto al arzobispo de Toledo, mostraban a un presidente sinceramente conmovido, orgulloso de su fe y de su tierra.

No fue un gesto aislado: García-Page ha asistido a procesiones de Semana Santa en Cuenca, en Toledo y en otras localidades de la región. Ha defendido la importancia cultural, espiritual y social de estas celebraciones. Ha apoyado con ayuda pública a hermandades y cofradías. Ha compartido actos institucionales con obispos y ha reivindicado la riqueza que la Iglesia aporta a la región.

Es el perfil de un político que no reniega de su fe ni de las tradiciones de su tierra. Un político que, en muchas ocasiones, ha ido a contracorriente de su propio partido al defender la importancia de la religión mayoritaria en España.

Por eso sorprende. Por eso desconcierta. Porque el cambio en el calendario escolar no es un ajuste técnico ni un pequeño cambio administrativo. Es un gesto simbólico muy potente, un mensaje que transmite una dirección cultural concreta, una que hasta ahora no asociábamos a García-Page. La sustitución de “Navidad” por “Descanso primer trimestre” no suena a él. Menos aún la de “Semana Santa” por “Descanso segundo trimestre”. Suena más a laicismo militante, a esa obsesión por borrar toda referencia religiosa del lenguaje público, como si mencionar tradiciones que forman parte de nuestra cultura fuera una amenaza.

Quizá aún estemos a tiempo de corregir este despropósito. O quizá García-Page tendrá que explicar por qué un presidente que se declara católico practicante ha tomado —o permitido— una decisión que encaja más en agendas políticas que él mismo ha criticado en el pasado.

Me gustaría saber qué le dice el Primado de España, el arzobispo de Toledo. 

Zenón de Elea

Fuente: Religión Confidencial