En el Jubileo de las Hermandades y Cofradías, el cardenal José Cobo les aseguró que «esto es lo que el mundo necesita ver». Con sus obras de caridad y formación atraen a jóvenes alejados a la Iglesia
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Foto: Archimadrid / César Bravo. |
«Esto es lo que
el mundo necesita ver: comunidades que saben mirar juntas a Cristo y
transforman la realidad al estilo del Evangelio», felicitó el arzobispo de
Madrid, el cardenal José Cobo, a los cientos de representantes de
la piedad popular que el pasado sábado se dieron cita en la catedral de la
Almudena para celebrar el Jubileo de las
Hermandades y Cofradías. Habían llegado a la catedral procesionando con
sus estandartes desde el Templo Nacional de Santa Teresa de Jesús, conocido
popularmente como el convento de los Carmelitas Descalzos de plaza de
España. Aparte de representantes de otras realidades cofrades, la marcha
contó al frente con tamborileros de la Hermandad del Rocío de Madrid, cuya sede
está en la parroquia de San Millán y San Cayetano. En la cola iba
la banda de cornetas y tambores de la Hermandad Sacramental de las Tres
Caídas y Esperanza de Madrid. «Cristo nos regaló un nuevo estandarte: la
cruz. Cada vez que la llevamos por nuestras calles, invitamos a mirar al
Salvador, levantado en lo alto, para explicar el sentido del amor de Dios», les
dijo el cardenal Cobo.
Precisamente
por ese hincapié en la esperanza, propio del año jubilar que estamos
celebrando, la Hermandad Sacramental de las Tres Caídas y Esperanza de Madrid jugó
un rol protagonista en aquella jornada, junto a la Hermandad del Gran
Poder y de la Esperanza Macarena.
El hermano
mayor de la primera es Julio Rivera. Señala que la suya es muy
reciente. Fue creada en agosto de 2015 y hunde sus raíces en la Hermandad
de la Esperanza de Triana de Sevilla. «Faltaba en Madrid esa advocación».
Agradece, además, que desde el primer momento «recibimos el apoyo» de sus
hermanos mayores sevillanos.
A los diez años
de su fundación ya cuentan con 230 hermanos. Rivera, a su vez,
destaca que en las Tres Caídas tienen perfiles de edad desde los 80 años hasta
recién nacidos. «Somos como una familia» reitera el presidente. En la vida de
las hermandades es muy importante la acción caritativa y social. De ahí que «un
porcentaje significativo de nuestras cuotas lo dedicamos a Cáritas de
la Real Iglesia Parroquial de Santiago y San Juan Bautista». Un templo que está
en pleno centro de Madrid, y donde tienen su sede.
El curso pasado
fue realmente novedoso para Tres Caídas —subraya—, porque dieron el pistoletazo
de salida a un itinerario de catecumenado
de adultos, un proceso de formación para recibir los sacramentos
de iniciación. «Nos confirmamos 22 personas, entre ellos 13 de su
hermandad», dice incluyéndose a sí mismo. Un paso que Julio dio gracias a
haberse implicado en la vida de la hermandad. «Este ha sido el momento en que
debía hacerlo», considera. Las catequesis se impartieron durante ocho viernes, bajo
la guía de su párroco. Al finalizar, pudieron completar el proceso de la
iniciación cristiana.
La primera
hermana mayor
En contraste
con la recientemente creada Hermandad Sacramental de las Tres Caídas y
Esperanza de Madrid, la otra gran protagonista de este jubileo fue la ya
mencionada Esperanza Macarena. Fue fundada en 1940 y tiene su sede en la Real
Colegiata de San Isidro. Nos habla sobre ella Mercedes Herráez,
la primera hermana mayor elegida en su historia. «En la Junta de Gobierno
también hay algunas más», cuenta con la mayor naturalidad. Como ella vive en
Valdemoro y no tenía lazos geográficos con su sede, pensaba que encontraría
muchas barreras para participar en ella. Pero en cuanto venció a la timidez,
encontró, hace seis años, un lugar que la recibió con los brazos abiertos.
Entre sus obras de caridad, destacan «las mesas petitorias para Cáritas
parroquial, los donativos a las Jerónimas Carboneras del monasterio del
Santísimo Corpus Christi, y la colaboración con el Cottolengo».
Herráez
confiesa que, antes de conocer por dentro las hermandades, pensaba que estaban
formadas exclusivamente por «personas mayores», lo cual es radicalmente falso.
Entre los 1.200 hermanos de la Macarena, los hay de todas las
edades, lo que es de gran apoyo para los que sí que son ancianos.
«Hemos movido a los jóvenes para que llamen regularmente a los
hermanos más antiguos por si tienen alguna necesidad», explica.
De hecho, la
hermana mayor destaca que la piedad popular sirve, tal y como ya le ha sucedido
en repetidas ocasiones, para que se les acerquen jóvenes de familias
alejadas de la fe. «Tenemos el caso de un niño de 14 años que apareció de
repente en la parroquia y nos dijo: “Me quiero bautizar”. Pues bien, se
bautizó, hizo la Comunión y se confirmó en una Misa de la
hermandad. Otros muchos han llamado a sus puertas porque quieren ser
costaleros. «Los jóvenes están con la Iglesia, doy fe de ello»,
reivindica.
Por su parte, Carlos
Amores, hermano mayor de Jesús el Pobre, nos cuenta que este año —al igual
que el pasado— están realizando «una recogida de artículos infantiles básicos
que donaremos a RedMadre»; una fundación que apoya a las mujeres que se quedan
embarazadas de manera imprevista para que no aborten. En 2024, en la hermandad
recaudaron 13.000 kilos de alimentos. «También estamos vendiendo
lotería solidaria y organizamos conciertos benéficos en los que, en vez de
cobrar entrada, pedimos un kilo de algún tipo de alimento», añade. «Nuestra
hermandad está muy volcada en temas de caridad y acción social», nos explica.
Considera que esa es una de las claves de su rejuvenecimiento, pues durante
estos últimos años han surgido «diferentes grupos que se han enganchado muy
bien y han sabido dar un relevo generacional». Empezando por él mismo, que
tiene 30 años. En total, ya son 1.400 hermanos.
Esa caridad también
se vuelca ad intra, pues «ayudamos a nuestros hermanos que están
pasando un momento difícil. Todo esto ha permitido que personas sin
convicciones religiosas se acercaran aquí; algunas por un interés
meramente artístico. Cuando ven «el buen rollo, las risas y los valores
cristianos, empiezan a venir a Misa». «La piedad popular sirve claramente
para evangelizar», concluye.
Por
último, Carlos Aguilar, delegado de Piedad Popular de la
archidiócesis de Madrid, celebra la colaboración entre sí de estas realidades
eclesiales. «Cuando visitas a una cofradía te encuentras
con hermanos de otra» hasta el punto de que «una misma persona puede ser
miembro de varias». Y reivindica que «todos necesitamos ver, tocar y sentir» y
que las imágenes «son, por ello, un gran apoyo para la vida de fe de muchas
personas».
No cofrades
por herencia
«Ser cofrade es
dejar que el Evangelio entre en nuestro corazón para reordenar la vida», dijo
el cardenal Cobo durante su homilía en la Almudena por el
Jubileo de las Hermandades y las Cofradías. Según recordó a los miles de
peregrinos reunidos el pasado sábado en la catedral, entrar allí en
procesión con sus estandartes no era un mero «gesto exterior» sino que suponía
«entrar en la misericordia de Dios con corazón humilde y agradecido».
El arzobispo
de Madrid recalcó que «ser cofrade no es pasear un signo sino confesar
con la vida a este Cristo humilde y servidor». Matizó que «no somos cofrades
por herencia», sino que esta es «una elección viva». «Es dejar que el Evangelio
vivido en la hermandad entre en nuestras entrañas y en el corazón para
reordenar toda nuestra vida», añadió.
Explicó que «no
podemos apropiarnos de Cristo sino ponernos a su servicio» y
que «nuestras hermandades tienen la misión de ser un modelo de la Iglesia».
Finalmente, recalcó que «no podemos resolver los conflictos como los resuelven
los no creyentes»
Rodrigo Moreno Quicios
Fuente: Alfa y Omega