El cristianismo ha generado una civilización que ha hecho que Occidente haya tenido un desarrollo extraordinario, muy por encima de cualquier otra cultura
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| Aquilino Cayuela. Dani García/ Revista Misión |
Aquilino
Cayuela es analista político internacional, además de catedrático de
Filosofía Moral y Política de la Universidad Abat Oliba CEU, lo que le permite
tener una visión clara y muy amplia de la situación actual. La sensación de
corrupción generalizada que hay entre la sociedad y las raíces que provocan
esta situación es analizada por Cayuela en esta interesante entrevista con Javier Lozano en la revista Misión, publicación
católica y familiar de suscripción
gratuita, y que por su interés ofrecemos a continuación:
¿Cómo
definiría el presente?
Vivimos en
tiempos de penumbra. Un tiempo en el que tenemos gran dificultad de percibir
cualquier orden moral. Hoy esta concepción de las realidades y del bien están
completamente nubladas.
Hay una
sensación generalizada de corrupción. ¿A qué se debe?
El problema de
fondo es el decaimiento moral y racional que vivimos. Hoy se cree que sólo es
verdadero aquello que te causa emoción. Hay un alejamiento de lo que es
objetivamente real y también una desconfianza de nuestra capacidad racional de
percibir la verdad y el bien. Este decaimiento hace que vivamos tiempos de gran
malestar.
¿Existe una
crisis de la verdad?
Por supuesto. Y
esto explica lo que pasa hoy. Hay tres bases fundamentales: el bien, la verdad
y la belleza. Las tres están íntimamente unidas. Cuando en una época se pierde
el horizonte de la verdad se nubla todo, también el bien y la concepción de la
belleza. Esto lleva a un oscurecimiento de la razón. Por eso, un político te
puede decir una cosa por la mañana y la contraria por la tarde.
¿Cómo
podemos confrontar a quienes piensan que la verdad es instrumental?
Hay que hablar
claro porque el poder de lo real se termina imponiendo. El mejor argumento es
mantenerte en la verdad con firmeza. Luego, hay que denunciar las ideologías
actuales y poner en evidencia su ridiculez.
¿Hay
relación entre la crisis de la verdad y el individualismo dominante?
Claro, porque
el individualismo comporta un predominio de la subjetividad, que además está
íntimamente asociada al relativismo, con una sensación de que sólo yo y mis
estados de ánimo son lo verdadero, lo bueno o lo correcto. La gente ha perdido
el sentido de lo que está bien y lo que está mal. Pero no sólo en un sentido
ético, sino también estético. Porque la verdad, como las virtudes, tienen
belleza. En cambio, la deshonestidad, la grosería o la desvergüenza son feas en
sí mismas. Las personas deben tener una sensibilidad no sólo ética, sino
también estética, que ha decaído muchísimo en este tiempo.
¿Tenemos la
conciencia adormecida?
Sin duda. Ha
habido cambios muy veloces en cuanto a nuestra propia percepción y esto afecta
a la conciencia. Por ejemplo, depender tanto de pantallas y redes sociales
deforma esa percepción. Últimamente, tenemos una conciencia muy desentrenada.
No sólo hay que hacer ejercicio en el cuerpo, sino también en nuestro espíritu,
que nutre a la conciencia.
¿Qué papel
debe tener la memoria?
La memoria es
un remedio contra el mal. Hay que hacer memoria de las verdades y de las
realidades históricas, algo que además es enormemente enemigo del ideólogo, que
quiere una memoria selectiva y sesgada. Curiosamente, hoy vivimos en una
cultura en la que la propia educación ha renunciado a memorizar y a hacer
memoria de las cosas.
¿Ha muerto
el bien común?
Si nos fijamos
en los debates de los políticos, el bien común interesa poco o nada, cuando
justamente la primera misión del buen gobierno debe consistir en buscar el bien
común. La ideología, precisamente, afecta a la pérdida del sentido del bien
común. A mediados de los años noventa pensamos que las ideologías habían
muerto. Las ideologías, sin embargo, han vuelto y son enemigas del bien común
porque idolatran una idea y la superponen a las personas.
¿Cómo han
calado en la sociedad?
A través del
sistema ético-político liberal. El liberalismo tiene una despreocupación
antropológica; uno de sus rasgos típicos es la atomización, una sociedad que se
concibe por el individualismo. Los gobiernos se han ido convirtiendo en
dispensadores de derechos, como si fueran un supermercado. Y si sumas elementos
ideológicos a una sociedad individualista, al final se genera una gran
polarización.
¿Qué provoca
esto?
Un vacío
social. La sociedad liberal fragmenta al hombre de tal manera que ese vacío lo
están llenando con las ideologías. Hoy nos pueden decir en la cara mentiras y
aceptamos comportamientos absolutamente deshonestos y groseros. Lo vemos con la
imposición de la ideología de género, algo que es estúpido, pero te pueden
penalizar legalmente por criticarlo. Hemos llegado a un punto de absurdo y de
imposición ideológica con tintes totalitarios.
¿Existe un
bien moral objetivo y universal?
Sí, y además es
perceptible. Somos capaces de conocer la verdad. Y también hay bien y somos
capaces de realizarlo. El bien va unido a la verdad. Si hay verdad, hay bien,
hay bondad. Pero llevamos mucho tiempo viviendo en una atmósfera turbia que nos
lleva a pensar que no somos capaces de conocer el bien ni de realizarlo.
¿Qué aporta
el cristianismo a esta crisis?
El cristianismo
aporta un horizonte amplísimo. Habla de una trascendencia, de un horizonte
sobrenatural, de un Dios bueno y creador, fundamento de las cosas. El
cristianismo ha generado una civilización que ha hecho que Occidente haya
tenido un desarrollo extraordinario, muy por encima de cualquier otra cultura.
¿Cómo afecta
la descristianización?
El proceso
viene de largo. Cuando una civilización va perdiendo su alma aparecen cosas
como el wokismo, que coge ideas y comportamientos cristianos y los vacía de su
esencia, dejando un buenismo y una moralina como residuo. Lo vemos con
conceptos como el de víctima o perdón, que esta cultura woke ha deformado por
completo.
Usted es
teólogo y en la Biblia ya encontramos un manual contra la corrupción.
Así es. En la
Biblia la corrupción es un término que está íntimamente unido al de escándalo,
porque un mal comportamiento lleva a otros a caer. Y también a la idolatría.
Cuando los profetas alertan al pueblo de que se están corrompiendo, lo asocian
al culto a los baales. Pero también se habla de la promesa, opuesta a la
corrupción y presente en toda la Escritura. Dios hace una promesa y la cumple.
El hombre bíblico tiene claro que hay que cumplir los pactos y así aparece el
término alianza. La corrupción es exactamente lo contrario: no tiene en cuenta
las alianzas ni cumple las promesas.
Y Jesucristo
es el incorruptible.
El cristianismo
invita al hombre a que no se corrompa en ningún aspecto, porque sigue a
Jesucristo, que no conoce la corrupción. De hecho, tenemos la expectativa de
superar la propia corrupción natural. Jesucristo lleva al hombre a una
regeneración, a una posibilidad moral y vital de salir de esta corrupción. Ese
paso es muy importante, porque tanto Jesús como la comunidad cristiana
originaria muestran un modo de vivir que no se deja corromper por los paganos
ni por las imposiciones del Imperio.
¿Qué podemos
hacer?
Tenemos que
vivir cristianamente, porque eso en sí mismo tiene una luz. Luego en el ámbito
de la enseñanza y de la cultura, transmitir la verdad, la bondad y la belleza
del cristianismo. Y por supuesto, tener firmeza al defender nuestras creencias,
porque a veces desde el bando cristiano se ha caído en un buenismo y en una
especie de religión ilustrada. Estamos llamados a salir de ese adormilamiento
buenista.
Fuente: Religión en Libertad
