Las gracias de Dios nos ayudan a ser santos, por eso nos las regala de acuerdo con nuestras necesidades espirituales y en momentos específicos de nuestras vidas
![]() |
| Zamrznuti tonovi |
Hemos escuchado
hablar de las gracias, y quizá estemos más familiarizados con la gracia
santificante -que explicaremos brevemente - pero Dios, conocedor de sus
criaturas, nos regala otras clases de gracia que nos ayudan en momentos y
situaciones específicas de nuestra. vidas.
1. La gracia
santificante
Nacemos con
pecado original y la única manera de deshacernos de él es mediante el bautismo
con el que Dios nos lava y llena de su gracia santificante, como lo leemos en
el Catecismo de la Iglesia católica:
La gracia es
una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad
de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de
Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como “hijo adoptivo” puede ahora llamar “Padre” a
Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la
caridad y que forma la Iglesia (CEC 1997).
No tenemos que
pagar nada, Cristo ya lo hizo por nosotros, por eso decimos que es un regalo -
un don - gratuito:
... es el don
gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en
nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia
santificante o divinizadora, recibida en el Bautismo (CEC 1999).
¿Se puede
perder esa gracia?, sí, con el pecado mortal. Por eso, la única manera de
restaurarla en el alma es mediante el sacramento de la Reconciliación. Pero lo
ideal es que vivamos alejados del pecado mortal y aprendamos a vivir en
"gracia habitual", que es una "disposición permanente para vivir
y obrar según la vocación divina" (CEC 2000)
2. Las
gracias sacramentales
Otra clase de
gracia es la que Dios da en los sacramentos, por eso se llaman gracias
sacramentales:
...la gracia
comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a
su obra, para hacernos capaces de colaborar en la salvación de los otros y en
el crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estas son las gracias
sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos (CEC 2003).
De esta manera,
los que contraen matrimonio y los que recibe el Orden sagrado obtiene gracias
que los ayudan a perseverar en su estado de vida.
Pero también
hay gracias específicas para quienes reciben la unción de los enfermos, o se
acercan a confesarse, a recibir la sagrada comunión o la confirmación, con las
Dios los fortalece y les ayuda continuar con sus vidas cerca de Él y observando
los mandamientos y esforzarse en el camino de santificación.
3. Carismas:
gracias especiales
Existen también
las gracias especiales o carismas:
Son además
las gracias especiales, llamadas también carismas,
según el término griego empleado por san Pablo, y que significa favor, don
gratuito, beneficio (cf LG 12). Cualquiera que sea su carácter, a veces
extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están
ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la
Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia (cf 1
Co 12) (CEC 2003).
Estas gracias a
veces son espectaculares, pero recordemos que no son para el bien de la persona
que los tiene y mucho menos para presumirlos o lucrar con ellos, sino para
servir a la comunidad.
Y entre estas
gracias especiales, el Catecismo menciona las "gracias de estado que
acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los
ministerios en el seno de la Iglesia" (CEC 2004)
4. Gracias
actuales
Y tenemos las
gracias actuales, que muchas veces pasan desapercibidas para nosotros, pero que
son altamente eficaces:
las gracias
actuales, que designan las intervenciones divinas que están en el origen de
la conversión o en el curso de la obra de la santificación (CEC 2000).
Aquí podríamos
mencionar las veces que sentimos deseos de ayudar a nuestros prójimos o de ir a
Misa sin ser domingo, o de llamar a alguna persona que sabemos que está sola,
en fin, nos ayuda a hacer el bien y evitar el mal, y como son tan cotidianas,
ni siquiera nos damos cuenta de que las recibimos.
Sea cuales sean
las gracias, no olvidemos que son gratuitas y que Dios, que nos ama tanto, nos
envía raudales de ellas porque desea ardientemente que las aprovechemos y que
nos salvemos. No nos cansemos de agradecer a Dios por tanto bien que nos
dispensa.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia
