EL REY DE REYES: CINE PARA LA EMOCIÓN PROFUNDA

Inspirada en la tradición de dickensiana de contar el Evangelio a su familia con giros dramáticos, la película nos presenta a un Charles Dickens padre como narrador y protagonista, descubriendo a su hijo Walter la historia de Jesús en forma de cuento antes de dormir

Fotograma del filme

En un momento donde la animación parece oscilar entre la comedia ligera y la épica de franquicia, El Rey de Reyes se presenta como una propuesta insólita: una película que aborda el Evangelio con rigor, solvencia técnica en lo narrativo y un sentido estético sorprendente. No en vano, esta cinta se ha convertido en la segunda más taquillera en su estreno en Estados Unidos, con un debut de casi 17 millones de euros y una recaudación total que ya supera los 50 millones. 

Inspirada en la tradición de dickensiana de contar el Evangelio a su familia con giros dramáticos, la película nos presenta a un Charles Dickens padre como narrador y protagonista, descubriendo a su hijo Walter la historia de Jesús en forma de cuento antes de dormir. El guion apuesta por una narración fluida y accesible desde la metaliteratura, con silencios prolongados, gestos mínimos y miradas significativas. Más que adaptar el Evangelio, toma de la mano al adulto para que se acerque a la historia con la sencillez de los niños. La dirección evita tonos homiléticos, optando por el hoy más habitual Jesús cercano. Secuencias como la del Sermón de la Montaña, con planos amplios y música contenida, ejemplifican cómo el mensaje espiritual puede resonar con fuerza sin melodrama, en lo que supone un ejercicio de dirección maduro y, por tanto, poco frecuente en animación familiar.

En el plano artístico, el proyecto muestra un híbrido poco habitual: fondos digitales en acuarela, con texturas visibles que recuerdan al cine de Takahata, sobre los que intervienen personajes en formato 3D estilizado, animados con una cadencia suave que evita el hiperrealismo. Esta decisión favorece poéticamente la contemplación, pues evita la saturación típica de la animación contemporánea. La iluminación —con tonos cálidos y dorados que envuelven la infancia en Nazaret, en contraste con los fríos y dramáticos de la Pasión— funciona como un elemento expresivo más, subrayando la intensidad espiritual, reflejando la vida interior y modulando el ritmo narrativo.

La animación de los personajes, como consecuencia de lo anterior, ofrece credibilidad emocional. Jesús y los discípulos muestran expresiones sutiles —compasión, alegría, firmeza…— consiguiendo transmitir humanidad desde lo más íntimo sin caer en la caricatura. La suavidad del acting facial y la fluidez de los movimientos refuerzan la dimensión espiritual del relato, demostrando que la animación puede ser un vehículo muy válido para la emoción profunda y la enseñanza religiosa.

Por último, la partitura musical combina guiños a la música litúrgica oriental y motivos hebreos con piezas orquestales. La música acompaña las emociones sin manipularlas: los milagros, por ejemplo, se ven reforzados por transiciones sonoras sobrias, que realzan la maravilla y el asombro. 

El Rey de Reyes, en conclusión, se presenta como una obra abiertamente cristiana, pero profundamente cinematográfica. No es una catequesis disfrazada; su espiritualidad emerge de manera orgánica, invitando a la reflexión y la oración, capaz de emocionar tanto a creyentes como a espectadores no practicantes. 

Por Luís Rivas

Fuente: Ecclesia