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| El Papa León XIV recibió el jueves 18 de septiembre a miembros de varias congregaciones religiosas. | Crédito: Vatican Media. Dominio público |
A este respecto, León XIV expuso a los presentes: “No en vano el
Espíritu Santo inspiró a quienes os precedieron a uniros a las hermanas y
hermanos que la Providencia había puesto en su camino, para que en la comunión
de los buenos se multiplicaran y crecieran. Así fue al comienzo de vuestras
fundaciones y a lo largo de los siglos, y así sigue siendo ahora”.
En segundo lugar, León XIV puso énfasis en el valor de “la
obediencia como acto de amor” en el contexto de la consagración
religiosa.
Apoyándose en palabras de San Agustín, recordó que la obediencia
es hija de la caridad: “No creo lo que se aferra a la tierra si no veo lo que
cuelga de la rama. ¿Tienes caridad? Muestrame su fruto. Déjame ver la
obediencia” decía el santo de Hipona.
León XIV admitió que “hablar de obediencia no está muy de moda”,
porque se considera que supone una renuncia a la propia libertad.
“No es así”, afirmó, antes de explicar que “la obediencia, en su
sentido más profundo de escucha activa y generosa del otro, es un gran acto de
amor con el que se acepta morir a sí mismo para que el hermano pueda crecer y
vivir”.
“Profesada y vivida con fe, traza un camino luminoso de
donación, que puede ayudar mucho al mundo en que vivimos a redescubrir el valor
del sacrificio, la capacidad de relaciones duraderas y una madurez en el estar
juntos que va más allá del ‘sentir’ del momento para cimentarse en la
fidelidad. La obediencia es una escuela de libertad en el amor”, añadió.
El tercer aspecto destacado por el Pontífice está relacionado
con la “atención a los signos de los tiempos”, que definió como una mirada
“abierta y solícita a las necesidades reales de los hermanos” sin la que las
congregaciones presentes no habrían existido.
“Vuestros fundadores y fundadoras fueron personas capaces de
observar, evaluar, amar y ponerse en camino, aun a riesgo de grandes
sufrimientos, aun a costa de perder a los suyos, para servir a los hermanos en
sus necesidades reales, reconociendo en la necesidad del prójimo la voz de
Dios”, recordó el Pontífice, quien animó a trabajar “en la memoria viva de esos
comienzos valientes” para identificar sus potencialidades “tal vez aún
inexploradas, para ponerlas en valor al servicio del ‘aquí y ahora’”.
Al despedirse de los religiosos, León XIV alabó el trabajo escondido que desempeñan: “Queridos amigos, sé cuánto bien hacéis cada día, en tantas partes del mundo, un bien a menudo desconocido a los ojos humanos, ¡pero no a los de Dios! Os doy las gracias y os bendigo de corazón, animándoos a continuar vuestra misión con fe y generosidad”.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI
