¿CANONIZAR AL RECIÉN FALLECIDO… O REZAR POR ÉL? 5 «SUPOSICIONES MORTALES» A DESTERRAR POR LOS FIELES

«Por mucho que hayamos luchado, debemos seguir esforzándonos hasta el final», dice el sacerdote Nnamdi Moneme

ReL

La afirmación de la visión beatífica del difunto en las misas de exequias y funerales es desde hace algunos años una práctica cada vez más extendida. Sin embargo, también aumentan los que solicitan a quien preside la ceremonia que recen por el fallecido en lugar de dar por sentado su destino. 

Son dos aspectos que se ha planteado recientemente el sacerdote Nnamdi Moneme en Catholic Exchange, y que le llevaron a reflexionar en torno a lo que llama “suposiciones mortales” a evitar en la búsqueda de la salvación.

Todo comenzó cuando, hablando con una mujer, esta le reconoció tener en orden todos los detalles de su muerte -funeral, capilla, etc- al mismo tiempo que había olvidado el destino de su alma. “Parecía asumir que ya estaba de camino al Cielo”, relata el sacerdote. Un pensamiento que desembocó en la plasmación de cinco suposiciones que considera “mortales” para un cristiano y que “nunca se deberían hacer en vida si queremos luchar con éxito por alcanzar el Cielo”.

1º No dejar para mañana el trabajo o arrepentimiento: “El hoy es lo que tenemos”

El sacerdote comienza recordando que el hoy es todo lo que tenemos y que el tiempo para trabajar por el reino de Dios es limitado.

“La puerta estrecha no estará abierta para siempre y de nada servirá llamar y orar cuando la puerta se cierre al final de nuestra vida. Este es el momento de esforzarnos por hacer la voluntad de Dios con amor y por el poder de su gracia. Este es el momento de arrepentirnos de nuestros pecados y no dejarnos dominar por nuestras malas inclinaciones. Este es el momento de obedecer a Dios, amarlo a Él y a nuestro prójimo, servir, perdonar y parecernos cada vez más a Jesús en pensamiento, palabra y obra”.

2º Nuestras fuerzas no son suficientes

Aunque el esfuerzo y determinación de los fieles son necesarios, el sacerdote invita a no confiar demasiado en ello, sino hacerlo por entero en la gracia de Dios, lo que aporta un mayor valor sobrenatural en nuestros esfuerzos de la vida espiritual.

Con nuestras propias fuerzas, subraya el sacerdote, “no podemos soportar con éxito las dificultades necesarias para entrar en el reino. Debemos implorar a Dios su gracia en la oración y experimentarla en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y la Confesión. Solo las acciones impulsadas y apoyadas por la gracia y el amor divinos nos llevarán al cielo”.

3º No dar por sentada la gracia el día de mañana: centrarse en el hoy

Aunque remarca que Dios siempre es misericordioso y ofrece las gracias que se necesitan, también afirma que las entrega “a quien quiere, cuando quiere y como quiere”, y que por ello “no podemos suponer que nos será concedida como y cuando lo deseemos”.

Del mismo modo, incide en la importancia del momento presente para actuar, pues sus gracias “son nuevas a cada instante” y el deber de los cristianos es “aprovecharla ahora y no dar por sentado que recibiremos todas las gracias en un futuro hipotético”.

“Nuestra capacidad de recibir las gracias de Dios en el futuro depende de nuestra disposición en la oración y de nuestra fidelidad a sus gracias hoy, como dice el Señor: «Al que tiene, se le dará y tendrá en abundancia. Pero al que no tiene, incluso lo poco que tiene se le quitará» (Mt. 13:12). Por lo tanto, es fatal suponer que experimentaremos su gracia en el futuro si no somos fieles a las gracias del momento presente”, explica.

4º La importancia de la perseverancia final

En cuarto lugar, el sacerdote observa que la fidelidad a la fe del pasado no garantiza que en el futuro vaya a ser la misma. De hecho, “es posible que quienes han hecho el bien durante la mayor parte de su vida se entreguen al mal en los últimos momentos… Por mucho que hayamos luchado la batalla de la fe, debemos seguir esforzándonos por una mayor fidelidad hasta el final”.

5º Los que rezan mucho también deben perseverar

En quinto lugar, el sacerdote advierte de que haber llevado una fructífera vida de piedad cristiana no permite descuidar los esfuerzos y oraciones constantes por alcanzar el cielo.

Es por ello que considera que los católicos no tienen garantizado el cielo por solo conocer íntimamente al Hijo de Dios, haber sido bautizados o creer en Cristo como Señor y Salvador.

No podemos asumir la entrada a su reino por asistir a misa los domingos, leer su palabra y recibir los sacramentos con regularidad. Lo que busquemos hoy y cada día determinará nuestro destino eterno. No aspirar al cielo es aspirar al infierno”.

Plantear el futuro con humildad, pero también con esperanza y fe

Todo lo dicho no es obstáculo para plantear el futuro con esperanza y fe. De hecho, el sacerdote destaca precisamente la hermosa y esperanzadora realidad de que Dios “siempre está luchando para prepararnos para el cielo a través de las pruebas de esta vida terrenal”. Unas pruebas que Dios ofrece providencialmente y que, de ser rechazadas, “no podremos experimentar la paz y la santidad del cielo”.

“Dios nos disciplina como sus hijos amados para que seamos disciplinados como Jesús. Él es el verdaderamente disciplinado que, cimentado en el amor del Padre, cumplió la voluntad del Padre sin excusas ni presunciones… Nos ofrece la gracia de esforzarnos por alcanzar el cielo como debemos, sin presunciones. Sabemos que estamos verdaderamente preparando nuestras almas para el cielo y no para el infierno cuando nos esforzamos ahora y siempre por alcanzar el cielo sin dar nada por sentado”, concluye. 

Jose María Carrera

Fuente: ReligiónenLibertad