SAN PABLO Y SU DURA EXHORTACIÓN PARA LOS JÓVENES DE HOY

San Pablo siempre fue claro y directo con los cristianos de su época, por eso cada exhortación aun es válida para nosotros y para los jóvenes de hoy

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San Pablo, el Apóstol de los gentiles, fue un hombre directo y claro en sus enseñanzas. No tenía miramientos para decir las cosas como eran, y por cada exhortación, fue amado por muchos y odiado por los que no se sintieron cómodos con sus palabras, como podemos leer en Hechos 17.

Y hay que agregar que sus exhortaciones son tan válidas como en sus tiempos, pues el ser humano será el mismo en todas las épocas: la creación más perfecta de Dios, hecho a su imagen y semejanza y que necesita recibir la Buena Nueva para convertirse y salvarse, tal como Pablo les anunció en el Areópago:

"Él hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros" (Hch 17, 26-27).

El "regaño" a los tesalonicenses

Ahora bien, entre esas anécdotas, encontramos en la Segunda Carta a los Tesalonicenses un "regaño" que bien puede aplicarse a los jóvenes - y no tan jóvenes - de hoy: comer solo si se ha trabajado. Además, no meterse en los asuntos ajenos:

"Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre ustedes algunos que viven desconcertados, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A estos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen en paz para comer su propio pan. Ustedes hermanos, no se cansen de hacer el bien"

(2Ts 3, 10b-13).

Esa llamada de atención no pasa de moda. Hoy nos encontramos con adolescentes rebeldes que han recibido todos los bienes materiales de los que sus padres carecieron. Y como resultado, encontramos jóvenes que no quieren trabajar, pero eso sí, echan en cara que "no pidieron nacer", perdiendo el tiempo en las redes sociales que les están enseñando cómo inmiscuirse en las vidas ajenas, de las que se permiten opinar con toda clase de calificativos.

Estamos en el momento justo en el que podemos emular a san Pablo y decirle a nuestra juventud que "no se cansen de hacer el bien" y que se ocupen en ser personas útiles a su familia, a la sociedad y a la Iglesia, porque eso es lo único que vale la pena en la vida y que, finalmente, nos alcanzará la gloria eterna.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia